35
15 de octubre de 1920
Pequeño Bebé:
Tienes más de mil, tienes millones de razones para sentirte enojada, irritada y ofendida conmigo. Pero la culpa no ha sido mía, ha sido de ese Destino que acaba de condenarme el cerebro a un estado que, si no es irreversible, por lo menos exige un tratamiento adecuado, que no sé si podré conseguir.
Pretendo (sin aplicar el célebre decreto del 11 de mayo) irme a un sanatorio el mes próximo a ver si allí encuentro algún tratamiento que me permita resistir la ola negra que se abate sobre mi espíritu. No sé cuál será el resultado del tratamiento, quiero decir: no imagino cuál podría ser.
Nunca esperes por mí; si alguna vez me presento ante ti será por la mañana, cuando vayas a la oficina, en Poço Novo.
No te preocupes.
Al fin y al cabo, ¿qué ha sucedido? ¡Me han cambiado por Alvaro de Campos!
Siempre muy tuyo,
Fernando