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24 de septiembre de 1929
Ahora mi Avispa, que en realidad es avispa pero no es mía, viene a decirme lo que ha de escribirle, que le resulte agradable, una criatura cuya inteligencia cayó en alguna parte de la rua do Ouro, cuya lucidez quedó debajo de un camión al doblar par la rua de S. Nicolau y lo demás también.
¿Mí (?) pequeña Avispa en verdad me quiere? ¿Por qué tiene esa extraña predilección por las personas mayores? En su carta dice que le cuesta trabajo soportar a unas tías, que encima no lo son, de ochenta una y de cincuenta la otra; entonces cómo pretende soportar de buen grado a una criatura de edad semejante que ni siquiera puede ser tía, pues, salvo prueba en contrario, para esa profesión suele ser indispensable ser mujer. Cuando se es tías, claro está, hay que ser dos mujeres o más. Pero yo, hasta ahora apenas he conseguido ser un tío, sólo de mi sobrina que (es curioso) me trata de «tío Fenando» porque: 1. soy su tío efectivamente; 2. me llamo (¿lo recuerda?) Fernando; 3. no sabe pronunciar la letra ‘r’.
Visto que dice que no me quiere ver y que le cuesta querer no querer verme, y que quiere que yo le telefonee, porque al menos telefonear es no estar presente, y que le escriba, porque escribir es estar a distancia, entonces, Avispa que no es mía, ya le telefoneé y estoy escribiéndole o, puedo decir, ya le escribí, pues voy a acabar aquí mismo.
Estoy preparando la cartera negra para llevarla en ella. ¿Ha oído?
Quisiera ir al mismo tiempo a la India y a Pombal. Curiosa combinación, ¿no es verdad? En todo caso es sólo parte del viaje.
¿Recuerda esta geografía, Avispa avispísima?
Fernando