Meroveo y sus descendientes
Durante nuestra investigación encontramos alusiones a por lo menos dos figuras históricas que llevaban el nombre de Meroveo, y no acaba de estar claro a cuál de las dos atribuye la leyenda la descendencia de una criatura marina. Uno de los dos Meroveos era un caudillo sicambro que vivía en 417, combatió a las órdenes de los romanos y murió en 438. Por lo menos un experto moderno en este período ha sugerido que, de hecho, este Meroveo visitó Roma, donde causó gran sensación. Ciertamente existe un testimonio de la visita de un imponente jefe franco que llamaba la atención por su larga cabellera rubia.
En 448 el hijo de este primer Meroveo, que llevaba el mismo nombre que su padre, fue proclamado rey de los francos en Tournai y reinó hasta su muerte, acaecida diez años más tarde. Puede que fuese el primer rey oficial de los francos como pueblo unido. Quizás en virtud de esto, o de lo que simbolizase su fabuloso nacimiento dual, la dinastía que le sucedió ha sido llamada merovingia desde entonces.
Bajo los sucesores de Meroveo el reino de los francos floreció. No era la cultura tosca y bárbara que a menudo se imagina la gente. Al contrario, en muchos aspectos es comparable con la elevada civilización de Bizancio. En ella incluso se estimulaba el aprendizaje de la lectura y la escritura entre los seglares. Bajo los merovingios esta «culturización popular» estuvo más extendida de lo que estaría dos dinastías y quinientos años más tarde. Esta cultura se hacía extensiva a los propios gobernantes, lo cual es de lo más sorprendente si tenemos en cuenta la tosquedad y la incultura de posteriores monarcas medievales. El rey Childerico, por ejemplo, que reinó durante el siglo VI, no sólo construyó lujosos anfiteatros de estilo romano en París y Soissons, sino que, además, era un consumado poeta que se enorgullecía mucho de su arte. Y hay crónicas literales de sus conversaciones con autoridades eclesiásticas que reflejan una sutileza y una erudición extraordinarias, cualidades que no se suelen relacionar con un rey de aquella época. En muchas de estas conversaciones Childerico demuestra estar a la altura de sus interlocutores clericales e incluso les supera en ocasiones.[6]
Bajo el gobierno merovingio los francos eran brutales con frecuencia, pero no eran realmente un pueblo belicoso por naturaleza o inclinación. No eran como los vikingos, por ejemplo, ni como los vándalos, los visigodos o los hunos. Sus actividades principales eran la agricultura y el comercio. Prestaban mucha atención al comercio marítimo, especialmente en el Mediterráneo. Y los artefactos de la época merovingia reflejan una maestría artesanal que es verdaderamente asombrosa, tal como atestigua el buque encontrado en Sutton Hoo.
La riqueza que acumularon los reyes merovingios fue enorme, incluso comparándola con la de épocas posteriores. Gran parte de esta riqueza consistía en monedas de oro de calidad soberbia, producidas por cecas reales en ciertos lugares importantes, incluyendo lo que ahora es la ciudad suiza de Sion. Se encontraron ejemplares de tales monedas en el buque encontrado en Sutton Hoo, y ahora pueden admirarse en el Museo Británico. Muchas de las monedas llevan una cruz distintiva de brazos iguales, idéntica a la que más adelante, durante las cruzadas, se adoptó para el reino franco de Jerusalén.