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Anders observa fijamente al hombre alto que está al otro lado de la puerta. Por un instante se queda helado de miedo. Termina de abrir la puerta para dejar pasar al forastero y mientras le pregunta si quiere una taza de café, mil ideas pasan por su mente revolucionada.
Petra ha llamado al servicio de mujeres maltratadas y se lo ha contado.
Brolin ha montado alguna conspiración en su contra.
Ha salido a la luz que no tiene competencia suficiente para el puesto que desempeña en el módulo de aislamiento.
El alto comisario le explica que se llama Joona Linna, rehúsa amablemente el café y luego va a sentarse en la butaca de la sala de estar. Mira a Anders con ojos amables pero penetrantes que lo hacen sentirse como un invitado en su propia casa.
—Estás sustituyendo a Susanne Hjälm en el módulo de seguridad —dice el comisario.
—Sí —responde Anders e intenta entender qué busca aquel hombre.
—¿Qué valoración haces de Jurek Walter?
«Jurek Walter —piensa Anders—. ¿Sólo se trata de Jurek Walter?». Se relaja y consigue sacar un tono de voz seco:
—No puedo informar acerca de los pacientes —responde.
—¿Hablas con él? —pregunta el hombre, y sus ojos grises se vuelven cortantes.
—No tenemos terapia conversacional en el módulo de seguridad —replica Anders, y se pasa una mano por el pelo corto—. Pero, claro, los pacientes hablan…
Joona Linna se inclina hacia adelante.
—¿Sabes que el tribunal condenó a Jurek Walter con restricciones por considerarlo extremadamente peligroso?
—Sí —responde Anders—. Pero, al fin y al cabo, no deja de ser una interpretación y como responsable debo confrontar constantemente las restricciones y el trato.
El comisario asiente un par de veces y luego dice:
—Te ha pedido que mandes una carta, ¿verdad?
Anders se queda un segundo en blanco, luego se reafirma otra vez en la idea de que es él quien carga con la responsabilidad y toma las decisiones respecto a los internados.
—Sí, he mandado una carta —responde—. Lo consideré un paso importante para la relación de confianza.
—¿Leíste la carta antes de enviarla?
—Sí, por supuesto… Él sabía que lo iba a hacer, no es nada del otro mundo.
Los ojos grises del policía se oscurecen al dilatársele las pupilas.
—¿Qué ponía?
Anders no sabe si Petra ha entrado en el comedor, pero le da la sensación de que la tiene detrás mirándolos.
—No lo recuerdo exactamente —dice y, para su desagrado, nota que se sonroja—, pero era una carta formal dirigida a un bufete de abogados… Y eso lo considero un derecho humano.
—Sí —responde el comisario sin quitarle los ojos de encima.
—Jurek Walter quería citarse con un abogado en el módulo para que lo ayudara a considerar sus posibilidades de conseguir un permiso para un examen de alta en el tribunal… Eso es más o menos lo que quería… Y que si lo conseguía…, si había examen, quería contar con un abogado defensor privado que lo asistiera.
El comedor queda en silencio.
—¿Qué dirección? —pregunta el comisario.
—Bufete de abogados Rosenhane…, un apartado de correos en Tensta.
—¿Podrías reconstruir las formulaciones exactas de la carta?
—Sólo la leí una vez y, como ya he dicho, estaba escrita en un tono muy cortés y formal… Aunque había un montón de errores ortográficos.
—¿Errores ortográficos?
—Más bien de dislexia —explica Anders.
—¿Comentaste lo de la carta con Roland Brolin?
—No —contesta Anders—. ¿Por qué iba a hacerlo?