LAS BURBUJAS
8 de agosto.
Hoy he visto aún a la «Otra». Agitaba sus largos brazos ante la ventana y hablaba, hablaba. Su boca se movía sin cesar, pero yo no oía nada. Por supuesto, no se puede oír nada tras la ventana. Después ha apoyado todos sus brazos en el cristal y ha apretado. He sentido miedo, he pulsado el botón, y los postigos han chasqueado. Sin embargo, sé bien que no puede entrar, nadie puede entrar.
Padre contaba que antes, en un tiempo muy lejano, los cristales de las ventanas podían romperse. No puedo creerlo, pero padre sabía. Decía que hemos tenido mucha suerte de que las burbujas hayan venido en nuestra época, ya que en los viejos tiempos todo el mundo estaría ya muerto. Las casas no eran como ahora, y no había servidores. Nadie hubiera estado al abrigo de las burbujas.
Es padre quien me dijo que debía escribir, cuando fuera grande. Decía: «Es preciso escribir para el futuro». Porque, un día, se encontrará un medio de luchar contra las burbujas, y todo volverá a ser como antes. Decía: «Será necesario que se sepa lo que ha ocurrido durante los años de las burbujas, por eso deberás escribir, Mónica, cuando seas mayor, cuando yo ya no esté aquí». Pero sin duda padre no pensaba en que él ya no estaría aquí tan pronto. ¡Oh, si solamente no hubiera salido, si solamente no hubiera salido.
Decía: cuando yo sea mayor. Hoy tengo dieciséis años, así que pienso que ya soy grande, y he comenzado a escribir esta mañana. Padre escribía mucho. Ha escrito toda la historia de las burbujas, y cómo era el mundo antes. Yo no lo he conocido, sólo sé lo que padre me ha contado. Nací justamente después de que llegaran las burbujas. Según padre, hubo una gran cantidad de gente que murió al principio, muchos y muchos, antes de comprender que no se podía luchar contra las burbujas, que no había más que un medio para no morir o convertirse en un «Otro», y éste era el de no salir. Padre comprendió en seguida, y por eso es por lo que nos salvamos. Decía que antes no hubiera sido posible no salir, que la gente hubiera muerto de hambre. Porque no había cubas de carne, ni legumbreras, ni tampoco servidores para ocuparse de todo. Me contó que en los viejos tiempos la gente debía hacerlo todo por sí misma, plantar las legumbres en la tierra, criar el ganado para obtener carne. Era divertido, yo no sabía lo que era el ganado. Entonces padre me lo explicó, me mostró las imágenes en los viejos libros. Pero no podía acabar de comprenderlo bien, porque nunca lo había visto.
9 de agosto.
Esta mañana he ido a la vivoteca para mirar los viejos libros, pero ahora que padre ya no está aquí para explicármelos hay muchas cosas que no comprendo. Precisamente, el otro día, vi una imagen que se parecía enormemente a la «Otra» que vino ayer a la ventana, con todos sus brazos que se retorcían. La diosa Kali, decía debajo. ¿Es que existían ya «Otros» en los viejos tiempos? Pero padre decía que no, que era a causa de las burbujas que la gente se había transformado en los «Otros». Antes no existían.
No puedo ver a los «Otros». Me hacen temblar, sobre todo cuando se acercan a la ventana, como aquel de ayer. Éste viene a menudo. Se diría que quiere hablarme, su boca se mueve todo el tiempo. Padre decía: «Es curioso, experimentamos mucho mayor miedo ante los "Otros", que no son muy peligrosos, que ante las burbujas. Supongo que es porque los "Otros" nos conmocionan y nos causan horror, mientras que las burbujas son una especie de belleza perfecta». Es cierto, las burbujas son más bien hermosas. A menudo las miro flotar allá afuera: se diría que son las mismas burbujas de jabón que yo hacía cuando era pequeña para divertirme. Pero son mucho mayores, y duras, tan duras que nada puede destruirlas. Pero se quiebran contra los humanos, y entonces ellos mueren.
Lo vi una vez, cuando padre estaba aún aquí. Un hombre. Corría con todas sus fuerzas, con su enorme boca abierta, como si gritara, aunque no se oía nada. Y había una burbuja que se deslizaba tras él. Lo atrapó, y se rompió contra él. Quedó completamente recubierto de aquella baba irisada, cayó al suelo retorciéndose. Yo me puse a gritar, y padre vino muy aprisa y escondió mi cabeza en su pecho. Me dijo: «No mires, Mónica, no tengas miedo, querida». Después me dejó y, cuando volví a levantar la cabeza, ya no había nada allá afuera, tan sólo un gran charco brillante, del color de las burbujas. Padre dijo: «El desgraciado ha muerto: ha quedado disuelto en seguida. Y es mejor para él esto que convertirse en un "Otro"». Seguramente padre tenía razón, pero a veces me pregunto si realmente es mejor morir que convertirse en un «Otro», porque creo que no me gustaría en absoluto morir. ¡Pero los «Otros» son realmente tan horribles!
