De: SamuelBrooks@elboscdelesfades.com

Para: MarthaBrooks@BarnabyOaks.uk

Asunto: el abogado de los Brooks llama a mi puerta

Mamá,

Esta tarde, en medio de una tormenta épica, de esas que rompen las ramas de los alcornoques y las sabinas negras y hacen volar las piñas, apareció tu abogado. Aunque te olvidaste de decirme que no se trataba de Míster Clawson sino de Miss Clawson, su hija. Carolyn Clawson, ese es su nombre, hace un año que se ha hecho cargo de los asuntos de El Bosc de les Fades porque su padre se jubila en breve y ha estado pasándole sus clientes mes a mes.

Conociendo tu desinterés crónico en los asuntos legales de nuestras propiedades, me imagino que ni siquiera sabrás que tu abogado se jubila. Y eso que estoy seguro de que el bufete de Míster y Miss Clawson te habrá hecho llegar una carta al respecto. Me cuesta imaginar que unos londinenses tan serios como estos tengan tal falta de respeto por sus clientes.

La pobre Carolyn Clawson ha llegado hasta mi puerta tan mojada como si se hubiese pasado antes por la piscina del hotel (me refiero de haber estado llena y en funcionamiento, que no lo está). Y ha tenido la buena suerte de que Tristán le abriese. Ya sabes cómo es mi hermano, el perfecto caballero inglés, todo encanto y seducción. Le ha cogido la maleta, la ha acompañado hasta la habitación de invitados del primer piso y la ha obligado a darse un baño caliente antes de hacer nada más.

Y luego, tu encantador hijo menor, se ha largado a saber dónde sin ni siquiera avisarme de que una abogada londinense andaba desnuda por el baño de invitados. Me imagino que en el divertidísimo mundo de Tristán estas cosas suelen ser tan comunes que apenas merece la pena mencionarlas. ¿Recuerdas un libro de relatos de Wodehouse sobre el club de los zánganos? ¿No te imaginas a tu hijo menor como uno de sus protagonistas pero en el siglo XXI?

En fin, ¿por dónde iba? Ah, sí, teníamos una abogada desnuda y un hermano desaparecido. ¿Y dónde estaba Samuel? Te estarás preguntando. Pues yo seguía en el piso de arriba, en el despacho del abuelo, tan concentrado en la búsqueda de una pista sobre los endemoniados papeles de propiedad que no me he enterado de nada de lo que ocurría en el piso inferior. De todas formas, el aullido de la tormenta era tan intenso que no habría podido escuchar nada más que los truenos y el silbido del viento.

Por suerte, la competente abogada ha sabido encontrarme después de su acicalamiento y ha conseguido darme un susto de muerte apareciendo a mi espalda sin hacer ruido. Me ha explicado su aventura en el piso de abajo y ha aceptado tomar una taza de té (¿te dije que Emma me trajo un té del pueblo?). Creo que le ha decepcionado un poco no volver a encontrarse con Tristán.

Hemos comido en casa (me daba pena obligarla a volver a salir a la lluvia para comer en el hotel, aunque el menú de Quim bien hubiese merecido la pena) y la he puesto al día sobre las dificultades de demostrar legalmente la propiedad privada de las hectáreas de bosque que lindan con El Bosc de les Fades.

Me gustaría decirte que te estoy escribiendo ahora mismo porque hemos encontrado algo significativo pero no sería cierto. Sin embargo, la impecable Miss Carolyn Clawson sigue removiendo archivos llena de esperanza. No sé por qué pero me parece temible, no me gustaría encontrármela en los tribunales siendo la parte contraria a su causa. No recordaba al viejísimo Míster Clawson tan formidable.

Caía la tarde y fuera estaba cada vez más oscuro cuando Emma ha desafiado a la tempestad cruzando la plaza desde el hotel hacia nuestra casa. Carolyn y yo estábamos en el despacho revisando la correspondencia del abuelo con los Belleneuve, cuando me he levantado un momento a estirar las piernas y la he visto por la ventana.

Iba vestida con un impermeable rojo y, totalmente rendida a la tormenta, había renunciado a cualquier paraguas. Su pelo, de un cobrizo oscuro cuando se moja, azotaba su cara y se escapaba una y otra vez de sus hermosas manos. Emma caminaba con más determinación que los elementos. Sin embargo, al pasar junto a la estatua de Nora se ha quedado mirándola con lo que me ha parecido concentración.

Abajo, Tristán ha debido de abrirle la puerta y a saber si también le ha ofrecido un baño caliente. En el despacho, Carolyn estaba hablando sobre estrategias peritales pero ya no he podido prestarle atención. Sabía que debía seguir trabajando, que no era asunto mío la extraña aparición de Emma, pero sentía la inquietud de que mi hermano tramase algo con ella ¿o debería decir contra ella?

Y entonces, mamá, la casa se ha llenado con su música. No sabía que tu piano fuese capaz de producir semejante sonido.

He salido del despacho, he bajado las escaleras y allí estaba Emma, justo en medio del salón, sentada al piano en una postura tan elegante que hasta tú hubieses sentido envidia de su acomodo. Descalza, vestida con mi albornoz, y el pelo, todavía mojado, suelto sobre su espalda. Millais hubiese pagado una fortuna por poder pintarla así.

Tristán, recién aparecido de ves a saber dónde, se ha llevado un dedo a los labios para pedirme silencio. Qué gesto más inútil, no hubiese sido capaz de hablar aunque lo hubiese querido.

Me he quedado allí, apoyado en el marco de la puerta del salón, invisible, dejándome llevar por esa música extraordinaria, terrible, conmovedora. Hasta que me ha faltado el aliento y se me han crispado las manos por el deseo incontenible de hundirlas en su hermoso cabello húmedo.

He salido corriendo de la casa, incapaz de resistir por más tiempo el impulso, y he dejado que la lluvia y el viento me librasen de la rabia y el desasosiego.

No sé cuánto tiempo he estado en el bosque. Cuando he vuelto, no había nadie en la casa. Me pregunto qué habrá pensando Carolyn la abogada de mi repentina desaparición aunque como ha tenido ocasión de irse con Tristán al pub no creo que le haya preocupado durante mucho tiempo. La locura es hereditaria y ella, por su profesión, debe saber mucho de herencias.

Ambos sabemos que el del comportamiento excéntrico e impulsivo siempre ha sido Tristán. ¿Quizás me haya contagiado algo de su errático carácter absurdo y caprichoso? Lo único que sé es que me resulta imposible estar en la misma habitación que Emma sin tocarla.

Me conoces, mamá, sabes lo mucho que me ha costado escribirte esto. Siento como si fuese a explotar si no se lo contase a nadie. Y lo que más me molesta es esa sonrisa suficiente de mi hermano, como si supiese exactamente lo que está por venir.

Necesito unas vacaciones lejos de aquí.

O que una prueba de ADN me salve de la locura hereditaria de escaparme en plena tormenta de una confortable y caldeada casa, confirmándome que no soy más que un pobre huérfano gentilmente adoptado por Martha Brooks, y que no tengo ningún parentesco con el don Juan de Mirall de Mar con el que comparto un hotel en las afueras.

Te quiere,

Samuel