MAFIA CORPORATIVA
Con los ojos del ICE sobre las aduanas de Tamaulipas, las organizaciones criminales buscaron “legalizar” el contrabando. En 2009, el representante aduanal de Pemex en Reynosa —que depende de la Unidad de Servicios Aduanales de la Dirección Corporativa de Administración—, recibió una peculiar visita: tres hombres, uno de los cuales vestía uniforme de la subsidiaria PEP, llegaron a su oficina para hacerle una consulta ejecutiva.
En su despacho le preguntaron puntualmente cuáles eran los requisitos y trámites “legales” para importar hidrocarburos a Estados Unidos.
—El trámite lo hacen en la ciudad de México, en las oficinas centrales. ¿De qué empresa son ustedes? —inquirió el funcionario.
—De La Compañía —respondió uno de ellos.
Ese año los representantes aduanales de Pemex en Tuxpan y Salina Cruz recibieron visitas similares.
Aun cuando la PGR promovió la idea de que con el juicio en Estados Unidos a los compradores de condensado robado, así como con la detención de la célula encabezada por Almaraz se frenaría ese ilícito, la realidad de la Cuenca de Burgos distaba mucho de ello. El nivel de coordinación de la mafia hacía tambalear al área de seguridad interna de Pemex y al Ejército.
El negocio del condensado se manejaba desde entonces con intrincadas redes donde un grupo lo robaba, otro lo llevaba a la frontera, otro lo colocaba en territorio estadounidense, otro lo almacenaba y otro lo distribuía en el mercado.
Basada en las indagatorias del ICE, en su demanda Pemex identifica distintos eslabones y su función en el negocio ilegal de condensado. Habla de “exportadoras-importadoras” que reciben el condensado robado. Lo trasladan en autotanque y lo conducen a la frontera. Entregan a las aduanas documentos falsos y sobornos a los aduanales para evitar la revisión.
Los “coordinadores”. Cuando el condensado está del lado estadounidense, los importadores le informan a los coordinadores el volumen de condensado. Estos coordinadores contactan a transportistas que llevarán el producto a sus almacenes, o de los clientes con los que pactaron la compra.
Los “corredores”, así es como se identificó a las compañías que acopian el petrolífero para revenderlo. Y, finalmente, los “compradores/usuarios”.
Una historia que proporciona una idea acerca de la precisión alcanzada en la coordinación del negocio, es la que ocurrió en Reynosa en agosto de 2009, la cual quedó asentada en una de las bitácoras internas de la GSSF:
Personal de esta GSSF recibió una llamada anónima denunciando que un autotanque estaba abandonado. Se arribó al lugar a las 20:50 horas observando el tractocamión enganchado con un tonel blanco sin placas, con capacidad de 42 000 litros conteniendo 90% de condensado; se realizó la toma de muestras que fueron llevadas a PEP.
A las 21:00 horas se solicitó apoyo de personal de la Octava Zona Militar. A las 22:04 horas el personal de la Gerencia que se encontraba en el lugar fue rodeado por 7 vehículos de diferentes características de donde descendieron aproximadamente 25 personas con armas largas y el rostro cubierto, desarmando a los agentes de esta Gerencia, alcanzando a escuchar por la frecuencia de radio que traían los delincuentes, que los alertaban de la supuesta proximidad de los elementos militares, regresando el armamento y dándose a la fuga; se observó que 5 vehículos más reforzaban las actividades de estos individuos.
Personal de esta Gerencia se retiró y resguardó en un campo. A las 22:37 elementos de la Zona Militar informaron a esta Gerencia que ya habían asegurado el autotanque.