EL LOCO CORONA
Tabasco.– La tolvanera se levanta al instante en que los caballos salen desbocados. Al grito de arranque, entre una nube de polvo que forma al choque de sus patas con el suelo, el Loco Corona deja claro que aquel talante con el que llegó partiendo plaza al improvisado hipódromo no era sólo cosa de vanidad. En los primeros segundos aventaja al Ludovico, de la Cuadra Santa Elena, y también al Buchanan’s, el favorito, traído de la Cuadra Los Potrillos, desde Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
El sube y baja de sus músculos al son que le marcan las piernas y el fuete del jinete hacen su grupa perfecta: impulso y equilibrio que lo conducen directo a la meta.
Caballo y jinete atrapan la atención de los espectadores, que desde muy temprano llegaron al Paraíso Downs, un carril habilitado en un rancho de Comalcalco para correr las apuestas en el derby tabasqueño. A sus espaldas, las Ford Lobo, Cadillac Escalade, Lincoln Mark, y Chevrolet Suburban y Cheyenne, forman una pasarela de lujo de modernas camionetas que exhiben el abultado bolsillo de sus propietarios.
Con ese vaivén de caderas, rodillas y tobillos sincronizados a toda velocidad, el Loco Corona tiene a todos boquiabiertos, y no es para menos: el ejemplar de buena casta, nacido en los mejores criaderos de Ohio, corre con tal garbo que al verlo se corta el aliento. Parece como si de pronto le hubieran salido alas, y va como un pegaso al vuelo. Segundos después gana la carrera.
El cotilleo, los halagos, el último chasquido y el arrastre de los cuatro pares de patas que infructuosamente intentaron alcanzar al Loco Corona, se difuminan con el estruendo de las potentes bocinas que reproducen la voz de Los Huracanes del Norte para laurear al campeón:
“Dicen que en una remesa llegó a San Diego de Arabia, de los criaderos más finos, de los Muro y los Audalas, de gran prestigio en el mundo, del Medio Oriente hasta el Asia...”
Al son de “El profeta”, el soleado mediodía del sábado 19 de febrero de 2011, el fino ejemplar de la cuadra Quinta Azul, de Villahermosa, se alza campeón del derby tabasqueño.
Debajo de la gorra beisbolera con la que se ataja el sol, su dueño, Omar Vargas, se muestra satisfecho por la buena racha que lo acompaña en las carreras, la pasión de su vida. En los últimos meses todos los ejemplares de su cuadra arrasaron las competencias: primero ganó La Cococha, luego La Coquea, después El Marro; ahora es el Loco Corona el que, en un santiamén, acabó con la apología que se inscribía sobre El Buchanan’s.
Complacido recuerda que fue la buena estampa de aquel potrillo la que en 2009 lo animó a comprarlo en la subasta anual que organiza la Texas Quarter Horse Association (TQHA), asentada en Austin, de la que es socio desde hace algunos años.
En aquella subasta de afamadas granjas de la Unión Americana compró también el beduino Sunset, El Flybynight, Cheminahaut, Cartel Cat y las yeguas Corona Shake, Monicas Majesty, Spice of Azoom y Lil Rapid Menace. Caballos y yeguas finas pagadas con dólares en efectivo. Una buena inversión por las ganancias que generarían las apuestas. Porque Omar Vargas cree firmemente en su buena suerte, y cómo no habría de hacerlo, si en pocos años construyó un pequeño imperio y una considerable fortuna a partir de sus negocios en Pemex.
Aun ante ojos inexpertos, los ejemplares de la cuadra Quinta Azul son de fina estampa, el destello de la luz del sol en las espesas y abultadas crines y el alisado perfecto de sus colas evidencian el cuidado que su dueño tiene de ellos. Una cuadra a la altura de un magnate petrolero.