La tentativa de apoderarse del trono de Francia
A mediados del decenio de 1620 el trono de Francia estaba ocupado por Luis XIII. Pero el poder que había detrás del trono era el primer ministro del rey, el cardenal Richelieu, verdadero arquitecto de la política francesa. Todo el mundo está de acuerdo en que Richelieu fue el archi-Maquiavelo, el maquinador supremo de su época. Puede que fuera también algo más.
Mientras Richelieu daba a Francia una estabilidad sin precedentes, el resto de Europa —y especialmente Alemania— se debatía entre las llamas de la guerra de los Treinta Años. En sus orígenes esta guerra no fue esencialmente religiosa. A pesar de ello, pronto se polarizó en términos religiosos. En un bando estaban las fuerzas acérrimamente católicas de España y Austria. En el otro, los ejércitos protestantes de Suecia y de los pequeños principados alemanes, incluyendo el Palatinado del Rhin, cuyos gobernantes, el Elector Federico y su esposa Elizabeth Estuardo, se encontraban exiliados en La Haya. Federico y sus aliados contaban con el apoyo de los pensadores y escritores «rosa-cruces» tanto en el continente como en Inglaterra.
En 1633 el cardenal Richelieu emprendió una política audaz y en apariencia increíble. Metió a Francia en la guerra de los Treinta Años, pero no en el bando que cabría esperar. Para Richelieu cierto número de consideraciones tenían precedencia sobre sus obligaciones religiosas como cardenal. Quería establecer la supremacía francesa en Europa. Pretendía neutralizar la amenaza perpetua y tradicional que para la seguridad de Francia representaban Austria y España. Y quería destruir la hegemonía española que duraba desde hacía ya más de un siglo, especialmente en los Países Bajos y partes de la Lorena moderna, es decir en el corazón del antiguo reino merovingio. A causa de estos factores, Europa vio con sorpresa la acción inusitada de un cardenal católico, presidente de un país católico, despachando tropas católicas a luchar en el bando protestante… contra otros católicos. Ningún historiador ha sugerido jamás que Richelieu fuera rosacruz. Pero habría sido imposible hacer algo más en consonancia con las actitudes de los rosacruces o algo que le hubiera granjeado más los favores de la Rosacruz.
Mientras tanto la casa de Lorena había empezado otra vez a aspirar al trono francés, aunque de manera oblicua. Esta vez el pretendiente al trono era Gastón de Orléans, hermano menor de Luis XIII. Gastón no pertenecía a la casa de Lorena. En 1632, sin embargo, había contraído matrimonio con la hermana del duque de Lorena. Por consiguiente, su heredero llevaría sangre de Lorena por parte materna; y si Gastón subía al trono, Lorena presidiría Francia en el plazo de otra generación. Esta perspectiva bastó para movilizar apoyo. Entre los que defendieron el derecho de Gastón a la sucesión encontramos a un individuo al que ya habíamos encontrado antes: Charles, duque de Guisa. Charles había tenido por preceptor al joven Robert Fludd. Y se había casado con Henriette-Catherine de Joyeuse, propietaria de Couiza y de Arques, donde está situada la tumba que es idéntica a la que aparece en el cuadro de Poussin.
Fracasaron los intentos de deponer a Luis y sentar en el trono a Gastón, pero, al parecer, el tiempo estaba del lado de este último; o al menos del lado de sus herederos, pues Luis XIII y su esposa, Ana de Austria, seguían sin tener hijos. Ya circulaban rumores en el sentido de que el rey era homosexual o de que estaba sexualmente incapacitado; y, de hecho, según ciertos informes que se dieron a conocer después de su autopsia, era incapaz de engendrar hijos. Pero en 1638, tras veintitrés años de matrimonio estéril, de pronto Ana de Austria concibió un hijo. Pocas personas de aquel tiempo creyeron en la legitimidad de aquel hijo y sigue habiendo muchas dudas al respecto. Según autores de la época y posteriores, el verdadero padre del niño era el cardenal Richelieu o quizá un «semental» contratado por él, muy posiblemente su protegido y sucesor, el cardenal Mazarino. Incluso se ha afirmado que después de la muerte de Luis XIII, Mazarino y Ana de Austria se casaron en secreto.
En todo caso, el nacimiento de un heredero de Luis XIII fue un duro golpe para las esperanzas de Gastón de Orléans y la casa de Lorena. Y cuando murieron Luis y Richelieu, ambos en 1642, se hizo el primero de una serie de intentos concertados de derrocar a Mazarino e impedir que el joven Luis XIV subiera al trono. Estos intentos, que empezaron en forma de levantamientos populares, culminaron en una guerra civil que duró, de modo intermitente, diez años. Los historiadores llaman a esta guerra «la Fronde». Además de Gastón de Orléans, entre sus principales instigadores había cierto número de nombres, familias y títulos que ya nos resultan familiares. Estaba Frédéric-Maurice de la Tour de Auvergne, duque de Bouillon. Estaba el vizconde de Turenne. Estaba el duque de Longueville, nieto de Louis de Gonzaga, duque de Nevers y supuesto Gran maestre de la orden de Sion medio siglo antes. El cuartel general y capital de los frondeurs era la antigua población de Stenay, en las Ardenas, lo cual resulta bastante significativo.