Cuando oí hablar del laberinto, sentí curiosidad. No había sentido curiosidad por nada durante un tiempo. Era una maravilla sentir curiosidad. No tengo tanto miedo como antes de perder la seguridad y el amor. O quizá sólo es que el miedo ya no importa. Creo que el laberinto será interesante, eso es todo.

Podría cambiar mi perspectiva. Es lo que creo. Simplemente como esas personas que han tenido experiencias próximas a la muerte. Ha oído hablar de ello, supongo. Saben algo que el resto de nosotros no podemos creer, porque nunca lo hemos visto. Están más en paz consigo mismos. Sólo quiero saber algo, para variar, algo que no sea real; saberlo verdaderamente en vez de sospechar, dudar, preguntar, esperar.

La realidad es dolor y no puedo soportarlo. Tiene que haber algo más o no merece la pena vislumbrarlo. De modo que podría ser que mi búsqueda sea antisuicida. No tiene que preocuparse por alguna intención más oculta por mi parte.

¿Qué me está dando? ¿Un número de teléfono? ¡Pero yo quería ver el laberinto! ¿De quién es este número? ¿No me lo quieres decir?

Bueno, ya que insiste, iré a casa y lo intentaré. Pero estaba deseosa de entrar de una vez en el laberinto.