15 de agosto.
La nodriza ha dado vueltas en torno mío toda la mañana. Todo el tiempo preguntando si no necesitaba nada. Me irrita, ¡oh, cómo me irrita a veces! La he enviado a la legumbrera a buscarme manzanas, y cuando ha vuelto la he hecho salir de la habitación. Si tan sólo padre estuviera aún aquí. Hace ya tres años que estoy completamente sola. Lo sé porque cuento siempre los días como padre lo hacía. A veces decía que ni él sabía demasiado bien por qué continuaba haciéndolo. Pensaba que era solamente porque uno se siente tan unido al pasado. Pero yo no conozco el pasado, lo hago porque padre lo hacía, y porque me parece que esto me une un poco a él.
Siempre he conocido el mundo como ahora, con las burbujas y las calles vacías donde no circulan nunca más que «Otros». Padre me ha contado de tal manera el mundo de antes que creo que me gustaría enormemente que volviera. Poder salir, y ver gentes que no sean los «Otros». Padre decía que después de la ciudad está el campo, donde todo es verde, con la hierba y los árboles y los animales en las reservas. He visto las imágenes en los viejos libros, pero padre decía que no era lo mismo. Contaba lo maravilloso que era sentir el sol en su piel, o la lluvia. Veo a menudo la lluvia deslizarse por los cristales, pero me pregunto cómo debe sentirse sobre la piel. Y parece que hay el mar, grandes extensiones de agua salada. Y las gentes nadaban en él, como yo en la piscina de los sótanos. Creo que me gustaría nadar en el mar.
Padre pensaba que yo vería el mundo de antes; tal vez no él, pero yo sí lo vería. Parece que hay cantidad de gente que buscan un medio de aniquilar a las burbujas. Padre creía que era necesario que tuvieran éxito, algún día. Pero hace mucho tiempo que aguardo y nunca hay nada más que el mundo de ahora, con únicamente las burbujas y los «Otros» afuera, y yo adentro.
Esto me aburre, padre me falta todo el tiempo. Quisiera que él estuviera aún aquí. Hay los servidores y la nodriza, pero a veces me enervan de tal manera. De acuerdo, ellos no son humanos. Padre los llamaba a menudo máquinas, un extraño nombre. Contaba que antiguamente no había servidores. Lo que entonces se llamaban servidores eran seres humanos que trabajaban para otros seres humanos. Esto parece extraño, pero padre lo sabía siempre todo. Había leído todos los viejos libros y podía contar cómo eran los viejos tiempos durante horas. Yo también intento leerlos algunas veces, pero hay tantas cosas que no comprendo. ¿Qué es lo que quiere decir por ejemplo «estar enamorado», o «tomar el metro»? ¡Oh, padre debería estar aún aquí para explicármelo!
23 de agosto.
He ido a la habitación de madre. He abierto los armarios: olía vagamente a perfume. Al principio, no me atrevía a tocar. Me parecía que madre iba a llegar detrás de mí y a mirarme con sus ojos vacíos. Tenía miedo. Después me he armado de valor, he tomado uno de sus vestidos. Era suave al tacto y todo verde, como las grandes piedras que se hallan en el gran cofre de las joyas. Me lo he puesto. Debo haberme hecho muy grande, ya que me iba bien. Me he mirado en el espejo. Era hermoso. El verde de la ropa hacía brillar mis ojos exactamente como las piedras de madre. Creo que debo ser hermosa, porque me parezco mucho a madre, y padre decía que madre era muy hermosa. Decía también que teníamos el cabello como un campo de trigo bajo el sol del verano. No sé lo que es un campo de trigo bajo el sol del verano, pero padre tenía el aire de soñar cuando lo decía, por lo que supongo que debía ser hermoso. Mis cabellos son muy largos, podría hacerme un abrigo con ellos. Parece que, en los viejos tiempos, las mujeres se los cortaban por debajo de las orejas, exactamente igual que padre. ¡Qué idea absurda querer parecerse a padre! Porque madre era absolutamente mucho más hermosa. Pero yo amaba más a padre, oh, cómo lo amaba.
Madre me daba un poco de miedo, tenía una manera de mirarte sin verte, con sus ojos vueltos hacia adentro. Nunca se ocupó de mí, ni siquiera me hablaba. A veces se ponía a llorar durante horas, después se precipitaba hacia la puerta y gritaba: «¡Quiero salir, quiero salir!» Entonces padre la apretaba contra él y le hablaba cariñosamente: «Tranquilízate, querida, ten paciencia, dulzura». Padre la amaba mucho, y es por ella por lo que salió. Sé que no debería decirlo, padre no se hubiera sentido contento, pero no hubiera debido hacerlo, no hubiera debido.
