Capítulo 120

Joan llegó a Nápoles a principios de enero de 1496, cuando le faltaban pocos días para cumplir veinticuatro años.

—Tu dama está a punto de terminar su segundo luto —le informó Antonello al verle—. Pero tengo malas noticias. A raíz de la carta de Bartomeu mantengo una buena relación con mosén Roig, su padre, y dice que ella continuará vistiendo luto, que no tiene intención de responder a tus cartas y que bajo ningún concepto quiere verte.

Joan movió la cabeza con disgusto.

—Contadme todo lo que sepáis de ella.

El librero le explicó que la situación no había cambiado, que en sus visitas a la librería Anna insistía en mantenerse alejada de él. Tampoco el padre tuvo mayor éxito. El joyero, que años antes prohibió a Joan, a través de Bartomeu, ver a su hija, en este momento deseaba al joven como marido para ella. Solo que ahora era la hija quien se negaba. Las noticias ni sorprendieron ni desanimaron a Joan. No esperaba otra cosa.

Aceptó esta vez la habitación que Antonello le ofrecía en el primer piso de su casa. Precisaba intimidad y paz para seguir las instrucciones de su maestro. No iba a ser fácil, era como un exorcismo, un acto entre religioso y mágico, y Joan temía no estar preparado.

Puso en su habitación un pequeño altar presidido por una imagen de san Jerónimo, patrón de los libreros, de san Sebastián, patrón de la ermita de Llafranc, y de la Virgen María. Y allí colocó la bolsita con el amuleto que le había enviado Abdalá. Aquella tarde fue a misa en la catedral, se confesó y pasó la primera noche en ayunas, rezando de rodillas tal como hacían los aspirantes a caballero velando armas. Quería purificarse en cuerpo y alma antes de empezar su trabajo. Entre rezo y rezo pensaba en su amada e imaginaba que eran un solo cuerpo y un solo espíritu y trataba de sentir en su corazón lo que sentía el de ella.

Aquellas emociones formarían parte del alma de su libro y esperó a experimentarlas con toda intensidad antes de ponerlas por escrito. Sus primeras anotaciones fueron en trozos de papel desechados de la librería. Estaba acostumbrado a escribir en su libro de aprendiz o para cartas, pero nunca antes se enfrentó a semejante tarea. Quería fundir su espíritu con el de su amada y dibujaba en el papel sus sentimientos en forma de letras, palabras y frases.

En una actividad febril, privándose del sueño y de la comida, escribía, rezaba, a veces caía adormilado sobre la mesa y volvía a escribir. Creaba el alma de su libro. El día y la noche se confundían en su mente y solo la luz de la ventana y las campanas de las iglesias marcaban las pautas de un tiempo que su atormentada actividad borraba de su memoria al cabo de pocos instantes. Solo las necesidades de su cuerpo, cada vez menores, le obligaban a salir de la habitación y lo hacía sin hablar con nadie, rezando, sin atender a Antonello o su esposa, que le suplicaban que comiera. Al principio solo tomaba agua, pero al notar, pasados unos días, que cerrando los ojos su interior solo le ofrecía imágenes frenéticas, oscuras y tétricas que le incapacitaban para expresarse con claridad, empezó a aceptar la comida.

Recordó que Abdalá decía que el alma de los libros necesitaba sustentarse sobre un buen cuerpo. Y que las personas precisaban también de su cuerpo para mantener viva la mente.

Una semana después del inicio de su encierro, Joan puso sus papeles en orden y después de asearse, compartió mesa con Antonello y su familia. A continuación conversó con el napolitano, que asistía entre escéptico y expectante a su ordalía.

—¿Realmente crees que podrás recuperar a Anna solo con un libro?

—Sí.

—¿Así, tan fácil?

—No, no es tan fácil —repuso Joan—. Será el resultado de la voluntad, la fe y la fuerza; tanto mías como las que me transmitís mis amigos. El libro, si consigo hacerlo, tendrá su parte física y otra invisible que contendrá esa voluntad, esa fe, esa fuerza y mucho más. Será un ser vivo con cuerpo y alma.

Los días siguientes Joan alternó los rezos en la catedral y en su altar privado con la selección de materiales para fabricar su libro. Los quería de calidad pero no excesiva. Deseaba que fueran muy parecidos a la traducción del Orlando enamorado donde él escondió su carta de amor. Cuando estuvo satisfecho los puso ordenados en su habitación, junto a las imágenes, en la zona donde estas tenían su altar. Así la fuerza de su oración impregnaría también el papel, el cuero, el hilo, la cola y la tinta.

Después inició la corrección de su escrito. Ahora, sin prescindir de sus oraciones y de su acercamiento espiritual a Anna, cuidaba su sueño y su alimentación. Hubiera querido versificar el escrito, pero se sentía incapaz y se conformó con conseguir una prosa fluida que mantuviera la fuerza violenta, la pasión de los arrebatados escritos de la primera semana, dulcificándola. Al cabo de otra semana se sintió satisfecho con el texto.

Entonces bajó al taller y allí fabricó las tapas del libro, lo más semejantes a las de aquel Orlando enamorado. Eran de buen cuero y en ellas estampó a golpe seco su título: El libro del Amor y más abajo en un tipo menor: De Orlando a Angélica, de forma que la segunda frase se pudiera leer bien como parte del título o como dedicatoria. Hizo tres estampaciones y con la mejor elaboró la cubierta. Después cortó el papel al tamaño adecuado y lo pautó con sutileza para que las guías de las letras se pudieran borrar sin dejar rastro.

Antonello tenía un par de mesas de escritura como las de los Corró y Joan pasó otra semana trabajando en una de ellas. Copió su texto corregido, lentamente, poniendo en cada línea su amor e intención. Se detenía con frecuencia y a veces descartaba una página y la reescribía porque los trazos no alcanzaban la belleza requerida o porque encontraba una expresión mejor.

Aquellas letras eran hermosas, rebosaban vida y volvían a hablarle por gestos con independencia de su significado, tal como lo hacían de niño, o como las nubes flotando por encima del mar que su padre le mostraba en el cielo brillante de Llafranc. Allí estaba todo su amor, su fe, su intención.

Con cuidado cosió las páginas y las encuadernó asegurándolas en las tapas y el lomo para después encolarlo todo. Cuando estuvo seco, Joan lo tomó en sus manos. Su cuerpo tenía un peso agradable, la cubierta era firme y cálida, las páginas de papel suave, un poco aterciopelado y de un tacto tierno. Lo acarició oliéndolo. Al aroma suave del cuero, de la tinta, la cola y el papel se añadía un perfume extraño. Era atrayente, placentero; era la fragancia de la fe, la esperanza y el amor.

Pidió a Antonello que avisara a Anna y subió el libro hasta su altar, lo besó y arrodillándose rezó por última vez.

Prométeme que serás libre
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
aviso.xhtml
mapa.xhtml
primera.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
segunda.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
tercera.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
cuarta.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
Section0116.xhtml
Section0117.xhtml
Section0118.xhtml
Section0119.xhtml
Section0120.xhtml
Section0121.xhtml
Section0122.xhtml
Section0123.xhtml
Section0124.xhtml
Section0125.xhtml
Section0126.xhtml
Section0127.xhtml
apendice.xhtml
plano.xhtml
galeria.xhtml
otros.xhtml
agradecimientos.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml