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El ventilador del ordenador suelta un leve zumbido cuando Anders introduce el nombre de usuario y la contraseña. El segundero con la cara cansada de Bart Simpson se mueve a trompicones. Anders recuerda que hoy tiene que salir un poco antes porque debe asistir a un curso de método socrático en el Centro de Desarrollo del Autismo.
En un post-it al lado del teclado pone que esa semana es sobre reciclaje. No tiene ni idea de lo que eso significa.
Cuando el programa de informes de seguimiento del módulo de seguridad está abierto, Anders introduce su identificador y la clave de acceso.
Hojea los informes y luego escribe el número de identidad de Saga Bauer para hacer un apunte sobre la medicación.
«Veinticinco miligramos de Haloperidol», escribe. Dos inyecciones intramusculares en el cuadrante superior de la región glútea.
«Es una decisión importante», piensa y le vuelve la imagen de Saga retorciéndose lentamente con los pechos al aire.
Sus pezones claros se habían endurecido, parecía asustada.
Si esto no la ayuda, puede probar con Cisordindol, aunque los efectos secundarios a veces pueden ser graves: síntomas extrapiramidales junto con alteraciones de la visión, pérdida de equilibrio o disfunción orgásmica.
Anders cierra los ojos y piensa en cuando le bajó las bragas a la paciente en la celda.
«No quiero», dijo ella varias veces.
Pero él no tenía por qué escucharla. Hizo lo que debía hacer. Pia Madsen supervisaba la medida coercitiva.
Anders le administró dos inyecciones en la nalga y se quedó mirándola entre las piernas, el vello rubio y la rajita rosa cerrada.
Anders se dirige a la centralita de vigilancia. My ya está en el puesto de la operadora. Lo mira amable cuando entra por la puerta.
—Están en la salita —dice ella.
Anders se inclina por encima de la chica y observa el monitor. Jurek Walter camina en la cinta con paso monótono. Saga está de pie viendo la tele. Parece bastante indiferente a la nueva medicación. Bernie se le acerca, le dice algo y se le pone detrás.
—¿Qué está haciendo ahora? —pregunta Anders en tono ligero.
—Bernie parece intranquilo —dice My con la frente arrugada.
—La verdad es que me hubiera gustado aumentarle la dosis ayer, a lo mejor debería haber…
—No para de seguir a la paciente nueva y le habla como un maníaco…
—Joder —dice Anders estresado.
—Leffe y yo estamos preparados para entrar —informa My para tranquilizarlo.
—Pero no tendría que hacer falta —dice él—. Eso significa que la medicación no es la correcta. Esta tarde le aumentaré la dosis de los quince días de doscientos miligramos a cuatrocientos…
Anders se queda callado y ve que Bernie Larsson da una vuelta alrededor de Saga Bauer delante del televisor.
Las otras nueve pantallas del monitor muestran varias salitas, puertas de seguridad, pasillos y las celdas vacías de los pacientes. En una se ve a Sven Hoffman con una taza de café en la mano delante de la esclusa que da a la salita de recreo. Está de pie con las piernas separadas y habla con dos de los vigilantes.
—¡Mierda! —grita My de pronto, y da la alarma de contención.