SOCIOS ESTRATÉGICOS
Los socios de Continental Combustibles Inc., consorcio texano dedicado a la compra y venta de combustibles, no habían tenido un crecimiento tan rápido y ganancias tan lucrativas como las que consiguieron a finales de 2006, gracias a su novísimo vicepresidente de Operaciones, Josh Crescenzi, quien tan sólo en unos meses logró que los márgenes de ventas se incrementaran 500 por ciento.
Continental y sus filiales Geer Camiones Cisterna, Inc., Depot Petróleo y Continental Enterprises Comercio, tuvieron entonces una inusitada expansión y ambiciosos planes de negocios. En abril de 2007 adquirieron dos empresas, Petróleo Depot Inc. y Texas UPDA Trading, Inc., con amplia infraestructura y ubicación estratégica en el puerto de Brownsville: salidas a mar y tierra, además de comunicación directa con la vía del ferrocarril y una enorme terminal portuaria privada con capacidad para recibir lo mismo una pequeña barcaza que grandes buques cisterna.
Esas instalaciones resultaban clave para los nuevos negocios que coordinaba el vicepresidente Crescenzi. La terminal de Brownsville se convirtió en el principal punto de desembarque de los cargamentos de condensado que Continental, por un lado, vendía a diversas petroleras, y por otro, usaba como materia prima para la mezcla de la gasolina que comercializaba de manera directa.[2]
Aunque contaba con esta infraestructura tan amplia, en unos meses resultó insuficiente para el volumen de condensado que Continental comenzó a recibir —en promedio seis mil barriles por día—, de manera que había que buscar nuevas vías de distribución; entonces se proyectó instalar ductos en toda la región. Gracias a su amplia cartera de relaciones públicas, Crescenzi pactó millonarios contratos con importantes refinerías de Texas para abastecerles condensado. Ningún ejecutivo petrolero se negaría a negociar con un ex colaborador del presidente George Bush y su vicepresidente Dick Cheney.
Josh Crescenzi llegó a Continental con una licenciatura en desarrollo de liderazgo y administración de empresas, de la Texas A&M University, y de la Escuela George H. W. Bush de gobierno y servicio público de avanzada. Pero su mayor logro, la llave maestra para sus negocios, fue que, en 2004, trabajó en la Casa Blanca como enlace del presidente y el vicepresidente con los medios de comunicación.
Después de la Casa Blanca laboró para Stephen Payne, cabildero de altísimos vuelos, conocido broker y asesor de negocios —particularmente del sector energético—, acompañante de Bush en sus giras a las reuniones de la OTAN, y quien además, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, era el pivote de las relaciones Estados Unidos-Pakistán, de acuerdo con declaraciones del presidente Pervez Musharraf, registradas por la prensa estadounidense y europea.
Los detalles sobre la vida pública de Payne vienen a cuento porque al igual que él, su pupilo usaba y presumía sus buenas relaciones con el poderoso gabinete de Bush. Muy pronto, Crescenzi se convirtió en la estrella de la compañía, aunque el secreto de su éxito, más que sus relaciones públicas, fueron sus “socios estratégicos”, como él los llamaba. El precio al que obtenía el condensado le dejaba márgenes tan altos, que incluso se dice que planeaba exportarlo a otras regiones.
En un comunicado que por esos años emitió Timothy Brink, director general de Continental, refiere que su “nuevo” proveedor les entregaba en promedio 200 camiones cisterna por día, lo que significaba ventas de 20 mil barriles de condensado que semanalmente el consorcio distribuía a sus clientes vía marítima.
La identidad de los socios estratégicos que abastecían a Crescenzi la pondría en evidencia en 2009 el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés), al difundir los resultados de una investigación que develó los alcances del mercado negro de hidrocarburos. Se trataba de los cárteles de la droga mexicanos, el del Golfo y Los Zetas; es decir, la llamada Compañía.