Los grandes maestres de los templarios
Además de la información fragmentaria que acabamos de comentar, en el texto de los Dossiers Secrets se incluyen tres listas de nombres. La primera de ellas es bastante sencilla, la menos interesante y la que menos se presta a polémicas o dudas, pues consiste simplemente en una relación de los abades que presidieron las tierras de la orden de Sion en Palestina entre 1152 y 1281. Nuestras pesquisas confirmaron su veracidad; aparece en otra parte, con independencia de los Dossiers Secrets, y en fuentes accesibles e irrefutables.[19]Las listas que hay en estas fuentes concuerdan con la de los Dossiers Secrets, con la excepción de que en las fuentes faltan dos nombres. En este caso, pues, los «documentos Prieuré» no sólo concuerdan con la historia verificable, sino que son más exhaustivos por cuanto llenan ciertas lagunas.
La segunda lista de los Dossiers Secrets es una relación de los grandes maestres de los caballeros templarios desde 1118 a 1190; dicho de otro modo, desde la fundación pública de los templarios hasta su separación de la orden de Sion y la «tala del olmo» en Gisors. Al principio no nos pareció que en esta lista hubiera algo insólito o extraordinario. Sin embargo, cuando la comparamos con otras listas —por ejemplo, las que citan historiadores reconocidos que escribieron sobre los templarios— no tardaron en aparecer ciertas discrepancias obvias.
Según virtualmente todas las otras listas conocidas, hubo diez grandes maestres entre 1118 y 1190. Según los Dossiers Secrets, hubo únicamente ocho. Según la mayoría de las demás listas, André de Montbard —el tío de san Bernardo— no sólo fue cofundador de la orden, sino también su Gran maestre entre 1153 y 1156. No obstante, según los Dossiers Secrets, André jamás fue Gran maestre, sino que, al parecer, siguió actuando como actúa durante toda su carrera: entre bastidores. En la mayoría de las otras listas Bertrand de Blanchefort aparece como sexto Gran maestre del Temple, asumiendo el cargo después de André de Montbard, en 1156. Según los Dossiers Secrets, Bertrand no ocupa el sexto lugar en la sucesión, sino el cuarto, pasando a ser Gran maestre en 1153. Había otras discrepancias y contradicciones parecidas y no estábamos seguros de cómo debíamos tomárnoslas, si en serio o no. Dado que la lista de los Dossiers Secrets no concordaba con las listas de los historiadores reconocidos, ¿debíamos considerarla como equivocada?
Conviene poner de relieve que no existe ninguna lista oficial o definitiva de los grandes maestres del Temple. Ninguna relación de esta clase ha llegado hasta nosotros. Los archivos del propio Temple fueron destruidos o desaparecieron y la recopilación de grandes maestres más antigua que se conoce data de 1342, es decir, treinta años después de la supresión de la orden y 225 años después de su fundación. A causa de ello, los historiadores, al preparar listas de los grandes maestres se han basado en los cronistas contemporáneos: en un hombre que escribió en 1170, por ejemplo, y que de paso hace una alusión a tal o cual individuo, al que llama «maestre» o «Gran maestre» del Temple. Es posible obtener datos complementarios examinando documentos y cartas del período, en los cuales algún funcionario del Temple haría constar uno u otro título junto con su firma. Así pues, no es extraño que la secuencia y la datación de los grandes maestres den pie a mucha incertidumbre y confusión. Tampoco es extraño que la secuencia y la datación muestren variaciones según quién sea el autor y según la crónica de que se trate.
A pesar de todo, había ciertos detalles cruciales —como los que hemos resumido más arriba— en los cuales los «documentos Prieuré» discrepaban significativamente de todas las demás fuentes. Por tanto, no podíamos hacer caso omiso de tales discrepancias. En la medida de lo posible teníamos que determinar si la lista de los Dossiers Secrets se basaba en la falta de sistema o en la ignorancia o en ambas cosas; o, en su defecto, era preciso comprobar si dicha lista era la definitiva, una lista basada en información «confidencial», inaccesible a los historiadores. Si la orden de Sion fue efectivamente la creadora de los caballeros templarios, y si la orden (o cuando menos sus archivos) llegó hasta nuestros días, entonces era razonable esperar que conociera detalles que no podían obtenerse en otra parte.
