De: SamuelBrooks@elboscdelesfades.com

Para: MarthaBrooks@BarnabyOaks.uk

Asunto: Una sonrisa vale más que mil palabras (incluso las de W. Lexington)

Mamá,

Dile al viejo Barnaby que no me hago responsable si la próxima novela de su escritor estrella resulta ser de humor. Sí, así están las cosas: he visto sonreír a William Lexington. Creo que soy uno de los pocos hombres sobre la faz de la tierra que tiene ese honor.

¿Cómo ha ocurrido semejante proeza? Te estarás preguntando.

—Por favor, querido primogénito, cuéntame cómo ha sido el más extraño hito de la literatura inglesa de este siglo. —Te oigo suplicar desde aquí.

Pues bien, no lo sé. Iba camino del jardín interior cuando me he cruzado con él. Le he saludado amablemente (si quiero puedo ser amable pese a lo que diga Tristán) y hemos intercambiado algunas cortesías sobre el tiempo y sobre sus planes de salir a comer al pueblo en unos minutos. Me ha preguntado por Petra, ha escuchado educadamente mi respuesta, ME HA SONREÍDO y se ha despedido.

Cuando he conseguido salir de mi estupor y recuperar el uso de mis piernas, me he ido al jardín y le he preguntado a Petra por su reciente visita. No sabía nada de ningún señor Lexington (sonriente o no) pero sí que parecía algo molesta por haber tenido que echar a cierta señorita pelirroja de bufanda verde larguísima. ¿Por qué ha echado a Emma del jardín? —me preguntarás ahora (caramba, mamá, qué mail tan lleno de misterios)—. Pues porque, y cito textualmente sus palabras, «me marchita las violetas». Por supuesto, ¿por qué otra razón iba a ser?

En fin, mamá, el misterioso comportamiento humano sigue guardando todos sus secretos para mí. Sé que Tristán y tú me llamáis huraño y hosco a mis espaldas (aunque creo recordar que en alguna ocasión incluso me lo habéis dicho a la cara) pero prefiero mi soledad entendida que la confusión de los demás.

Aparte de los supuestos superpoderes malignos de Emma para marchitar las violetas, creo que se lleva bien con William Lexington. Al menos tu escritor no le ha tirado ningún azucarero a la cabeza últimamente y Marbel me ha dicho que el otro día les oyó hablar a través de la puerta. Emma la obradora de prodigios.

Un abrazo,

Samuel