XVII
Al mismo tiempo
Incluso Nina pareció comprender lo que estaba a punto de suceder. Sus gemidos subieron de intensidad, cesaron, y comenzó a hablar.
—¿Qué… qué va a hacernos?
Su voz sonaba quejumbrosa, rota debido al terror. Giró la cabeza en su camilla, de modo que pudiera ver a Nina. La chica desplazaba su mirada de ella a la cámara.
—¿Para qué es esa cámara?
Aunque era consciente de que podía ahogarse, Nina comenzó a tirar de las cuerdas que la sujetaban, aunque tuvo que detenerse entre toses poco después.
—¿Qué… qué pretende? Estamos dispuestas a decirle a la cámara lo que sea para que nos libere. Podemos… ¿Desea enviarle un mensaje a Jahn? Haremos lo que sea, todo lo que…
Nina guardó silencio y abrió mucho los ojos.
Volvió la cabeza y descubrió qué había llevado el terror a la mirada de Nina. El monstruo sostenía un bisturí en la mano.
También ella comenzó a revolverse, intentando soltar sus ataduras. Trató de decir algo, rogar, suplicar, pero no logró más que un graznido.
El monstruo se situó detrás de la cámara y comenzó a manipularla. Poco después se encendió de nuevo aquel foco cegador. Fue capaz de pronunciar un quejoso sonido, y Nina, detrás de ella, soltó un grito desgarrador. Y a pesar del miedo, del pánico que la invadía, del insoportable dolor, Heike Kleenkamp pudo registrar cómo se abrió de repente una puerta con un sonido sordo y comenzaba a gritar una voz diferente. Una voz masculina.