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26 de marzo de 1920
Mi querido y pequeño Bebé:
Me encuentro en el Martinho da Arcada, son las tres y media de la tarde y he «completado» mi día, esto quiere decir que ya está hecho todo cuanto, más o menos importante, tenía que hacer antes de las seis (digo «antes de las seis» porque después de las seis debo tratar otros asuntos en la Estrela).
Verás, hace casi una hora estuve en la rua de Santa Martha, donde están ahora las cartas de los apartados. No había nada para el Sr. Crosse (evidentemente la libra aún no llegó o viene certificada y todavía no han distribuido los certificados), tampoco había nada para el apartado 146 de mi primo. Sin embargo, con gran asombro para mí, pude encontrar para el apartado 147 (el mío) además de una carta y una postal para mí, ¡una carta para mi madre y otra para uno de mis hermanos! Dado que estas cartas tienen matasellos del 17 y 18 de febrero, comprendo que ellos ya no estaban por entonces en el Transvaal. Supongo, por lo tanto, que deben de haberse embarcado seguramente en el Lourengo Marques y llegarán el4 de abril, tal como te dije que llegarían si tomaban ese vapor.
Ahora voy a poner todo en marcha. Voy a pasar unos bonitos días de trabajo. Lo que hoy haré en la Estrela es (¡¡¡no ver a la mujer rubia de ojos azules!!!) ocuparme de la mudanza de los muebles de mi madre.
Me duele otra vez la garganta y temo una recaída. Mira tú qué gracioso recaer en estas circunstancias.
Ya tengo los papeles en la [palabra ilegible].
Adiós, amor mío; piensa a veces en mí cuando no estés distraída… Estoy convencido (por mi parte) de que te quiero. Sí, creo poder afirmar que siento por ti un verdadero afecto.
Un regimiento de besitos, de tu, siempre muy tuyo,
Fernando