II. Chupaductos
Veracruz.– Transportes Rojas es otra de las compañías a las que en 2002 se le incautaron cargamentos de queroseno de contrabando en la Aduana del Puente Internacional Reynosa-Pharr. La historia de esta empresa nos conduce hasta Poza Rica, antaño la ciudad petrolera más importante del Golfo de México, la misma que en los años cincuenta fue escenario de la adaptación fílmica de La rosa blanca, célebre obra donde el escritor alemán Bruno Traven relata los avatares de un pueblo que padeció la voracidad de una multinacional petrolífera.
Martín Rojas López era un modesto chofer que en menos de una década se convirtió en acaudalado empresario, dueño de una flota de camiones y pipas, hoteles, farmacias, boutiques y restaurantes, presuntamente surgidos de la ordeña de combustible comercializado por sus empresas Transportes Rojas, Aditivos y Combustibles S.A. (ACISA) y Energéticos Alternos del Norte.
En Poza Rica, la prensa documentó ampliamente el origen de su fortuna sin que ello inmutara a los políticos veracruzanos que congregaba en sus fiestas, donde el menú incluía costosas carnes de venado y bebidas importadas.
El caso de Martín Rojas recuerda al del gánster neoyorquino Alphonse Gabriel Capone, Al Capone, el personaje más famoso del Chicago de los años veinte, aprehendido sólo por evasión fiscal.
Rojas fue detenido y encarcelado dos veces por evasión fiscal y en ambas salió liberado bajo fianza. En abril de 2004 la PGR lo aprehendió en cumplimiento de una orden girada por el Tribunal Unitario del Séptimo Circuito en Boca del Río, Veracruz. El cargo: defraudación fiscal por cuatro millones 373 mil 29 pesos, según la causa penal 13/2003.
Cuando Rojas salió se fue a Estados Unidos, país que desde hacía tiempo se había convertido en el principal centro de operación para la reinversión de sus ganancias de los negocios petroleros, al igual que Venezuela. El FBI le siguió los pasos por indicios de lavado de dinero. En julio de 2005 agentes estadounidenses lo detuvieron cuando bajaba de su camioneta, frente al número 700 de Bering Drive, en Houston.
Martín Rojas llevaba una vida apacible entre los petroleros texanos en aquel barrio de calles arboladas y céspedes perfectamente recortados. Ello se reflejaba en varios kilos de sobrepeso. La tarde en que lo detuvieron vestía cómoda ropa casual veraniega, camisa a cuadros de manga corta y jeans; iba de compras al mall.
La Subprocuraduría Jurídica y de Asuntos Internacionales de la PGR tramitó ante el Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos la solicitud de extradición de Rojas para responder al mandamiento judicial girado por el Juez Octavo de Distrito en Veracruz, por defraudación fiscal (causa penal 58/2005).
La Agregaduría Regional de la PGR en San Antonio, Texas, registró que Jesús Martín Rojas solicitó su deportación voluntaria a Venezuela, y no a México. Pero, finalmente, se le extraditó al país un año después, y al llegar permaneció preso en el penal de Tuxpan, de donde en junio de 2008 obtuvo su libertad bajo fianza.
Con la penetración de la delincuencia organizada en Pemex, Poza Rica se convirtió en una ciudad muy violenta, consecuencia del delirio que despierta la fiebre del oro negro: asaltos, secuestros, prostitución y droga, trasiegos y consumo al mayoreo.
En la memoria quedaron sólo las apacibles tardes cuando las familias de los petroleros pozarricenses se daban cita para presenciar entrenamientos y partidos del famoso equipo de basquetbol La Ola Verde, los orgullosos campeones nacionales de liga, o para ver los encuentros de su equipo de tercera división profesional, los Petroleros de Poza Rica. Hoy, lo único que procuran es que no los secuestren o los ejecuten, ni verse entre un fuego cruzado. Poza Rica y sus áreas circunvecinas se ubican entre las zonas petroleras con mayor índice de violencia.
El corrosivo olor a chapopote se entremezcla con el dulzón aroma de la vainilla que los campesinos de la Huasteca bajan a vender a la ciudad durante los días de mercado. Bajo la copiosa lluvia, a 47 grados de un día de junio, el periodista veracruzano César Augusto Vázquez Chagoya, columnista político y director de varios rotativos regionales, cuenta con fechas precisas cómo Martín Rojas construyó su imperio:
Después de ser el chofer del periodista Raúl Gibb, a principios de los años ochenta, Martín Rojas López se fue como madrina de la Policía Judicial Federal a vivir muchos años a Matamoros [la misma corporación policiaca en la que Osiel Cárdenas sirvió también como madrina], y luego regresó con mucho dinero; ahora le decían “Don Martín”. Puso gasolineras y bodegas de combustible en Coatzacoalcos, Cosoleacaque y Poza Rica.
El 30 de mayo de 2002, en Coatepec se dio la explosión de dos pipas en una gasolinera en desuso donde hubo 25 lesionados y seis muertos; en las investigaciones se supo que en el lugar se vendía combustible adulterado, llegando las pesquisas hasta Poza Rica, señalando como proveedor a Martín Rojas López.
