Es un observatorio para el estudio alquímico del Universo. El dueño hizo una fortuna extrayendo raros ingredientes para oscuros elixires, ingredientes que solamente se encuentran en las nieblas turbulentas de las galaxias a medio formar. Finalmente, construyó un observatorio más grande en otro lugar y ya no necesita éste.
Desde ese malsano desván he presenciado universos dentro de universos, pero ese tipo de cosas no es para mí. Es vertiginosamente incomprensible para mi mente sencilla. No subiría allí en absoluto si no tuviera que rellenar el comedero automático de los pájaros. En los arcos de cristal que se entrelazan hay lechuzas del tamaño de abejorros, con ojos como rubíes relucientes. Las alimento con nueces, moscas de la fruta desecadas, sangre de buey y bolitas de trucha, de acuerdo con las instrucciones que me envió por correo la Sociedad Ornitológica Americana.
La torre no es visible desde la calle, salvo como un fantasmal juego de luz, porque el cristal es de una clase especial que apenas refleja la luz y, además, existe entre dimensiones.
¿Puede esperar un minuto? Llaman a la puerta.