LUNES, 14 DE MAYO DE 1945
El ruido de un motor me arrancó anoche del primer sueño. Fuera voces, toques de claxon. Me precipité a la ventana. Efectivamente, abajo había un camión ruso lleno de harina. El panadero ya tiene carbón, así que ahora ya puede hacer pan y dar suministro a las cartillas y cupones. Le oí dar gritos de alegría y vi cómo se echaba al cuello del conductor ruso. Éste también estaba resplandeciente. Les gusta jugar a Papá Noel.
Al alba me despertó esta mañana el clamor de la cola del pan. Ya daba media vuelta a la manzana, y ahora, pasado el mediodía, sigue habiendo cola. Muchas mujeres se han llevado taburetes consigo. Ya escucho las murmuraciones y los cuchicheos.
Fuimos por agua por primera vez a una boca de riego de verdad, y no muy lejos de casa. Eso es algo maravilloso. Una bomba de agua automática con tres grifos de los que mana el agua en un grueso chorro. En un instante se llena el cubo. Sólo hay que esperar unos pocos minutos hasta que te toca el turno. Eso transforma nuestro día a día, hace nuestra vida más llevadera.
De camino a la boca de riego pasé al lado de muchas tumbas. Casi todas las partes delanteras de los jardines ofrecen ese silencioso alojamiento. Unas veces hay encima un casco alemán de acero, otras veces relucen con su rojo chillón las estacas con las blancas estrellas soviéticas. Tienen que haber cargado muchos vehículos con tales pinturas.
En los bordillos sobresalen tablillas de madera con inscripciones rusas y alemanas. Una indica con palabras de Stalin que los Hitler, etcétera, desaparecen pero que Alemania permanecerá. «Losungi» denominan los rusos a estas sentencias con un extranjerismo alemán.
Junto al portal de la casa hay impresos pegados a la pared: «Noticias para alemanes». Esa palabra me suena en este contexto tan extraña al oído, casi como un insulto. En la hoja puede leerse el texto de nuestra rendición incondicional, firmada por Keitel, Stumpff, Friedeburg. Además hay informes sobre deposición de armas en todos los frentes. Göring ha sido hecho prisionero. Una mujer dice haber escuchado por la radio que éste lloró como un niño al ser detenido y que Hitler ya lo había condenado a muerte. Un coloso con pies de barro.
Otro aviso muy discutido y que aglomeraba mucha gente alrededor anuncia que los rusos ponen a nuestra disposición nuevas y más abundantes raciones de alimentos, clasificadas en cinco grupos: para trabajadores de elevado desgaste físico, trabajadores, empleados, niños y resto de la población. Pan, patatas, pasta, achicoria, café en grano, azúcar, sal e incluso mantequilla. En general no está mal, si es verdad. En parte, las raciones son más abundantes que en la última época de Adolf. Es notorio el efecto de esta novedad. Oí decir: «Ahí puede verse de nuevo lo estúpidos que nos hemos vuelto con nuestra propaganda».
Sí, es cierto. Se nos pintó tantas veces en las paredes que las potencias enemigas nos llevarían a la muerte por hambre y a la completa extinción física, que cada pedazo de pan, cada alusión a que se nos va a seguir suministrando alimentos, nos deja pasmados. En ese sentido, Goebbels preparó perfectamente el terreno a los vencedores. Cada pedazo de pan de su mano nos parece un regalo.
Por la tarde me puse a la cola de la carne. No hay nada más instructivo que una hora de cola. Me enteré de que en dirección a Stettin, Küstrin y Frankfurt del Oder ya circulan los trenes. En cambio, el tráfico urbano sigue, por lo visto, completamente paralizado.
Una mujer contó con satisfacción por qué los rusos evitaron el edificio en el que vivía al poco de entrar en él: en el primer piso encontraron a una familia en las camas, muertos todos por envenenamiento; en el segundo piso, una familia ahorcada en el crucero de la ventana de la cocina. Visto lo cual huyeron despavoridos y ya no regresaron más. Por si acaso, dejaron los objetos disuasorios durante un tiempo en su sitio… La carne que me dieron era buena y tenía buen color. Pura carne de vaca. Nos ayuda a seguir adelante.
«A las cuatro y media de la tarde hay reunión de la comunidad de vecinos en el sótano», así se fue transmitiendo la noticia de puerta en puerta. Se va a retirar por fin la barricada del sótano. ¡Qué bien! Así habrá camino expedito para llegar al resto de las patatas de la viuda. Formamos una gran hilera a lo largo del pasillo. Una vela pequeña pegada a una silla nos alumbraba débilmente. Ladrillos, tablones, sillas y pedazos de colchones iban de mano en mano.
En el sótano estaba todo tirado, revuelto. Un caos tremendo. Olor a excrementos. Cada uno recogía sus cosas. Las pertenencias sin dueño tenían que ser depositadas en el patio interior. (Sin embargo, la viuda, como quien no quiere la cosa, hizo desaparecer un juego de ropa de seda, que no era suyo, en su saco. Al cabo de un rato debió de acordarse de los diez mandamientos porque lo devolvió a su dueña señalándole las iniciales bordadas y diciéndole que «se lo había guardado por equivocación»). Los conceptos de propiedad están del todo trastocados. Cada uno roba al otro porque a su vez le robaron a él, y porque anda necesitado de todo. Así que al final, sólo se clasificaron como «sin dueño» objetos sin ningún valor: enaguas descoloridas de tanto lavarlas, sombreros, un zapato desparejado. Mientras la viuda seguía empeñada en revolverlo todo en busca del alfiler con perla de la corbata cuyo escondrijo ha olvidado, yo cargué con las patatas para casa. Las dejé frente a la cama del señor Pauli. Cuando la viuda llegó, nos auguró de nuevo, a lo Casandra, que nos sobrevendría una época de hambre y escasez cuando consumiéramos estos últimos tubérculos. El señor Pauli la secundaba firmemente. Tengo la sensación de que en esta casa se me empieza a considerar comensal non grata. Me cuentan los bocados que doy y me envidian cada patata que como. Y eso que Pauli también se alimenta con el azúcar del comandante, que es mío. No obstante, mi deseo es intentar mantenerme por mí misma. Sólo que, ¿cómo lo hago?
No puedo guardarles rencor. No lo he experimentado nunca, pero bien podría ser que a mí, en idéntica situación, me resultara también desagradable compartir mi comida. Y no hay ningún nuevo comandante a la vista.