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Athena Promacho, el equipo secreto en el ático, está escuchando a tiempo real la conversación que tiene lugar en la salita de recreo.
Joona está de pie junto al gran altavoz y escucha una vez más la voz de Jurek Walter, su elección de las palabras, la sintaxis, los matices y su respiración.
Corinne Meilleroux está sentada a la mesa de trabajo y transcribe la conversación en el ordenador para que todos puedan ver las palabras en la pantalla grande. El regular repiqueteo de sus uñas en el teclado resulta agradable.
La coleta plateada de Nathan Pollock descansa sobre el chaleco del traje. Toma notas en su bloc al tiempo que Johan Jönson supervisa la calidad del sonido en su ordenador.
El grupo está en completo silencio mientras dura el diálogo en la salita. El sol entra por las puertas balconeras y se refleja en la nieve de los tejados.
Oyen a Jurek Walter decirle a Saga que es una auténtica sirena y luego abandona la sala.
Tras unos segundos de silencio, Nathan se reclina en la silla y aplaude. Corinne mueve impresionada la cabeza.
—Saga es fantástica —murmura Pollock.
—Aunque no hayamos sacado ningún dato que nos acerque a Felicia —dice Joona y se vuelve despacio hacia el grupo—. Pero el contacto está establecido, lo cual es un buen trabajo… y creo que Saga ha despertado la curiosidad de Jurek.
—Debo reconocer que me puse un poco tensa cuando se dejó provocar por el otro paciente —admite Corinne, exprime un poco de lima en un vaso de agua y se lo pasa a Pollock.
—Pero Jurek cargó con la culpa de la paliza a propósito —advierte Joona.
—Sí, pero ¿por qué? Es como si la hubiera oído anteayer, cuando Saga le dijo al vigilante que quería ver a un representante legal —pregunta Pollock—. Por eso Jurek no puede dejar que el médico coja miedo a Saga, porque entonces no la dejarán recibir visitas de…
—Él es nuevo —señala Joona—. Jurek dice que el médico es nuevo.
—¿Y qué? —pregunta Johan Jönson con la boca abierta.
—Cuando hablé con Brolin, el jefe de servicio…, el lunes, dijo que no se había producido ningún cambio en el módulo de seguridad.
—Es correcto —dice Pollock.
—A lo mejor no es nada —admite Joona—, pero ¿por qué Brolin dijo que tenían el mismo personal de siempre?