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La Rey-Hiroun apareció en el umbral del Sistema de Tiego, a más de cuarenta años-luz del teatro del combate. Cuando los hombres de la dotación pudieron verificar esta distancia en las pantallas de los grandes aparatos del puente de control, exhalaron un suspiro de alivio. Para ellos, la huida lejos de las naves enemigas significaba una evasión del infierno. Algunos meses atrás, la Rey-Hiroun había perdido el contacto con las otras sesenta naves de su grupo, tal vez porque habían sido destruidas o porque habían regresado a sus bases ante la afluencia del enemigo.
La Rey-Hiroun buscó refugio en los mundos perdidos más allá, incluso, de la nebulosa de S. Pero habían tenido que huir cada vez que eran descubiertos por patrulleros enemigos. El casco de la nave se había posado ya en ardientes arenas, flotó en marjales y navegó entre estratos de pesado gas, soportando el fuego de tres soles a la vez...
—Hemos sido derrotados... por treinta y dos veces —dijo el comandante Hargreb.
—Treinta y cuatro —rectificó Sway, su segundo—, contando nuestros encuentros con esos pájaros en Sitilca-Rhiat. Ellos dejaron sus plumas, pero nosotros también. Allí perdimos al comandante Marborn y al pequeño Gison.
Hargreb solo movió la cabeza. Para él era inútil intentar recordar alguna cosa, incluso un hecho tan dramático como la batalla contra los pájaros de Sitilca-Rhiat. Se encerraba en su papel de comandante de la nave, y evitaba en lo posible los comentarios. Sway pensó con amargura que pronto sería él mismo el que sustituiría a Hargreb como comandante de la nave. Y la perspectiva no le agradaba demasiado. Evitaba en lo posible el pensamiento de cuál hubiera sido su reacción, en estas mismas circunstancias, al partir de la base. ¿Cuánto tiempo hacía de eso? Entonces no era más que sirviente de puente y su comandante se llamaba Sebast Ulrich. Después tuvo a Marborn, luego a Hargreb...
Tres comandantes en una campaña era demasiado para una nave de combate. Incluso en la batalla de Ofiuchus. Tres comandantes, y muy pronto cuatro, si tomaba en cuenta aquellos extraños balanceos de la cabeza de Hargreb y su aire ausente cada vez que miraba el diorama estelar.
—Tiego II —dijo Sway—. Pronto nos encontraremos allí, comandante. Comida, reposo, primavera, mujeres...
En los labios de Hargreb se dibujó una melancólica sonrisa.
—Mujeres, primavera... Sway, habla usted como los publicistas de la tierra.
—No. Como un hombre. Como un hombre cansado, comandante. Jamás estuve en la Tierra...
Hargreb guardó un momento de silencio, luego suspiró:
—Yo, en cambio, sí he estado en ella... Vamos, Sway, pregunte a nuestros especialistas dónde se desarrolla actualmente la primavera en este planeta.
Sway asintió, y abandonó la pasarela para ganar el puente de control. Cuatro minutos más tarde, y a través del comunicador, daba la respuesta a Hargreb.
—La primavera se halla en el hemisferio Sur, comandante. Según Gresh, parece que es particularmente floreciente en la gran isla emplazada en el centro del océano.
Hargreb no contestó. Tenía el espectáculo ante sus ojos.
—¿Sway?
—Sí, comandante.
—Iremos de pesca.
Para Hargreb fue un verdadero alivio no escuchar el: «a sus órdenes», por el que había adquirido aprensión en una forma inconsciente. Sway solo rió, y Hargreb le quedó agradecido para sus adentros.
Se estaba realizando la maniobra de aproximación, y parecía que la misma isla se acercaba a toda velocidad a la nave.
Hargreb descubrió, en visión telescópica, dos cadenas montañosas, geológicamente jóvenes, encuadrando estanques fluviales. Aquello había despertado su deseo de pescar. Había bosques tan repletos de árboles que parecían una gran mancha negra, también verdeaban las praderas que llegaban hasta el borde de un océano centelleante por el sol.
—¿Comandante?
Sway llamaba por el comunicador.
—¿Sí?
—Estoy a sus órdenes para la maniobra de aterrizaje.
Hargreb inclinó la cabeza.
—Comandante... ¿ha visto ese pequeño poblado al norte de la isla?
El jefe de la nave sonrió y esperó un instante para concentrar su visión.
—No lo había visto, Sway, pero ahora es cuando creo de veras que este es un buen planeta.
Luego pidió las coordenadas de aterrizaje al complejo de guía.