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El jefe de la policía judicial, Carlos Eliasson, camina bajo la ligera nevada mientras habla por teléfono con su mujer tras una reunión en los juzgados. En ese momento, la comisaría parece un palacio de verano en un parque de invierno. La mano que sujeta el móvil está tan fría que le duelen los dedos.
—Voy a destinarle muchos recursos.
—¿Estás seguro de que Mikael se pondrá bien?
—Sí.
Carlos zapatea para quitarse la nieve de las suelas cuando sube a la acera.
—Fantástico —murmura ella.
Oye que su mujer suspira y se sienta en una silla.
—No puedo decir nada —dice él al cabo de un rato—. No puedo, ¿verdad?
—No —responde ella.
—Pero imagínate que resulta decisivo para la investigación; entonces ¿sí? —pregunta él.
—No puedes decir nada —contesta ella muy seria.
Carlos continúa subiendo por la calle Kungsholmsgatan, mira la hora y luego oye a su mujer decir en voz baja que se tiene que ir.
—Nos vemos esta noche —acaba él con el mismo tono.
Con los años, la comisaría se ha ido ampliando por trozos. Cada segmento da fe de las nuevas tendencias. La parte más nueva queda arriba, en Kronobergsparken. Allí es donde está ubicada la policía judicial.
Carlos cruza dos puertas de seguridad, sigue por el patio cubierto y coge el ascensor hasta la octava planta. Parece preocupado cuando se quita el abrigo y camina por el pasillo con las puertas cerradas. En un tablón de anuncios, un recorte de prensa ondea a su paso. Lleva allí colgado desde aquella dolorosa tarde en que el coro de la policía quedó eliminado por votación en el concurso de talentos «Talang».
En la sala de reuniones ya están sentados cinco compañeros. Hay vasos y botellines de agua en la mesa de madera. Las cortinas amarillas están recogidas y por la hilera de las ventanas bajas asoman las coronas de los árboles acolchadas de nieve. Todo el mundo intenta mostrarse relajado, pero bajo la superficie corren pensamientos oscuros. La reunión que Joona ha pedido va a empezar dentro de dos minutos. Benny Rubin ya se ha quitado los zapatos y está explicándole a Magdalena Ronander qué opina de las nuevas plantillas para la evaluación de la seguridad.
Carlos estrecha la mano a Nathan Pollock y a Tommy Kofoed, de la Comisión Contra el Crimen. Como de costumbre, Nathan lleva americana gris marengo y la coleta cana le baja por la espalda. Al lado de los dos hombres está Anja Larsson, con blusa plateada y falda azul celeste.
—Anja ha intentado modernizarnos… Se supone que debíamos aprender a usar el Analyst’s Notebook —sonríe Nathan—. Pero somos demasiado viejos para…
—Habla por ti —murmura Tommy enfurruñado.
—Todos oléis un poco a necesidad de reciclaje —replica Anja.
Carlos se pone de pie junto a uno de los extremos de la mesa y la expresión grave de su rostro hace callar incluso a Benny.
—Sed todos bienvenidos —dice Carlos sin el menor atisbo de su habitual sonrisa—. Como puede que ya hayáis oído, se han generado nuevas circunstancias en torno a Jurek Walter y… ya no podemos dar el caso por cerrado…
—¿Qué os había dicho? —dice una voz tranquila con acento finlandés.