tomada de otro medio, le recomiendo que escuche lo que Rachmaninoff y Andrew Lloyd
Webber hicieron con el mismo puñado de notas de Paganini. De modo que esta Odisea final descartó muchos de los elementos de sus precursores, pero desarrolló otros, y espero que más importantes, con mucho mayor detalle. Y si hubiera lectores de los libros anteriores que se sienten desorientados por tales transmutaciones, tengo la esperanza de poder disuadirlos de que me envíen furibundas cartas de condena, adaptando una de las observaciones más estimadas por cierto presidente de Estados Unidos: "¡Es ficción, estúpido!". Y todo es mi propia ficción, en el caso de que no se hayan dado cuenta. Aunque disfruté mucho mis colaboraciones con Gentry Lee,5 Michael Kube-McDowell y el fallecido Mike McQuay... y no vacilaré en llamar otra vez a los mejores pistoleros del ramo, si se me ocurren futuros proyectos que sean demasiado grandes como para que los maneje solo. Esta Odisea, en particular, tuvo que ser un trabajo individual. Así que cada palabra es mía... bueno, casi cada palabra: debo confesar que encontré al profesor Thirugnanasampanthamoorthy (capítulo 35) en la guía telefónica de Colombo. Espero que el propietario actual de ese nombre no tenga objeciones a que yo lo haya usado. También hay material extraído del gran Oxford English Dictionary, y qué me cuentan: ¡para muy agradable sorpresa mía, encuentro que emplea no menos de sesenta y seis citas de mis propios libros para ilustrar el significado y el uso de las palabras! Estimado OED, si en estas páginas encuentra cualesquiera ejemplos útiles, por favor sírvase... otra vez.
Pido disculpas por la cantidad de modestas toses (alrededor de diez, como mínimo) en este Epílogo, pero las cuestiones a las cuales dirigieron la atención parecían venir demasiado al caso, como para que se las omitiera. Por último, querría tranquilizar a mis muchos amigos budistas, cristianos, hindúes, judíos y musulmanes, en el sentido de que estoy sinceramente feliz de que la religión que el Azar les dio haya contribuido a la paz espiritual de ustedes (y a menudo, tal como ahora admite a regañadientes la ciencia médica occidental, al bienestar físico también). Quizá sea mejor estar insano y feliz, que sano e infeliz. Pero lo mejor de todo es estar sano y feliz.
Que nuestros descendientes puedan alcanzar ese objetivo será el más grande desafío del futuro. En verdad, muy bien puede decidir si tendremos futuro. Arthur C. Clarke
Colombo, Sri Lanka
19 de septiembre de FIN

5 Por una inverosímil coincidencia, Gentry era ingeniero en jefe de los proyectos Galileo y Viking. (Véase la introducción de Rama II.) No fue culpa de él que la antena de la Galileo no se desplegara...