De: SamuelBrooks@elboscdelesfades.com

Para: MarthaBrooks@BarnabyOaks.uk

Asunto: Jardín

Mamá,

No quiero saber nada de Katherine. Te ruego por favor que si te la vuelves a encontrar por la ciudad no le expliques nada sobre mí. Pero sobre todo, no me expliques a mí nada de ella. Nuestro matrimonio —¡pero qué digo!—, nuestra relación está más que terminada. Ahora quiero hacer como si nunca hubiese existido y que tú me vayas contando que has hablado con ella de tal o cual cosa no me ayuda en el ejercicio de desmemoria que me empeño en hacer.

Sí, ya lo sé, seguro que psicológicamente hablando eso debe ser malísimo e iré al infierno de los freudianos o algo así. No me importa. En el infierno, freudiano o no, están todas las personas más interesantes que conozco.

Y hablando de indeseables, ¿tienes noticias de Gonzalo? No es que quiera saber nada de él, simplemente me preguntaba si seguíais hablando de vez en cuando ahora que tiene dos niños de los que ocuparse (por supuesto esto último es una ironía, mamá) (la aclaración viene a cuenta de que no siempre me pareces todo lo británica que deberías ser cuando utilizo la ironía al hablar contigo).

En realidad te escribo para contarte que el jardín interior está quedando estupendo. Petra me está echando una mano, claro, pero puedo decir sin mentir que casi todo es obra mía. Los parterres de rosas están a punto para la primavera, podados y fumigados. Y he incorporado remolinos de violetas silvestres y margaritas que darán un efecto de luz muy especial cuando broten, ya lo verás. Pero lo más increíble es lo mucho que han crecido las begonias y las gardenias, tengo la convicción de que esta vez superarán las heladas y acabarán siendo grandes árboles cuajados de flores. En verano, cuando seamos muy ancianos y nos jubilemos tomaremos grandes vasos de limonada fresca bajo su sombra.

Últimamente me siento inquieto, me obsesiono con pequeñeces y me enfurece pensar que todo el esfuerzo y la inversión que hemos dedicado al hotel no sirve para nada. He puesto mucho más que mis ahorros en este proyecto, y tú lo sabes. Es entonces, en esos momentos de desazón, cuando trabajar en el jardín me devuelve la calma y la esperanza.

A veces recibo algún correo de Christopher, mi antiguo jefe. Siempre me pregunta cómo va El Bosc de les Fades y se interesa por las finanzas. Sé que no lo hace con ninguna intención oculta —de hecho él y su familia fueron unos de nuestros primeros clientes y suelen pasar más de un fin de semana al año alojados aquí— pero me preocupa siempre que me dice eso de «ya sabes que aquí siempre tendrás la puerta abierta». Preferiría enrolarme en el ejército que volver a mirar un solo balance ajeno más de pérdidas y ganancias en lo que me queda de vida.

Eso me recuerda que tenemos reunión con el contable y el gestor esta misma tarde. Aunque no sé por qué digo «tenemos», eso será si consigo encontrar a Tristán, ¿dónde se mete? Inútil preguntarle, me dirá que ha estado haciendo surf, o jugando al billar, o tomándose una cerveza con los amigos en el Rosebud, el pub de su colega del alma, Paul.

Por cierto, ¿sabías que Joaquim, nuestro competente cocinero, tiene un grupo de música heavy que se hace llamar Hell on the Earth? Suele tocar precisamente en el Rosebud los últimos jueves de cada mes y parece que tienen bastante éxito en el pueblo. Pensé que su pelo largo (siempre recogido en una pulcra coleta cuando trabaja aquí, cosa que me tranquiliza) se debía a devaneos bohemios. Pero ahora que lo pienso, creo que debajo de sus impolutos mandiles siempre lleva camisetas negras de grupos infernales.

En fin, mamá, vivir para ver. Pero entre tú y yo, ¿no te hubiera parecido más lógico que fuese Phillip quien militara en las filas de Hell on the Earth?

Un beso.

Samuel