René y el tema de la Arcadia
Si René estuvo asociado con Juana de Arco, su carrera posterior, en su mayor parte, fue mucho menos belicosa. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, René tenía menos de guerrero que de cortesano. En este sentido era un inadaptado en su propia época; era, en pocas palabras, un hombre que se adelantó a su tiempo, un anticipo de los cultos príncipes italianos del Renacimiento. Persona cultísima, era un escritor prolífico que ilustraba sus propios libros. Escribía poesía y alegorías, además de compendios de reglas de los torneos. Procuraba fomentar el conocimiento y en cierto momento tuvo empleado a Cristóbal Colón. Estaba empapado en la tradición esotérica y en su corte había un astrólogo, cabalista y médico judío que respondía al nombre de Jean de Saint-Rémy. Según cuentan diversas crónicas, Jean de Saint-Rémy era el abuelo de Nostradamus, el famoso profeta del siglo XVI que también figuraría en nuestra historia. Entre las inquietudes de René se contaban los romances de caballería además de los romances sobre el rey Arturo y el Grial. De hecho, se dice que estaba muy orgulloso de una magnífica copa de porfirio rojo que, según él, había sido utilizada en las bodas de Caná. Afirmaba haberla obtenido en Marsella, donde la Magdalena, según la tradición, desembarcó con el Grial. Otros cronistas dicen que René tenía en su poder una copa —tal vez la misma— en cuyo borde había una misteriosa inscripción:
Qui bien beurra
Dieu voira.
Qui beurra tout d’une baleine Voira Dieu et la Madeieine.
(Aquel que beba bien verá a Dios. Aquel que beba de un solo trago verá a Dios y a la Magdalena).
No sería equivocado ver en René de Anjou a uno de los grandes impulsores del fenómeno que hoy conocemos por Renacimiento. Como tenía numerosas posesiones en Italia, pasó algunos años en dicho país; y, dada su gran amistad con los Sforza, la familia gobernante de Milán, estuvo en contacto con los Medici de Florencia. Hay buenas razones para creer que fue en gran parte la influencia de René lo que movió a Cosimo de Medici a embarcarse en una serie de proyectos ambiciosos que estaban destinados a transformar la civilización occidental.
En 1439, cuando René residía en Italia, Cosimo de Medici empezó a enviar agentes a todo el mundo en busca de manuscritos antiguos. Luego, en 1444, Cosimo fundó la primera biblioteca pública de Europa, la Biblioteca de San Marco, y con ello comenzó a desafiar el monopolio del saber que la Iglesia tenía desde haría mucho tiempo. Por orden expresa de Cosimo, por primera vez se tradujo la obra de los pensadores platónicos, neoplatónicos, pitagóricos, gnósticos y herméticos, obra que a partir de entonces fue de fácil acceso. Cosimo también ordenó a la universidad de Florencia que iniciase la enseñanza del griego, por primera vez en Europa desde haría unos setecientos años. Y se comprometió a crear una academia de estudios pitagóricos y platónicos. La academia de Cosimo no tardó en generar multitud de instituciones parecidas en toda la península italiana, instituciones que se convirtieron en bastiones de la tradición esotérica occidental. Y a partir de ellas comenzó a florecer la alta cultura del Renacimiento.
Al parecer, René de Anjou no sólo contribuyó en cierta medida a la formación de las academias, sino que, además, les confirió uno de sus temas simbólicos favoritos: el de la Arcadia. Desde luego, fue durante la carrera del propio René que el motivo de la Arcadia hizo su primera aparición en la cultura postcrístiana de Occidente En 1449. Por ejemplo, en su corte de Tarascón, René organizó una sene de pas d armes, que eran unas curiosas e híbridas amalgamas de torneo y mascarada en las que los caballeros competían unos con otros y, al mismo tiempo, interpretaban una especie de obra teatral. Uno de los pas a» armes más famosos de René se titulaba El Pas a Armes de la Pastora. Interpretada por la que a la sazón era la concubina de René, la Pastora era una figura explícitamente arcádica, que incorporaba atributos tanto románticos como filosóficos. Presidía un torneo en el cual los caballeros asumían identidades alegóricas que representaban valores e ideas contrapuestos. El acontecimiento fue una fusión singular del romance pastoral arcádico con el tema de la Tabla Redonda y los misterios del Santo Grial.
La Arcadia figura también en otras partes de la obra de René. Con frecuencia está representada por una fuente o una lápida sepulcral, ambas asociadas a una corriente subterránea. Esta corriente suele equipararse al río Alfeo, que es el río central que fluye por la Arcadia geográfica real de Grecia. Es un río de curso subterráneo que, según se dice, vuelve a la superficie en la Fuente de Aretusa, en Sicilia. Desde la antigüedad más remota hasta el Kubla Khan Coleridge, el río Alfeo ha sido considerado como sagrado. Su nombre se deriva de las mismas raíces que la palabra griega Alpha, que significa primero o fuente.
Al parecer, para René el motivo de una corriente subterránea era muy rico en resonancias simbólicas y alegóricas. Entre otras cosas, parece connotar la tradición esotérica subterránea del pensamiento pitagórico, gnóstico, cabalístico y hermético. Pero también podría connotar algo más que un cuerpo general de enseñanzas, quizás alguna información basada en hechos y muy específica: alguna clase de «secreto», transmitido clandestinamente de una generación a otra. Y podría connotar una estirpe no reconocida y, por ende, subterránea.
Según todos los indicios, en las academias italianas la imagen de una corriente subterránea poseía todos estos niveles de significado. Y se repite de modo constante, tanto es así, de hecho, que las propias academias han recibido con frecuencia la etiqueta de arcádicas. Así, en 1502 se publicó una obra importante, un largo poema titulado Arcadia, escrito por Jacopo Sannazaro; y unos años antes, en el séquito italiano de René de Anjou había un tal Jacques Sannazar, probablemente el padre del poeta. En 1553 el poema de Sannazaro fue traducido al francés. Es interesante observar que iba dedicado al cardenal de Lénoncourt, antepasado del conde de Lénoncourt del siglo XX, recopilador de las genealogías que aparecen en los documentos Prieuré.
Durante el siglo XVI la Arcadia y la «corriente subterránea» se convirtieron en una moda cultural prominente. En Inglaterra inspiraron a sir Philip Sidney[6] en su obra más importante, Arcadia.[7] En Italia inspiraron a figuras tan ilustres como Torquato Tasso, cuya obra maestra, Jerusalén liberada, trata de la toma de la Ciudad Santa por Godofredo de Bouillon. En el siglo XVII el motivo de la Arcadia ya había culminado en Nicolás Poussin y Les bergers d’Arcadie.
Cuanto más ahondábamos en la cuestión, más aparente se nos haría el hecho de que algo —una tradición de alguna clase, una jerarquía de valores o actitudes, quizás un cuerpo específico de información— era insinuado de manera constante por la corriente subterránea. Al parecer, esta imagen adquirió proporciones obsesivas en la mente de ciertas ilustres familias políticas de la época, todas las cuales, directa o indirectamente, figuran en las genealogías de los documentos Prieuré. Y, según parece, las familias en cuestión transmitieron la imagen a sus artistas protegidos. Parece que René de Anjou pasó algo a los Medici, los Sforza, los Este y los Gonzaga, los últimos de los cuales, según los documentos Prieuré, dieron a Sion dos grandes maestres, Ferrante de Gonzaga y Louis de Gonzaga, duque de Nevers. Al parecer, a través de ellos ese algo llegó a la obra de los poetas y pintores más ilustres de la época, incluyendo a Botticelli y a Leonardo da Vinci.