tampoco había cambiado desde la
última visita de Poole—, y un viejo amigo apareció en
la pantalla:
—¡Frank! —gritó Theodore Khan—, ¿por qué no me dijiste que venías? ¿Cuándo podremos reunimos? ¿Por qué no hay imagen... hay alguien contigo? ¿Y quiénes eran todos esos tipos con aspecto de funcionarios que descendieron al mismo tiempo...? —¡Por favor, Ted! Sí, lo siento, pero créeme, tengo muy buenos motivos... Te lo explico después. Y sí, tengo a alguien conmigo... te llamaré no bien pueda. ¡Adiós! Mientras daba tardíamente la orden de "No Molestar", Poole dijo en tono de disculpa: —Lamento lo de... ya sabes quién era, claro. —Sí, el doctor Khan. A menudo trató de ponerse en contacto conmigo. —Pero nunca le respondiste. ¿Puedo preguntarte por qué? —Aunque había cuestiones mucho más importantes por las que preocuparse, Poole no pudo resistirse a hacer la pregunta.
—El nuestro fue el único canal que deseé mantener abierto. Además, a menudo yo estaba afuera. A veces, durante años.
Eso era sorprendente y, sin embargo, no debía serlo: Poole sabía muy bien que se había informado sobre la presencia de Halman en muchos lugares, en muchas ocasiones. No obstante... "¿afuera durante años?". Podría haber visitado una gran cantidad de sistemas estelares... quizás así fue como supo lo de la Nova Escorpión, a nada más que cuarenta años luz de distancia. Pero nunca pudo haber llegado hasta el Nodo: ir y volver habría sido una travesía de novecientos años. —¡Qué suerte que estabas aquí cuando te necesitábamos! Era muy fuera de lo común que Halman vacilara antes de responder. Transcurrió un lapso muy superior al retraso inevitable de tres segundos antes que dijera con lentitud: —¿Estás seguro de que fue suerte?
—¿Qué quieres decir?
—No deseo hablar al respecto, pero dos veces he... vislumbrado... poderes... entidades... muy superiores a los monolitos y, quizá, hasta sus creadores. Puede ser que ambos tengamos menos libertad de la que imaginamos. Ese pensamiento, en verdad, daba escalofríos. Poole necesitó hacer un esfuerzo de voluntad para hacerlo a un lado y concentrarse en el problema inmediato. —Confiemos en tener suficiente libre albedrío para hacer lo que es necesario. Quizás ésta es una pregunta tonta: ¿el monolito sabe que nos reunimos? ¿Podría... entrar en sospechas?
—No tiene capacidad de sentir una emoción como esa. Dispone de numerosos dispositivos para protección contra fallas, algunos de los cuales entiendo. Pero eso es todo.
—¿Podría alcanzar a oírnos ahora?
—No lo creo.
"Ojalá yo pudiera estar seguro de que se trata de un supergenio ingenuo y tonto", pensó Poole, mientras abría su maletín y sacaba la caja sellada que contenía la tablilla; con esa gravedad baja, el peso era casi desdeñable: resultaba imposible creer que pudiera contener el destino de la humanidad. —No había manera de que pudiéramos tener la certeza de contar con un circuito seguro hacia ti, así que no pudimos entrar en detalles. Esta tablilla contiene programas que, esperamos, eviten que el monolito lleve a cabo cualesquiera órdenes que amenacen a la humanidad. Hay veinte de los virus más devastadores jamás diseñados, para la mayoría de los cuales no existe antídoto conocido; en algunos casos, se tiene la creencia de que no hay antídoto posible. Hay cinco copias de cada uno. Querríamos que los liberes cuando lo creas, y si lo crees necesario. Dave... Hal... a nadie se le confió jamás una responsabilidad así, pero no tenemos otra alternativa. Una vez más, la respuesta pareció tardar más que los tres segundos del viaje de ida y vuelta de Europa.
la pantalla:
—¡Frank! —gritó Theodore Khan—, ¿por qué no me dijiste que venías? ¿Cuándo podremos reunimos? ¿Por qué no hay imagen... hay alguien contigo? ¿Y quiénes eran todos esos tipos con aspecto de funcionarios que descendieron al mismo tiempo...? —¡Por favor, Ted! Sí, lo siento, pero créeme, tengo muy buenos motivos... Te lo explico después. Y sí, tengo a alguien conmigo... te llamaré no bien pueda. ¡Adiós! Mientras daba tardíamente la orden de "No Molestar", Poole dijo en tono de disculpa: —Lamento lo de... ya sabes quién era, claro. —Sí, el doctor Khan. A menudo trató de ponerse en contacto conmigo. —Pero nunca le respondiste. ¿Puedo preguntarte por qué? —Aunque había cuestiones mucho más importantes por las que preocuparse, Poole no pudo resistirse a hacer la pregunta.
—El nuestro fue el único canal que deseé mantener abierto. Además, a menudo yo estaba afuera. A veces, durante años.
Eso era sorprendente y, sin embargo, no debía serlo: Poole sabía muy bien que se había informado sobre la presencia de Halman en muchos lugares, en muchas ocasiones. No obstante... "¿afuera durante años?". Podría haber visitado una gran cantidad de sistemas estelares... quizás así fue como supo lo de la Nova Escorpión, a nada más que cuarenta años luz de distancia. Pero nunca pudo haber llegado hasta el Nodo: ir y volver habría sido una travesía de novecientos años. —¡Qué suerte que estabas aquí cuando te necesitábamos! Era muy fuera de lo común que Halman vacilara antes de responder. Transcurrió un lapso muy superior al retraso inevitable de tres segundos antes que dijera con lentitud: —¿Estás seguro de que fue suerte?
—¿Qué quieres decir?
—No deseo hablar al respecto, pero dos veces he... vislumbrado... poderes... entidades... muy superiores a los monolitos y, quizá, hasta sus creadores. Puede ser que ambos tengamos menos libertad de la que imaginamos. Ese pensamiento, en verdad, daba escalofríos. Poole necesitó hacer un esfuerzo de voluntad para hacerlo a un lado y concentrarse en el problema inmediato. —Confiemos en tener suficiente libre albedrío para hacer lo que es necesario. Quizás ésta es una pregunta tonta: ¿el monolito sabe que nos reunimos? ¿Podría... entrar en sospechas?
—No tiene capacidad de sentir una emoción como esa. Dispone de numerosos dispositivos para protección contra fallas, algunos de los cuales entiendo. Pero eso es todo.
—¿Podría alcanzar a oírnos ahora?
—No lo creo.
"Ojalá yo pudiera estar seguro de que se trata de un supergenio ingenuo y tonto", pensó Poole, mientras abría su maletín y sacaba la caja sellada que contenía la tablilla; con esa gravedad baja, el peso era casi desdeñable: resultaba imposible creer que pudiera contener el destino de la humanidad. —No había manera de que pudiéramos tener la certeza de contar con un circuito seguro hacia ti, así que no pudimos entrar en detalles. Esta tablilla contiene programas que, esperamos, eviten que el monolito lleve a cabo cualesquiera órdenes que amenacen a la humanidad. Hay veinte de los virus más devastadores jamás diseñados, para la mayoría de los cuales no existe antídoto conocido; en algunos casos, se tiene la creencia de que no hay antídoto posible. Hay cinco copias de cada uno. Querríamos que los liberes cuando lo creas, y si lo crees necesario. Dave... Hal... a nadie se le confió jamás una responsabilidad así, pero no tenemos otra alternativa. Una vez más, la respuesta pareció tardar más que los tres segundos del viaje de ida y vuelta de Europa.