Rojas siempre tuvo la protección política del Grupo Totonacapan, políticos priistas algunos de ellos convertidos luego al PAN: Guillermo Zorrilla Fernández, alcalde de Tecolutla en 1995, luego, en 1997, diputado local, y secretario de Operación Política del PRI estatal, después diputado federal; Alfonso Allegretti Mejía, delegado de Seguridad Pública en el alemanismo y luego presidente del PRI municipal en Martínez de la Torre; Régulo Salazar Mejía, un rico citricultor de Papantla; Basilio Picazo Pérez, de la asociación ganadera de Coyutla; y Patricio Chirinos del Ángel, de Tempoal.
En el año 2000, Guillermo Zorrilla Fernández logró imponer como alcaldesa de Tecolutla a su esposa Fidelia Saldívar, Basilio Picazo Pérez ganó la presidencia de Coyutla, y Patricio Chirinos del Ángel alcanzó la alcaldía de Tempoal. A partir de entonces, como nunca antes, la región de Martínez de la Torre y Costa Esmeralda (del Puerto de Nautla al Río Tecolutla) fueron reconocidos como paso de narcotraficantes o centro de operaciones.
Martín Rojas López era entonces muy amigo de Rogelio González Pizaña, el famoso Geño, originario de Lechuguillas en Vega de Alatorre, principal sicario del cártel del Golfo y uno de los líderes de Los Zetas, quien se iniciara recogiendo cargamentos de cocaína hasta convertirse en uno de los favoritos de Osiel Cárdenas Guillén. Tomó luego el apelativo del Kelín de Nautla. Primero fue jefe de Los Zetas, después de Los Norteños, detenido en Guadalajara y recluido en el penal de La Palma, después de haber huido del penal de Matamoros.
Cuando Osiel fue capturado, el Geño se encargaba de las operaciones de narcotráfico desde Colombia a Estados Unidos. Aparte de sus relaciones con Allegretti, Zorrilla y Martín Rojas, sentía un especial afecto por Francisco Mota Uribe, quien tiene la misma historia de todos los narcotraficantes, llegando con mucho dinero a Colipa, donde fue alcalde, haciéndose cargo del rancho del Geño, llamado La Vigueta, pero como salió mal como alcalde, se fue a cuidarle un hotel y un restaurante en Lechuguillas.
Francisco Mota Uribe impulsó el proceso interno del PRI donde se eligió como candidato a diputado federal por Martínez de la Torre, el 28 de marzo de 2003, a su amigo Guillermo Zorrilla Fernández. Aquel día, con tanta alegría, Mota Uribe se fue a celebrar al puerto de Veracruz, donde anduvo tomando con el amigo del Geño que venía de Matamoros: Víctor Manuel Vázquez Mireles, alias el Meme Loco, famoso lugarteniente de Osiel Cárdenas Guillén. Estaban en el malecón bebiendo cuando fueron detenidos por la policía intermunicipal y remitidos a la ciudad de México.
Al Meme Loco lo recluyeron en La Palma, a Francisco lo soltaron. Después de este hecho, Francisco Mota vendió su rancho a la cantante Paquita la del Barrio y se fue a vivir a Baja California, donde formó un equipo de béisbol profesional: Los Cerveceros de Tecate, así como una escuela para beisbolistas jóvenes.
Guillermo Zorrilla Fernández empezaba su campaña de proselitismo para las elecciones del 6 de julio de 2003; el 14 de junio, a días de que su hermano fuese sometido a votación, Gabriel Zorrilla Fernández fue detenido por elementos de la AFI por portar credencial e insignias de la Procuraduría General de la República.
El del Totonacapan es uno de los grupos políticos más poderosos de Veracruz, especialmente crítico de ellos fue el periodista Raúl Gibb Guerrero, quien escribió sobre los negocios de Martín Rojas, de Rómulo Salazar Mejía, Guillermo Zorrilla Fernández y Alfonso Allegretti Mejía; todavía el día de su asesinato inauguraba un periódico en Martínez de la Torre.
En las páginas de La Opinión de Poza Rica, el periódico más influyente del norte de Veracruz, se documentaron ampliamente los negocios y el origen de la fortuna de Martín Rojas. Por ello, cuando el director del rotativo fue asesinado en abril de 2005, a Rojas se le relacionó con el caso.
Cuando Rojas fue extraditado, los organismos de defensa de la libertad de expresión manifestaron su exigencia de que se revisara el caso. Desde su sede en Francia la organización internacional Reporteros Sin Fronteras emitió un comunicado que citaba:
La policía mexicana tiene a un sospechoso en la investigación sobre la muerte de Raúl Gibb Guerrero, asesinado en Veracruz; se trata de Martín Rojas, líder de una banda local implicado en un caso de tráfico de carburante, presunto cabecilla de la red de contrabando de gasolina del estado de Veracruz Los Chupaductos.
Al paso del tiempo, como la mayoría de los crímenes contra periodistas en el país, el caso quedó sin resolver. Lo que las autoridades federales le demandaron a Rojas fue que presentara sus declaraciones y pagara sus impuestos.