La biblioteca ocupa sólo una zona del cuarto de estar y del comedor, pero las estanterías actúan como divisiones, de modo que hay docenas y docenas de pasillos y rincones oscuros y se produce la ilusión de innumerables habitaciones. Hileras e hileras, montones y montones, libros por todas partes y nunca parece haber suficientes estantes para todos, así que he apilado libros en todas las esquinas, montones vacilantes, ansiosos por venirse abajo y sepultar a cualquiera que no tenga cuidado.

Enormes cantidades de libros me rodean, una infinidad de volúmenes por todas partes; ya he leído casi todos. Es sorprendente, pero lo he hecho. A veces dos o tres veces. De vez en cuando alguno consigue ocultarse antes de que tenga la oportunidad de leerlo y reflexionar sobre él, pero finalmente sale y yo me quedo felizmente asombrada de encontrar algo que había olvidado que existiera.

¡Caramba! Hay montones de alegrías aquí dentro.