La nave estaba describiendo una
órbita, a menos de cien kilómetros por encima de lo
que parecía ser un inmenso campo arado y levemente espolvoreado con nieve. Pero el arador debió de haber estado ebrio, o el sistema de guía debió de haberse vuelto loco, pues los surcos describían meandros en toda dirección, a veces cortándose entre sí o girando sobre sí mismos. Por aquí y por allá, el terreno aparecía salpicado con círculos tenues: cráteres fantasmas producidos por el impacto de meteoros hacía ya miles de millones de años.
"Así que esto es Ganimedes", pensó Poole, adormilado. "¡La avanzada humana más alejada del hogar! ¡Por qué una persona sensata querría vivir aquí? Bueno, a menudo pensé lo mismo cuando volaba sobre Groenlandia o Islandia en invierno..." Alguien llamó a la puerta, hubo un "¿Te molesta si entro?", y el capitán Chandler lo hizo sin aguardar la respuesta.
—Pensé en dejarte dormir hasta que descendiéramos: esa fiesta de fin de viaje sí duró más de lo que me habría gustado, pero no quise correr el riesgo de tener un motín si la cortaba antes de tiempo.
Poole rió.
—¿Alguna vez hubo un motín en el espacio? —Oh, muchos, pero no en mis tiempos. Ahora que mencionamos el tema, se podría decir que Hal inició la tradición... lo siento, quizá no debí... ¡Mira, ahí está Ciudad Ganimedes!
Por sobre el horizonte estaba apareciendo lo que parecía ser un patrón cuadriculado de calles y avenidas que se intersecaban casi en ángulo recto, pero con la leve irregularidad típica de cualquier asentamiento que hubiese crecido por incorporación, sin un planeamiento central. Lo bisecaba un río ancho. Poole recordó que las regiones ecuatoriales de Ganimedes ya eran lo suficientemente cálidas como para que existiera agua en estado líquido, y eso le trajo a la memoria un antiguo grabado en madera de la Londres medieval.
Entonces advirtió que Chandler lo estaba mirando con expresión divertida... y la ilusión se desvaneció cuando se dio cuenta de la escala de la "ciudad". —Los ganimedeanos —comentó con tono aburrido— deben de haber sido bastante voluminosos, para haber construido caminos de cinco o diez kilómetros de ancho. —Veinte en algunos sitios. Impresionante, ¿no? Y todo es resultado de la contracción y la expansión del hielo. La Madre Naturaleza es ingeniosa... Podría mostrarte algunos patrones que parecen aún más artificiales, si bien no son tan grandes como este. —Cuando era niño hubo gran revuelo acerca de una cara que había en Marte. Por supuesto, resultó ser una colina tallada por las tormentas de arena; hay muchísimas formaciones similares en los desiertos de la Tierra. —¿No hubo alguien que dijo que la historia siempre se repite a sí misma? La misma clase de tontería ocurrió con Ciudad Ganimedes: algunos idiotas afirmaron que la habían construido alienígenas. Pero temo que no va a permanecer mucho tiempo más. —¿Por qué? —preguntó Poole, sorprendido. —Ya empezó a desplomarse, a medida que Lucifer funde el permafrost. Dentro de otros cien años no reconocerás Ganimedes... Ahí está la orilla del lago Gilgamesh: si miras con cuidado... hacia la derecha... —Ya veo lo que quieres decir: ¿qué pasa, ya que con seguridad el agua no está hirviendo, no con esta presión baja?
—Planta de electrólisis. No sé cuántos quintillones de kilogramos de oxígeno por día. Naturalmente, el hidrógeno escapa y se pierde en el espacio... esperamos. Chandler quedó en silencio. Después, en un tono de inseguridad que no era común en él, reanudó su comentario:
—Toda esa hermosa agua ahí abajo... ¡y Ganimedes no necesita ni la mitad! No lo divulgues, pero estuve ideando maneras de llevar parte de ella a Venus.
que parecía ser un inmenso campo arado y levemente espolvoreado con nieve. Pero el arador debió de haber estado ebrio, o el sistema de guía debió de haberse vuelto loco, pues los surcos describían meandros en toda dirección, a veces cortándose entre sí o girando sobre sí mismos. Por aquí y por allá, el terreno aparecía salpicado con círculos tenues: cráteres fantasmas producidos por el impacto de meteoros hacía ya miles de millones de años.
"Así que esto es Ganimedes", pensó Poole, adormilado. "¡La avanzada humana más alejada del hogar! ¡Por qué una persona sensata querría vivir aquí? Bueno, a menudo pensé lo mismo cuando volaba sobre Groenlandia o Islandia en invierno..." Alguien llamó a la puerta, hubo un "¿Te molesta si entro?", y el capitán Chandler lo hizo sin aguardar la respuesta.
—Pensé en dejarte dormir hasta que descendiéramos: esa fiesta de fin de viaje sí duró más de lo que me habría gustado, pero no quise correr el riesgo de tener un motín si la cortaba antes de tiempo.
Poole rió.
—¿Alguna vez hubo un motín en el espacio? —Oh, muchos, pero no en mis tiempos. Ahora que mencionamos el tema, se podría decir que Hal inició la tradición... lo siento, quizá no debí... ¡Mira, ahí está Ciudad Ganimedes!
Por sobre el horizonte estaba apareciendo lo que parecía ser un patrón cuadriculado de calles y avenidas que se intersecaban casi en ángulo recto, pero con la leve irregularidad típica de cualquier asentamiento que hubiese crecido por incorporación, sin un planeamiento central. Lo bisecaba un río ancho. Poole recordó que las regiones ecuatoriales de Ganimedes ya eran lo suficientemente cálidas como para que existiera agua en estado líquido, y eso le trajo a la memoria un antiguo grabado en madera de la Londres medieval.
Entonces advirtió que Chandler lo estaba mirando con expresión divertida... y la ilusión se desvaneció cuando se dio cuenta de la escala de la "ciudad". —Los ganimedeanos —comentó con tono aburrido— deben de haber sido bastante voluminosos, para haber construido caminos de cinco o diez kilómetros de ancho. —Veinte en algunos sitios. Impresionante, ¿no? Y todo es resultado de la contracción y la expansión del hielo. La Madre Naturaleza es ingeniosa... Podría mostrarte algunos patrones que parecen aún más artificiales, si bien no son tan grandes como este. —Cuando era niño hubo gran revuelo acerca de una cara que había en Marte. Por supuesto, resultó ser una colina tallada por las tormentas de arena; hay muchísimas formaciones similares en los desiertos de la Tierra. —¿No hubo alguien que dijo que la historia siempre se repite a sí misma? La misma clase de tontería ocurrió con Ciudad Ganimedes: algunos idiotas afirmaron que la habían construido alienígenas. Pero temo que no va a permanecer mucho tiempo más. —¿Por qué? —preguntó Poole, sorprendido. —Ya empezó a desplomarse, a medida que Lucifer funde el permafrost. Dentro de otros cien años no reconocerás Ganimedes... Ahí está la orilla del lago Gilgamesh: si miras con cuidado... hacia la derecha... —Ya veo lo que quieres decir: ¿qué pasa, ya que con seguridad el agua no está hirviendo, no con esta presión baja?
—Planta de electrólisis. No sé cuántos quintillones de kilogramos de oxígeno por día. Naturalmente, el hidrógeno escapa y se pierde en el espacio... esperamos. Chandler quedó en silencio. Después, en un tono de inseguridad que no era común en él, reanudó su comentario:
—Toda esa hermosa agua ahí abajo... ¡y Ganimedes no necesita ni la mitad! No lo divulgues, pero estuve ideando maneras de llevar parte de ella a Venus.