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Cuando Anders llega a casa, la encuentra en silencio y con la lámpara de la habitación de Agnes apagada. Cierra la puerta con llave tras de sí y se dirige a la cocina. Petra está junto a la encimera secando la jarra de la licuadora.
Lleva ropa holgada de estar por casa: una camiseta demasiado grande con el texto «CHICAGO WHITE SOX» y unas mallas amarillas, que se ha subido por encima de la rodilla. Anders se le acerca por detrás y la rodea con los brazos, le huele el pelo y el nuevo desodorante. Ella hace ademán de liberarse, pero aun así él desliza las manos hacia arriba y le abraza los pesados pechos.
—¿Qué tal con Agnes? —pregunta antes de soltarla.
—Ha hecho un amigo en la guardería —dice Petra con una amplia sonrisa—. Es un niño que empezó la semana pasada y que, por lo visto, la adora… No sé si es algo mutuo, pero por lo menos ella ha aceptado que él le regale unas piezas de lego.
—Suena a puro amor —dice él, y se sienta.
—¿Estás cansado?
—Me apetece una copa de vino, ¿tú quieres? —pregunta él.
—¿Que si quiero?
Lo mira a los ojos y sonríe como no lo ha hecho en mucho tiempo.
—¿Ahora qué pasa?
—¿Mi voluntad también cuenta? —susurra ella.
Él niega con la cabeza y ella lo mira con fulgor en los ojos. Salen de la cocina y se meten a hurtadillas en el dormitorio. Anders cierra la puerta del pasillo y ve a Petra, que corre la puerta con espejo del armario y abre un cajón. Levanta un puñado de ropa interior y saca una bolsa de plástico.
—¿Ahí es donde has escondido las cosas?
—No hagas que me avergüence ahora —dice ella.
Anders retira la colcha de la cama y Petra vierte el contenido de la bolsa con las cosas que compró después de leer Cincuenta sombras de Grey. Anders coge la suave cuerda y le ata las manos a Petra, luego la pasa entre los listones de la cabecera de la cama, da un tirón y la hace caer de espaldas con las manos por encima de la cabecera. Ata el otro cabo a uno de los postes de los pies de la cama con un ballestrinque. Ella junta las piernas y se retuerce mientras él le baja las mallas y las bragas.
Vuelve a soltar la cuerda, le hace un lazo en el tobillo izquierdo, pasa la cuerda alrededor del poste, la pasa también por el otro y luego sube hasta el tobillo derecho.
Despacio, tira de la cuerda para que Petra se abra de piernas poco a poco.
Ella lo mira con las mejillas sonrosadas.
De pronto, Anders pega un tirón más fuerte y la obliga a separar las piernas al máximo.
—Con cuidado —dice ella en seguida.
—Cállate —dice él en tono estricto y la ve sonreír complacida.
Ata la cuerda, se acerca a Petra y le sube la camiseta hasta taparle la cara para que ya no pueda verlo. Sus pechos se balancean cuando ella intenta apartarse la ropa.
Le es imposible liberarse, en esta situación está completamente indefensa, con las manos por encima de la cabeza y las piernas tan abiertas que deben de dolerle las ingles.
Anders se queda un momento mirándola, la ve negar con la cabeza y nota que se le aceleran los latidos del corazón. Lentamente, se desabrocha los pantalones y se da cuenta de que el sexo de Petra empieza a humedecerse.