98

Bernie está a punto de caerse, le da una coz a la palmera, rodea la cinta para correr y vuelve a acercarse a Saga.

—Me tienen tanto miedo que me meten Suprefact… Porque soy una máquina de follar, una sybian bien grande…

Saga mira a la cámara y comprueba que estaba en lo cierto. Queda tapada por el saliente del cristal blindado que han instalado delante de la tele. Sólo es una columna estrecha de ángulo muerto que la cámara no puede captar con la óptica, no puede medir más de un metro en su punto más ancho.

Bernie pasa tan cerca de la palmera que está a punto de volcarla, sigue rodeando la cinta y se pone detrás de Saga. Ella no se deja importunar, continúa caminando y oye la respiración de Bernie muy cerca a sus espaldas.

—Blancanieves, veo que estás sudando entre los muslos —dice—. Creo que ya tienes el coño bastante mojado. Puedo ir a buscar unas servilletas de papel…

En la tele sale un hombre vestido de cocinero que habla mientras coloca un montón de cangrejos en una barbacoa.

La puerta del fondo se abre y Jurek entra en la salita. Saga atisba su cara marcada y detiene al instante la cinta. Se baja, recupera el aliento y se dirige a los sofás. Jurek no parece haberse percatado de la presencia de los otros dos pacientes. Se sube a la cinta, la arranca y empieza a caminar dando grandes zancadas.

El ruido de sus pisadas vuelve a llenar la salita.

Saga mira al cocinero, que ahora está asando aros de cebolla en una sartén. Bernie se acerca sonriendo, se seca el sudor del cuello y da una vuelta a su alrededor, muy pegado a ella.

—Podrás conservar el coño cuando seas mi esqueleto esclavo —dice Bernie, y se le pone detrás—. Te cortaré el resto de la carne y…

—Cállate —lo interrumpe Jurek.

Bernie enmudece y mira a Saga, dibuja la palabra «puta» con los labios, se lame los dedos y le agarra un pecho. Saga reacciona al instante y le sujeta la mano, da un paso atrás y lo empuja al ángulo muerto de la cámara de vigilancia. Le asesta un contundente golpe justo por encima de la nariz. El cartílago cede y el hueso nasal se rompe. Saga da un giro, aprovecha la inercia y le lanza un puñetazo por encima de la oreja con un veloz gancho de derecha. Bernie está a punto de desplomarse en pleno campo de visión de la cámara, pero Saga lo evita con la mano izquierda. Él la mira a través de las gafas torcidas. Le chorrea sangre por el bigote y la boca.

Saga sigue encendida por la cólera, sujeta a Bernie a la sombra de la cámara y le asesta otro gancho de derecha. El golpe es muy duro. La cabeza de Bernie da un bandazo, las mejillas se agitan y las gafas salen volando.

Bernie cae de rodillas, su cabeza se balancea descontrolada y el suelo de linóleo se llena de sangre bajo su cuerpo.

Saga le levanta la cara, ve que está a punto de perder el conocimiento y le da otro puñetazo encima de la nariz.

—Te lo advertí —susurra, y lo suelta.

Bernie se desploma de bruces, para la caída con los brazos y se queda así mientras la sangre corre por su cara y se acumula en un charco entre las manos.

Saga respira cansada y se aparta. Jurek Walter ha bajado de la cinta para correr y la está observando con sus ojos claros. Su cara se mantiene impasible y el cuerpo, relajado.

Saga tiene tiempo de pensar que lo ha estropeado todo cuando pasa junto a Jurek para meterse en su celda.

El hombre de arena
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