Poole todavía estaba absorbiendo ese
maravilloso concepto, cuando lo acometió un
pensamiento perturbador:
—En mi época ya había miles de satélites a toda clase de altitudes: ¿cómo evitan las colisiones?
Indra dio la impresión de estar levemente turbada. —Sabe, nunca pensé en eso: no es mi campo. —Vaciló un instante, siendo claro que estaba hurgando en la memoria. Después, el rostro se le iluminó: —Tengo entendido que hace siglos se llevó a cabo una gran operación de limpieza: sencillamente no hay satélites por debajo de la órbita estacionaria. Eso tenía sentido, se dijo a sí mismo Poole. No serían necesarios: las cuatro torres gigantescas podrían proporcionar todos los medios otrora proporcionados por miles de satélites y estaciones espaciales.
—¿Y nunca hubo algún accidente, alguna colisión con naves espaciales que salían de la Tierra o que volvían a ingresar en la atmósfera? Indra lo miró con sorpresa:
—Pero ya no los hay, en absoluto. —Señaló hacia el techo: —Todos los espaciopuertos están donde deben estar: ahí afuera, en el anillo exterior. Tengo entendido que han transcurrido cuatrocientos años desde que el último cohete despegó de la superficie de la Tierra.
Poole todavía estaba digiriendo esto, cuando una anomalía trivial atrajo su atención. Su preparación como astronauta lo había hecho estar alerta ante cualquier cosa que escapara de lo común: en el espacio, eso podría ser cuestión de vida o muerte. El Sol estaba fuera de la vista, muy en lo alto, pero los rayos que fluían a través del ventanal pintaban una brillante banda de luz sobre el piso que tenían a los pies. Cortando esa banda en ángulo, había otra, mucho más tenue, de modo que el marco del ventanal daba una doble sombra.
Poole casi tuvo que ponerse de rodillas para poder atisbar el cielo. Había creído que ya nada lo sorprendería, pero el espectáculo de dos soles lo dejó momentáneamente sin habla.
—¿Qué es eso? —jadeó, una vez que hubo recobrado el aliento. —Oh... ¿no se lo dijeron?: ése es Lucifer. —¿La Tierra tiene otro sol?
—Bueno, no nos da tanto calor, pero dejó a la Luna fuera de combate... Antes que la Segunda Misión fuera allá para buscarlos a ustedes, ése fue el planeta Júpiter. "Sabía que tendría mucho para aprender en este nuevo mundo", se dijo Poole, "pero exactamente cuánto, jamás me lo habría imaginado." 5 - Educación
Poole se sintió a la vez atónito y encantado cuando llevaron el televisor a la habitación y lo colocaron a los pies de su cama. Encantado, porque padecía un caso leve de inanición informativa, y atónito porque se trataba de un modelo que ya era obsoleto en su propia época.
—Tuvimos que prometerle al museo que lo devolveríamos —le informó la jefa de enfermeras—, y espero que usted sepa cómo usar esto. Mientras acariciaba el control remoto, Poole sintió que una ola de tremenda nostalgia lo inundaba. Como pocos aparatos más podrían hacerlo, ése le trajo recuerdos de su niñez y de los días en los que los televisores eran demasiado estúpidos como para entender órdenes verbales.
—Gracias, jefa. ¿Cuál es el mejor canal? La mujer pareció quedar perpleja por la pregunta, pero después se le iluminó la cara:
pensamiento perturbador:
—En mi época ya había miles de satélites a toda clase de altitudes: ¿cómo evitan las colisiones?
Indra dio la impresión de estar levemente turbada. —Sabe, nunca pensé en eso: no es mi campo. —Vaciló un instante, siendo claro que estaba hurgando en la memoria. Después, el rostro se le iluminó: —Tengo entendido que hace siglos se llevó a cabo una gran operación de limpieza: sencillamente no hay satélites por debajo de la órbita estacionaria. Eso tenía sentido, se dijo a sí mismo Poole. No serían necesarios: las cuatro torres gigantescas podrían proporcionar todos los medios otrora proporcionados por miles de satélites y estaciones espaciales.
—¿Y nunca hubo algún accidente, alguna colisión con naves espaciales que salían de la Tierra o que volvían a ingresar en la atmósfera? Indra lo miró con sorpresa:
—Pero ya no los hay, en absoluto. —Señaló hacia el techo: —Todos los espaciopuertos están donde deben estar: ahí afuera, en el anillo exterior. Tengo entendido que han transcurrido cuatrocientos años desde que el último cohete despegó de la superficie de la Tierra.
Poole todavía estaba digiriendo esto, cuando una anomalía trivial atrajo su atención. Su preparación como astronauta lo había hecho estar alerta ante cualquier cosa que escapara de lo común: en el espacio, eso podría ser cuestión de vida o muerte. El Sol estaba fuera de la vista, muy en lo alto, pero los rayos que fluían a través del ventanal pintaban una brillante banda de luz sobre el piso que tenían a los pies. Cortando esa banda en ángulo, había otra, mucho más tenue, de modo que el marco del ventanal daba una doble sombra.
Poole casi tuvo que ponerse de rodillas para poder atisbar el cielo. Había creído que ya nada lo sorprendería, pero el espectáculo de dos soles lo dejó momentáneamente sin habla.
—¿Qué es eso? —jadeó, una vez que hubo recobrado el aliento. —Oh... ¿no se lo dijeron?: ése es Lucifer. —¿La Tierra tiene otro sol?
—Bueno, no nos da tanto calor, pero dejó a la Luna fuera de combate... Antes que la Segunda Misión fuera allá para buscarlos a ustedes, ése fue el planeta Júpiter. "Sabía que tendría mucho para aprender en este nuevo mundo", se dijo Poole, "pero exactamente cuánto, jamás me lo habría imaginado." 5 - Educación
Poole se sintió a la vez atónito y encantado cuando llevaron el televisor a la habitación y lo colocaron a los pies de su cama. Encantado, porque padecía un caso leve de inanición informativa, y atónito porque se trataba de un modelo que ya era obsoleto en su propia época.
—Tuvimos que prometerle al museo que lo devolveríamos —le informó la jefa de enfermeras—, y espero que usted sepa cómo usar esto. Mientras acariciaba el control remoto, Poole sintió que una ola de tremenda nostalgia lo inundaba. Como pocos aparatos más podrían hacerlo, ése le trajo recuerdos de su niñez y de los días en los que los televisores eran demasiado estúpidos como para entender órdenes verbales.
—Gracias, jefa. ¿Cuál es el mejor canal? La mujer pareció quedar perpleja por la pregunta, pero después se le iluminó la cara: