7

Cuando tuvieron a la vista las rocas cretáceas su padre le dijo que ya había estado antes en Rügen. La primera vez, de luna de miel con su primera mujer, y la segunda, también de luna de miel con la segunda. El destino de ambos viajes había sido Hiddensee y el rodeo para llegar a las rocas cretáceas les había resultado excesivo en ambas ocasiones, así que se alegraba de poder contemplarlas por fin.

Durante el almuerzo, preguntó:

—¿Qué motetes van a cantar esta tarde?

El hijo se levantó y fue a buscar el programa: No temas, estoy contigo; El Espíritu ayuda en nuestra debilidad; Jesús, mi alegría, y Cantad al Señor un cántico nuevo.

—¿Conoces los textos?

—¿Los textos de los motetes? ¿Los conoces tú?

—Sí.

—¿De todos los motetes? ¿De todas las cantatas?

—Cantatas hay cientos, pero motetes sólo unos pocos. En mi época de estudiante los cantaba en el coro: «No temas, estoy contigo; te fortaleceré, te ayudaré, te sostendré con la diestra de mi justicia». Un hermoso texto para un estudiante de Leyes.

—Sé que todos los domingos vas a la iglesia. ¿Es por costumbre o porque crees de verdad? —Sabía que era una pregunta delicada. Su padre se había enterado, con gran pesar, de que sus tres hijos no querían saber nada de la iglesia desde bastante jóvenes, pero sólo lo había dejado traslucir en el gesto de tristeza con el que se levantaba de la mesa los domingos, tras el desayuno, para ir a la iglesia sin ellos. Nunca había hablado de religión con sus hijos.

El padre se echó para atrás y se apoyó en el respaldo.

—Creer es una costumbre.

—Se convierte en una costumbre, pero no empieza siéndolo. ¿Cómo empezaste tú a creer? —Aquélla era una pregunta aún más delicada. Su madre había mencionado en una ocasión que su padre había crecido sin educación religiosa y que se convirtió siendo estudiante. Pero no había dicho nada acerca de cómo se había producido esa conversión y el padre ni siquiera había hablado de aquel hecho.

El padre se recostó aún más sobre el respaldo y apretó con las manos los bordes de los brazos del sillón.

—Siempre he… siempre he esperado… —dijo, mirando al vacío. Luego movió lentamente la cabeza—. Eso es algo que uno tiene que experimentar por sí mismo. Si no es así…

—Habla conmigo. Madre dijo una vez que te convertiste cuando eras estudiante. Eso tuvo que ser el acontecimiento más importante de tu vida. ¿Cómo se lo puedes ocultar a tus hijos? ¿No quieres que te conozcamos, que sepamos lo que para ti es importante y por qué? ¿Acaso no te das cuenta de lo alejados que estamos de ti? ¿Crees que sólo fue por asuntos profesionales por lo que tu hija se marchó a San Francisco y el mayor de tus hijos a Ginebra? ¿Hasta cuándo vas a esperar para hablar con nosotros? —Mientras decía todo aquello, se iba exaltando—. ¿No comprendes que los hijos quieren más de su padre que un comportamiento mesurado, un silencio distante y alguna disputa sobre política que al día siguiente se ha olvidado? Tienes ochenta y dos años, un día te morirás y todo lo que va a quedarme de ti será tu escritorio, que ya de niño me gustaba y que, ya entonces, mis hermanos decían que me lo podía quedar. Sí, y alguna vez me descubriré sentado, como tú ahora, queriendo tener tan poco que ver con quien tenga enfrente como tú ahora conmigo.

En ese momento hubiera querido levantarse e irse, pero le vino a la memoria una escena de su infancia. Tendría unos diez años cuando un día llevó a casa un gatito negro que el hermano de un amigo suyo quería ahogar en el río con toda la camada. Él se ocupó del gato, lo educó para que fuera limpio, lo alimentó, jugó con él, lo quería mucho y su padre, al que el gato no le hacía ninguna gracia, lo toleraba. Pero una noche en que la familia estaba cenando, el gato se subió al piano de cola, el padre se levantó y lo espantó con un movimiento displicente de la mano, como si se tratara de una mota de polvo. Para él fue como si su padre lo hubiera espantado a él y se sintió tan herido y angustiado que se levantó, cogió al gato y salió de la casa. Pero ¿adónde podía ir? Después de pasar frío durante tres horas, volvió a casa; su padre le abrió la puerta sin pronunciar palabra, y tener que afrontarlo fue tan horrible como que lo espantara. Pasadas unas semanas, el gato le provocó asma y hubo que regalarlo.

Su padre lo miró.

—Creo que me conocéis. Mi conversión… Mi conversión no fue como la del joven Martín Lutero, cuando el rayo cayó en el árbol junto al que estaba. No creas que te oculto ningún hecho dramático. —Luego miró el reloj—. Debería descansar un poco. ¿A qué hora nos vamos?

Mentiras de verano
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section001.xhtml
Section002.xhtml
Section003.xhtml
Section004.xhtml
Section005.xhtml
Section006.xhtml
Section007.xhtml
Section008.xhtml
Section009.xhtml
Section010.xhtml
Section011.xhtml
Section012.xhtml
Section013.xhtml
Section014.xhtml
Section015.xhtml
Section016.xhtml
Section017.xhtml
Section018.xhtml
Section019.xhtml
Section020.xhtml
Section0001.xhtml
Section101.xhtml
Section021.xhtml
Section022.xhtml
Section023.xhtml
Section024.xhtml
Section025.xhtml
Section026.xhtml
Section027.xhtml
Section028.xhtml
Section029.xhtml
Section030.xhtml
Section031.xhtml
Section032.xhtml
Section033.xhtml
Section034.xhtml
Section035.xhtml
Section036.xhtml
Section037.xhtml
Section038.xhtml
Section039.xhtml
Section040.xhtml
Section041.xhtml
Section042.xhtml
Section043.xhtml
Section044.xhtml
Section045.xhtml
Section046.xhtml
Section047.xhtml
Section048.xhtml
Section049.xhtml
Section050.xhtml
Section051.xhtml
Section052.xhtml
Section053.xhtml
Section054.xhtml
Section055.xhtml
Section056.xhtml
Section057.xhtml
Section058.xhtml
Section059.xhtml
Section060.xhtml
Section061.xhtml
Section062.xhtml
Section063.xhtml
Section064.xhtml
Section065.xhtml
Section066.xhtml
Section067.xhtml
Section068.xhtml
Section069.xhtml
Section070.xhtml
Section071.xhtml
Section072.xhtml
Section073.xhtml
Section074.xhtml
Section075.xhtml
Section076.xhtml
Section077.xhtml
Section078.xhtml
Section079.xhtml
Section080.xhtml
Section081.xhtml
Section082.xhtml
Section083.xhtml
Section084.xhtml
Section085.xhtml
Section086.xhtml
Section087.xhtml
Section088.xhtml
Section089.xhtml
Section090.xhtml
Section091.xhtml
Section092.xhtml
Section093.xhtml
Section094.xhtml
Section095.xhtml
Section096.xhtml
Section097.xhtml
Section098.xhtml
Section099.xhtml
Section100.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml