No les culpo por aburrirse, pero ¡me gustan tanto los libros antiguos! No puedo dejarlos. Sé que es horroroso. Quizá todavía tendría a mi amante si hubiera estado dispuesta a cambiar. Oh, es muy amable por su parte, madame Enchantia, pero se aburriría también de ello, si hablara mucho más.
¿Las paredes? Están detrás de las estanterías. Apenas se pueden ver las paredes. Lo que se ve es azul. Es extraño, porque habría jurado que eran amarillas. Una cosa curiosa para olvidarla.
Es un milagro que los libros no se caigan al suelo, con los ángulos tan absurdos que tienen los estantes. Los coloqué yo misma, pero solamente después me di cuenta de lo mal que había hecho el trabajo. Están por todas partes. ¿La cama? La tengo en el cuarto de estar. Es corriente, alrededor de 45 pies de largo por cuatro de ancho. Obstruye la ventana de la habitación delantera que da a la calle. No puedo usarla casi.
Hay una alfombra, una alfombra azul celeste (¡Pero si yo creí que era amarilla!) Está llena de bichos. Tenía un perro, pero murió hace un año, porque un vecino le dio una salchicha envenenada. Fue triste. Desde entonces he intentado alguna vez deshacerme de los parásitos que dejó, la mayoría son diminutos escarabajos, pero también pulgas y arañas. Pero soy contraria a los productos químicos, ya que yo misma gateo mucho por todo el suelo.
Las pulgas nunca me pican. Hay algo en mi química que no les gusta. Sea lo que sea, hay algo extraño en mi organismo, porque también paro los relojes de pulsera. Si llevo un reloj más de dos días, se para y no vuelve a funcionar hasta mucho tiempo después de quitármelo. Así que nunca sé qué hora es. No les gusto a los relojes de pulsera ni a las pulgas. Pero por la noche, los mosquitos vienen a la ventana de la habitación delantera. Como sobresale tanto el pie de la cama, no puedo cerrarla.