170

Joona Linna yace inmóvil y nota cómo la glucosa recorre sus venas y el aire caliente circula desde la instalación que han montado sobre su cama, pero sigue sin entrar en calor.

Los escalofríos se suceden uno tras otro y le atraviesan el cuerpo entero. De vez en cuando, se le corta la visión y todo se vuelve negro y brillante.

El deseo de coger su arma, metérsela en la boca y apretar el gatillo se filtra en sus pensamientos.

Jurek Walter ha escapado.

Joona sabe que nunca más podrá ver a su hija ni a su esposa. Le han sido arrebatadas para siempre, del mismo modo que le han arrancado a Disa de las manos. El hermano gemelo de Jurek descubrió que Summa y Lumi seguían con vida. Joona sabe que sólo es cuestión de tiempo que Jurek también lo sepa.

Joona intenta incorporarse, pero no tiene fuerzas.

Es imposible.

No puede deshacerse de la sensación de hundirse por segundos cada vez más en el mosaico de hielo.

No puede dejar de tener frío.

De pronto, se abre la puerta y Saga Bauer se planta en la habitación. Lleva chaqueta negra y tejanos oscuros.

—Jurek Walter está muerto —dice—. Se ha acabado. Lo cogimos en Söderledstunneln.

Se acerca a la cama y mira a Joona Linna. El comisario ha vuelto a cerrar los ojos. Saga tiene la impresión de que se le va a parar el corazón. Joona parece muy enfermo. Su cara está casi blanca y los labios se le han puesto grises.

—Voy a ir a ver a Reidar Frost ahora mismo —continúa Saga—. Tiene que saber que Felicia está viva. Los médicos dicen que saldrá adelante. Le has salvado la vida.

Joona oye lo que dice su compañera y aparta la cara, cierra los ojos un buen rato para reprimir las lágrimas y, de repente, entiende el patrón.

Jurek está cerrando un círculo de venganza y sangre.

Joona se repite la idea, se humedece la boca, respira un momento y luego dice en voz baja:

—Jurek va camino de la casa de Reidar.

—Jurek Walter está muerto —repite Saga—. Se ha acabado…

—Jurek volverá a secuestrar a Mikael… No sabe que Felicia está libre… No puede enterarse de que ella…

—Voy a ir a ver a Reidar para contarle que le has salvado la vida a su hija —repite Saga.

—Jurek sólo ha dejado prestado a Mikael, ahora quiere recuperarlo otra vez.

—¿De qué hablas?

Los ojos de Joona vuelven a cruzarse con los de su compañera y su mirada es tan gris que Saga siente un escalofrío.

—Las víctimas no son las que fueron encerradas o enterradas —dice él—. Las víctimas son los de fuera, los que se quedaron esperando… hasta que se cansaron de esperar.

Saga le pone una mano tranquilizadora encima.

—Tengo que irme…

—Coge la pistola —dice él.

—Sólo voy a ir para contarle a Reidar que…

—Haz lo que te digo —la corta Joona.

El hombre de arena
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