—Su nombre es Aurora McAuley. Entre
otras muchas cosas, es presidenta de la
Sociedad de Anacronismos Creativos, y si crees que Draco era impresionante, espera hasta ver algunas de sus otras... eh... creaciones, como Moby Dick y todo un zoológico de dinosaurios que a la Madre Naturaleza ni siquiera se le ocurrieron. "Esto es demasiado bueno como para ser cierto", pensó Poole. "Yo soy el más grande anacronismo que hay sobre el planeta Tierra." 12 - Frustración
Hasta entonces, casi había olvidado aquella conversación con el psicólogo de la Agencia Espacial.
—Puede ser que esté fuera de la Tierra durante tres años, por lo menos. Si lo desea, puedo suministrarle un implante anafrodisíaco inofensivo que le durará toda la misión. Le prometo que compensaremos eso con creces cuando vuelva a casa. —No gracias —había respondido Poole, tratando de no reírse mientras proseguía—: Creo que puedo manejarlo.
No obstante, se había vuelto suspicaz después de la tercera o la cuarta semana... y lo mismo le pasaba a Dave Bowman:
—Yo también lo noté —dijo Dave—. Estoy seguro de que esos malditos médicos pusieron algo en nuestra dieta.
Fuera lo que fuere (si es que en verdad existió alguna vez), hacía mucho ya que había dejado de tener efecto. Hasta entonces, Poole había estado demasiado ocupado como para meterse en enredos sentimentales, y con cortesía había rechazado generosas ofertas provenientes de damas jóvenes (y no tan jóvenes). No estaba seguro de si era su físico o su fama lo que las atraía; quizá no era más que la simple curiosidad por un hombre que, según lo que ellas sabían, podría ser un ancestro de veinte o treinta generaciones atrás.
Para deleite de Poole, la Ident de la Señora McAuley transmitió la información de que en ese momento estaba en un período entre amantes, y Poole no perdió tiempo para ponerse en contacto con ella. A las veinticuatro horas estaba montado en la grupa del dragón, los brazos agradablemente ubicados en torno de la cintura de Aurora. También se enteró de por qué las antiparras de aviador eran una buena idea, ya que Draco era por completo robótico y con toda facilidad podía alcanzar una velocidad de crucero de cien klicks. Poole dudaba de que algún dragón verdadero hubiera logrado jamás tales velocidades.
No lo sorprendió que los siempre cambiantes paisajes que pasaban por debajo de ellos provinieran directamente de las leyendas: Alí Baba agitó la mano con enojo, cuando dieron alcance a su alfombra voladora, gritándoles: —¡Por qué no miran por donde van!
No obstante, debía de estar a mucha distancia de Bagdad, porque los chapiteles de ensueño sobre los que ahora volaban en círculos sólo podían pertenecer a Oxford. Aurora se lo confirmó cuando señaló hacia abajo: —Ésa es la taberna —la posada— en la que Lewis y Tolkien solían reunirse con sus amigos, los Vagos Indicios. Y mire el río, ese bote que acaba de salir de debajo del puente: ¿ve las dos niñitas y el clérigo que van a bordo? —Sí —contestó Poole, gritando también contra el suave susurro del torbellino que producía Draco—, y supongo que una de ellas es Alicia. Aurora se dio vuelta y le sonrió sobre el hombro: parecía estar auténticamente encantada.
—Muy en lo cierto: es una reproducción precisa, basada sobre las fotos del reverendo. Temía que no lo supieras: ¡tanta gente dejó de leer poco después de tu época...! Poole sintió un agradable rubor de satisfacción.
Sociedad de Anacronismos Creativos, y si crees que Draco era impresionante, espera hasta ver algunas de sus otras... eh... creaciones, como Moby Dick y todo un zoológico de dinosaurios que a la Madre Naturaleza ni siquiera se le ocurrieron. "Esto es demasiado bueno como para ser cierto", pensó Poole. "Yo soy el más grande anacronismo que hay sobre el planeta Tierra." 12 - Frustración
Hasta entonces, casi había olvidado aquella conversación con el psicólogo de la Agencia Espacial.
—Puede ser que esté fuera de la Tierra durante tres años, por lo menos. Si lo desea, puedo suministrarle un implante anafrodisíaco inofensivo que le durará toda la misión. Le prometo que compensaremos eso con creces cuando vuelva a casa. —No gracias —había respondido Poole, tratando de no reírse mientras proseguía—: Creo que puedo manejarlo.
No obstante, se había vuelto suspicaz después de la tercera o la cuarta semana... y lo mismo le pasaba a Dave Bowman:
—Yo también lo noté —dijo Dave—. Estoy seguro de que esos malditos médicos pusieron algo en nuestra dieta.
Fuera lo que fuere (si es que en verdad existió alguna vez), hacía mucho ya que había dejado de tener efecto. Hasta entonces, Poole había estado demasiado ocupado como para meterse en enredos sentimentales, y con cortesía había rechazado generosas ofertas provenientes de damas jóvenes (y no tan jóvenes). No estaba seguro de si era su físico o su fama lo que las atraía; quizá no era más que la simple curiosidad por un hombre que, según lo que ellas sabían, podría ser un ancestro de veinte o treinta generaciones atrás.
Para deleite de Poole, la Ident de la Señora McAuley transmitió la información de que en ese momento estaba en un período entre amantes, y Poole no perdió tiempo para ponerse en contacto con ella. A las veinticuatro horas estaba montado en la grupa del dragón, los brazos agradablemente ubicados en torno de la cintura de Aurora. También se enteró de por qué las antiparras de aviador eran una buena idea, ya que Draco era por completo robótico y con toda facilidad podía alcanzar una velocidad de crucero de cien klicks. Poole dudaba de que algún dragón verdadero hubiera logrado jamás tales velocidades.
No lo sorprendió que los siempre cambiantes paisajes que pasaban por debajo de ellos provinieran directamente de las leyendas: Alí Baba agitó la mano con enojo, cuando dieron alcance a su alfombra voladora, gritándoles: —¡Por qué no miran por donde van!
No obstante, debía de estar a mucha distancia de Bagdad, porque los chapiteles de ensueño sobre los que ahora volaban en círculos sólo podían pertenecer a Oxford. Aurora se lo confirmó cuando señaló hacia abajo: —Ésa es la taberna —la posada— en la que Lewis y Tolkien solían reunirse con sus amigos, los Vagos Indicios. Y mire el río, ese bote que acaba de salir de debajo del puente: ¿ve las dos niñitas y el clérigo que van a bordo? —Sí —contestó Poole, gritando también contra el suave susurro del torbellino que producía Draco—, y supongo que una de ellas es Alicia. Aurora se dio vuelta y le sonrió sobre el hombro: parecía estar auténticamente encantada.
—Muy en lo cierto: es una reproducción precisa, basada sobre las fotos del reverendo. Temía que no lo supieras: ¡tanta gente dejó de leer poco después de tu época...! Poole sintió un agradable rubor de satisfacción.