De: SamuelBrooks@elboscdelesfades.com

Para: MarthaBrooks@BarnabyOaks.uk

Asunto: de regreso a la jubilosa Londres

Mamá,

Siento que hayas tenido una vuelta al trabajo tan estresante pero ya sabes lo que dicen: si quieres que algo se haga bien, hazlo tú mismo. De todas formas, creo que deberías tomarte vacaciones más a menudo, así el viejo Barnaby aprendería a echarte de menos. Aunque es un viejo listo, seguro que ya sabe lo que tiene.

Fue un alivio tenerte por aquí estos días, creo que si alguien encaja en el ritmo sosegado y secreto de El Bosc de les Fades en invierno, esa eres tú. Me alegró que supervisases el spa (mil gracias) y a mi hermano (mil millones de gracias). Y me sorprendió cuando Emma me contó que habíais estado hablando sobre algunos temas que sé que son importantes para ti. Lo cierto es que me emocionó profundamente que quisieras escuchar a Emma tocar tu piano, no creo que nadie más comprendiese el gesto tan íntimo y de confianza que significaba para ti. Sé lo mucho que aprecias el Steinway y lo frustrante que te resulta no ser capaz de tocarlo con toda la soltura que te gustaría.

Cuando te jubiles, te enviaré a Londres al mejor de los profesores de piano y cuando vengas por aquí será Emma quién se quede boquiabierta al escucharte. Te lo prometo.

Todavía me sorprende lo mucho que me conmueve escuchar a Emma tocar, el violín o el piano, no importa. Verla concentrada en su música, capaz de arrancar sonidos tan bellos a objetos para mí inanimados, me sume en un estado contradictorio de placer y sosiego. Su talento me conmueve, es cierto, pero también me incomoda porque sé que es injusto que siga aquí, conmigo, cuando ahí fuera hay todo un mundo esperando para escucharla.

Ya te expliqué que en septiembre tenía una audición con la Orquesta Sinfónica de Dublín. Si tienen siquiera un dedo de frente la contratarán. Y yo me quedaré aquí, otra vez solo. Peor que antes, porque la idea de no tener a Emma conmigo, ahora que la he encontrado, me resulta insoportable. Todavía no sé cómo seré capaz de dejarla marchar. Muchas noches me sorprendo urdiendo un montón de planes descabellados para retenerla aquí, conmigo, escondida entre mis bosques. Mi hada pelirroja.

Algunas noches, Emma toca en su habitación para Marbel y Aurora. A veces se les une Joaquim, siempre con tazas de chocolate o té, macarrons de pistacho, bizcochos recién hechos, todavía calientes, galletas o tortitas con nata, quién sabe. Estos últimos días he tenido la suerte de añadirme a las serenatas de violín, que nada tienen que envidiar a tus visitas al Covent Garden.

Me gusta ver a Emma inclinada sobre su violín, la madera rojiza bajo su barbilla, el arco suspendido, el movimiento cambiante de sus brazos, los ojos bajos, a veces cerrados, la sombra de sus pestañas sobre las mejillas pálidas. Tengo la sensación de haberla sorprendido en medio de un sueño, de un momento tan íntimo que no puedo más que contener el aliento para no despertarla y poder seguir contemplando el prodigio de sus manos.

Todavía me sorprende, cuando la abrazo, el tacto de mis manos intransigentes sobre algo tan precioso y delicado.

La otra tarde, tu señor Lexington me acompañó a dar un paseo por el bosque. Medio en broma me comentó que últimamente le parecía que El Bosc de les Fades había recuperado el halo misterioso y mágico de las leyendas de antaño. Me dijo que a veces se arrepentía de no escribir novela sobrenatural y hablar del retorno de las hadas a esta «tierra incógnita» (dijo tu escritor textualmente).

Me quedé con las ganas de responderle que yo también creía que la magia había vuelto a mi hotel y que conocía al menos el regreso de un hada; que a veces caminaba descalza por el suelo de su habitación y se quejaba del frío pero que acababa por volver siempre al calor de mis brazos en las noches más cerradas de este marzo.

Ya ves, soy incapaz de contarte nada que no sea Emma. No quiero pensar en septiembre, ni siquiera en la temporada alta de verano, quiero disfrutar del tiempo que me quede a su lado y atesorar cada momento. Mis manos de jardinero impaciente ya la echan de menos.

Y antes de que me digas nada: no, no estoy leyendo otra vez a Byron. Ni siquiera a Milton. Ni a Blake.

Por cierto, mamá, Tristán sigue saliendo con Carlota pese a que le dijiste lo mucho que te gustaba. No salgo de mi asombro. Anoche incluso se quedó a dormir en su casa y le pillé confesándole a Marbel que la había acompañado a hacer la compra y le había gustado ¿Dónde está mi hermano y quién es este ser que han dejado en su lugar los extraterrestres que lo abdujeron?

En fin, mamá, me alegró mucho tenerte por aquí unos días y que conocieras a Emma. Te mantendré al tanto de las novedades.

Con cariño,

Samuel