capítulo 2). Según este enfoque, la inteligencia emocional proporciona el fundamento para el desarrollo de un amplio número de competencias que ayudan a las personas a actuar con mayor eficacia. Por ejemplo, los directivos que poseen un elevado nivel de lo que Salovey y Mayer (1990) consideraban como IE, no serán necesariamente más eficaces que otros directivos a la hora de lidiar con los conflictos entre sus empleados. No obstante, serán capaces de aprender y utilizar técnicas de resolución de conflictos con mayor rapidez que los individuos que aporten menos IE al trabajo. Esta formulación reciente ayuda en la clarificación de la relación que existe entre las tres definiciones de IE que se utilizan con más frecuencia en ese terreno. Sin embargo, probablemente deberá pasar algún tiempo antes de poder contar con un consenso real acerca de la naturaleza de la inteligencia emocional.
Otra área de controversia es la medición de la inteligencia emocional. Tal Como demuestra Gowing en el capítulo 5, en la actualidad existen diversos instrumentos que afirman poder medir la IE. Todos ellos son recientes, excepto el CE-i de Bar-On, desarrollado a mediados de la década de los ochenta, y todos cuentan con ventajas e inconvenientes. Gowing pone de manifiesto sus coincidencias y divergencias a la hora de establecer una medición. Aunque en ese campo se han realizado muchos progresos, todos ellos prometedores, todavía queda mucho por hacer respecto a la cuestión de aclarar y perfilar la metodología de la medición.
Otro de los temas pendientes es el relativo poder de predicción de la IE y del CI. Aunque Goleman (1998b) sostiene que la IE es responsable en mayor medida de la varianza del rendimiento individual y grupal que las puras aptitudes cognitivas, en el capítulo 3 admite que el tema es complejo. Parte del problema radica en que estas aptitudes no son mutuamente excluyentes: la inteligencia emocional, en cualquiera de sus definiciones, es en realidad una combinación de aptitudes cognitivas y emocionales. Como el propio Goleman ha sugerido, la esencia de la inteligencia emocional es la integración de los centros emocionales del cerebro (el sistema límbico) y de los centros cognitivos (corteza prefrontal). De la misma manera, Mayer, Salovey y Caruso (2000) conciben la IE como un conjunto de habilidades que incluyen procesar información acerca de las emociones.
La investigación empírica demuestra que: 1) el CI y otras mediciones de la capacidad intelectual tienen limitaciones a la hora de predecir quién triunfará, y 2) las mediciones de IE están relacionadas con el rendimiento en ciertas situaciones (véase el