La mayoría de las discrepancias entre la lista de los Dossiers Secrets y las de otras fuentes son bastante fáciles de explicar. No hace falta comentar y explicar aquí tales discrepancias. Pero un solo ejemplo bastará para ilustrar cómo y por qué pudieron producirse dichas desviaciones. Además del Gran maestre, el Temple tenía multitud de maestres locales: un maestre para Inglaterra, para Normandía, para Aquitania, para todos los territorios que formaban sus dominios. Existía también un maestre general para Europa y, al parecer, también un maestre marítimo. En los documentos y cartas estos maestres locales o regionales firmaban invariablemente con este titulo: «Magister Templi», es decir, «Maestre del Temple». Y en la mayoría de las ocasiones el Gran maestre —por modestia, descuido, indiferencia o despreocupación— también firmaba simplemente como «Magister Templi» y nada más. Dicho de otro modo, André de Montbard, maestre regional de Jerusalén, tendría, en un documento, la misma designación detrás de su nombre que el Gran maestre Bertrand de Blanchefort.
Por consiguiente, no es difícil adivinar cómo un historiador, al trabajar sólo con uno o dos documentos, sin comprobar sus referencias, podía fácilmente interpretar de manera errónea la verdadera categoría de André dentro de la orden. En virtud precisamente de esta clase de equivocaciones, en muchas listas de los grandes maestres templarios se incluye a un hombre llamado Everard des Barres. Pero el Gran maestre, de acuerdo con las constituciones del propio Temple, debía elegirlo un capítulo general en Jerusalén y tenía que residir en dicha ciudad. Nuestra investigación reveló que Everard des Barres era un maestre regional, elegido y residente en Francia, que no puso pie en Tierra Santa hasta mucho después. Basándose en esto, podía suprimirse su nombre de la lista de grandes maestres, como, de hecho, hiciera el autor de la lista de los Dossiers Secrets. Justamente en sutilezas técnicas de esta índole era donde los documentos Prieuré mostraban una meticulosidad y una precisión que era impensable que datara de después de los hechos.
Pasamos más de un año estudiando y comparando varías listas de grandes maestres de los templarios. Consultamos con todos los autores que se habían ocupado de la orden, en inglés, francés y alemán, y seguidamente comprobamos también sus fuentes. Examinamos las crónicas de la época —como, por ejemplo, las de Guillermo de Tiro— y otros escritos contemporáneos. Consultamos todos los documentos que pudimos encontrar y obtuvimos información exhaustiva sobre todos aquellos que sabíamos que se conservaban todavía. Comparamos signatarios y títulos en numerosas proclamaciones, edictos, escrituras y otros documentos de los templarios. Fruto de esta investigación exhaustiva fue la evidencia de que la lista de los Dossiers Secrets era más correcta que cualquier otra, no sólo en lo relativo a la identidad de los grandes maestres, sino también en lo que se refiere a las fechas de sus regímenes respectivos. Si existía una lista definitiva de los grandes maestres del Temple, esta lista era la de los Dossiers Secrets.[20]
Tanto si nuestra conclusión estaba justificada como si no, nos encontrábamos ante un hecho indiscutible: alguien, de algún modo, había tenido acceso a una lista que era más correcta que cualquier otra. Y como dicha lista —pese a contener divergencias en comparación con otras más aceptadas— demostraba ser correcta con tanta frecuencia, confería mucha credibilidad al conjunto de los «documentos Prieuré. Si los Dossiers Secrets eran dignos de confianza en este aspecto crítico, había menos motivos para dudar de ellos en otros aspectos.
Esta noticia tranquilizadora resultó tan oportuna como necesaria. Sin ella tal vez habríamos desechado de entrada la tercera lista de los Dossiers Secrets, la de los grandes maestres de la Prieuré de Sion. Porque esta tercera lista, incluso vista por encima, parecía absurda.