62
Convocaron una reunión sólo dos horas después de que Saga Bauer hubo informado a su jefe de que había cambiado de parecer y aceptaba la misión.
Ahora Carlos Eliasson, Verner Zandén, Nathan Pollock y Joona Linna están esperando en un piso al final de la calle Tantogatan, en el 71, con vistas al hielo cubierto de nieve de la ensenada de Årstaviken y el puente ferroviario con la estructura en forma de arco.
El piso está amueblado con estilo, muebles sobrios de color blanco e iluminación empotrada. En la gran mesa del salón hay bocadillos del Non Solo Bar. Carlos se detiene en seco y mira consternado cuando Saga entra. Verner se queda callado en mitad de una frase y casi parece asustado, y Nathan Pollock se hunde junto a la mesa con la mirada triste.
Saga se ha rasurado la larga melena. Tiene cortes en varios puntos de la cabeza.
Los ojos hinchados de llorar.
Su cabeza pálida y hermosa sobresale en todo su esplendor, se le ven unas orejas pequeñas y el cuello largo y esbelto.
Joona Linna va directo a su encuentro y la abraza. Ella lo sujeta fuerte unos segundos, aprieta la mejilla contra su pecho y oye los latidos de su corazón.
—No tienes por qué hacerlo —le dice él al oído.
—Quiero salvar a la niña —responde en voz baja.
Se abraza a Joona un poco más y luego sigue hasta la cocina.
—Nos conoces a todos los que estamos aquí —le indica Verner y le ofrece una silla.
—Sí —asiente Saga.
Tira su parca verde oscuro al suelo y se sienta. Lleva su ropa habitual de calle, unos tejanos negros y la sudadera del club de boxeo.
—Si realmente estás dispuesta a entrar de incógnito en el mismo módulo que Jurek Walter, actuaremos de inmediato —dice Carlos sin poder disimular su ansia.
—He echado un vistazo al contrato que tienes con nosotros y hay cosas que podrían mejorar —se apresura a explicar Verner.
—Bien —murmura ella.
—Quizá todavía tengamos margen para un aumento de sueldo y…
—La verdad es que ahora mismo me importa una mierda todo eso —interrumpe ella.
—¿Eres consciente de que la misión conlleva riesgos? —pregunta Carlos con delicadeza.
—Quiero hacerlo —responde ella decidida.
Verner saca un teléfono gris de su bolsa, lo deja sobre la mesa, al lado de su móvil habitual, escribe un breve mensaje de texto y se cruza con la mirada de Saga.
—¿Quieres que inicie el procedimiento? —pregunta.
En cuanto ella asiente, él envía el mensaje.
—Desde ahora tenemos unas cuantas horas para prepararte para lo que te vas a encontrar —advierte Joona.
—Empecemos —dice ella tranquila.
Primero los hombres sacan rápidamente varias carpetas, y luego abren los ordenadores y despliegan material diverso. Saga siente un escalofrío en los brazos al darse cuenta de todo el trabajo que ya habían hecho.
La mesa queda cubierta con grandes mapas de los terrenos que rodean el hospital Löwenströmska, el sistema de pasajes subterráneos y planos detallados del departamento psiquiátrico y el módulo de seguridad.
—Tendrás una sentencia del tribunal de Uppsala y serás trasladada bajo prisión preventiva a la sección de mujeres de Kronobergshäktet mañana a primera hora —explica Verner—. Por la mañana, te llevarán al hospital Karsudden, en Katrineholm. Se tarda más o menos una hora en llegar. Para entonces, la orden del traslado al Löwenströmska del Consejo General de Justicia ya estará sobre la mesa.
—He empezado a esbozar un diagnóstico que te tienes que mirar —dice Nathan Pollock sonriendo con delicadeza—. Necesitas un historial clínico creíble, con un expediente psiquiátrico infantil e intervenciones de urgencia, destinos, tratamientos y diversa medicación hasta la fecha.
—Lo entiendo —murmura ella.
—¿Tienes alguna alergia o sufres alguna enfermedad que debamos tener en cuenta?
—No.
—¿Ningún problema de hígado o corazón?