Una vez fui mala; padre se hallaba consolándola, y entonces le dije: «Déjala, ya ves que no escucha nada». Entonces padre me miró con un aire triste y, más tarde, me habló largamente: «No debes detestar a tu madre, pequeña, no es culpa suya si es así... Sí, ya sé, ella no se ocupa de ti y no mira a nadie. Pero, antes de las burbujas, no era así. Su cabeza no ha podido resistir lo que nos ha ocurrido. Vive en el mundo de antes, rehúsa ver la realidad. Pero no puede hacer nada, y no debes detestarla por ello. Mónica, es preciso tener piedad de ella... Si me ocurriera cualquier cosa, sería preciso que cuidaras de ella, como si fuera ella la pequeña y no tú. Sabes bien que a veces quiere salir, es preciso impedírselo, no sabe lo que hace... Prométeme que serás buena con tu madre, que velarás por ella si yo no estoy más aquí. Prométemelo, Mónica». Yo me arrojé en sus brazos y se lo prometí. Tenía un aire tan triste y tan desgraciado. Pero no he podido mantener mi promesa. Ella murió cuando él salió afuera.
26 de agosto.
Hoy llueve. Esta mañana he ido a la ventana, y había una enormidad de gotas que caían en la calle. He pensado en qué sensación debe producir esto sobre la piel, y he sentido deseos de salir. Pero no se puede. Padre me explicó que había bloqueado todas las cerraduras. Para abrir sería preciso ir al fondo de los sótanos, detrás de las salas de las cubas y las legumbreras, y poner en marcha el desenclavador. Me había mostrado cómo debía hacerse, decía que era para cuando llegara la liberación, si él ya no estaba conmigo. Lo había bloqueado todo para evitar que nadie se sintiera tentado de abrir, como yo esta mañana, y por madre, que siempre quería ir afuera. Pero puso el desenclavador en marcha cuando salió, y algunos días después yo fui a cerrarlo de nuevo. Porque me parecía que lo que él había dicho era exacto, y que, si el desenclavador hubiera estado siempre como ahora, él no hubiera podido salir. Después no he vuelto a abrirlo más. Y es mejor así, porque cuando siento deseos, como esta mañana, de abrir la ventana, no puedo, y durante el tiempo que necesito para ir a conectar el desenclavador puedo pensar que, si abro, voy a morir o a convertirme en un «Otro», y no siento deseos de morir.
He ido a nadar a la piscina de los sótanos, porque me aburría en la ventana. Esto me ha hecho recordar que padre me había dicho que si las burbujas hubieran llegado en los viejos tiempos no habría ni agua ni luz, porque parece que no había servidores para hacer funcionar todo esto. Eran los humanos quienes lo hacían. Entonces ellos hubieran muerto a causa de las burbujas, y ya nada hubiera funcionado. Mientras que, por supuesto, las burbujas no pueden hacerles nada a los servidores, y parece que están construidos para durar millares de años. Padre decía que incluso si toda la raza humana desapareciera, los servidores continuarían haciéndolo funcionar todo durante siglos y siglos. Me ha explicado que, por ejemplo, si yo me hacía muy vieja y moría, la nodriza se quedaría allá, esperando, casi durante la eternidad. Porque la nodriza está condicionada con respecto a mí. Vela por mí todo el tiempo y hace todo lo que le pido. Debe protegerme de todo mal. Si las burbujas entraran, intentaría apartarlas de mí y salvarme. Pero no podría conseguirlo durante mucho tiempo, la pobre, porque hay demasiadas, y siempre logran sus fines, que son los de matarnos a todos.
1 de septiembre.
Es curioso, nadie sabe de dónde vienen las burbujas, nadie sabe tampoco por qué hay algunas personas que mueren y por qué algunas otras no mueren y se convierten en los «Otros». Escuché una vez a un viejo, en el visiocine. Fue mucho después de que padre hubiera salido. Padre ponía en marcha de tanto en tanto el visiocine, pero la pantalla estaba siempre negra. Y me dijo que continuara haciéndolo funcionar a veces, si él ya no estaba aquí, porque estaba seguro de que había supervivientes y que se debía de estar buscando el medio de acabar con las burbujas. Me dijo que si la liberación estaba próxima, el visiocine lo diría.
Padre explicaba que, hasta el momento, nada podía destruir a las burbujas. Ni siquiera el lanzallamas y, sin embargo, según padre, ésta era un arma muy potente. Parecía que se había intentado todo. Las burbujas lo resistían todo. Se rompen solamente contra los humanos, y entonces éstos mueren. Y cuando no mueren es peor, se convierten en los «Otros». Los «Otros» se transforman. En lugar de ser disueltos por la baba de las burbujas, vuelven a levantarse al cabo de poco tiempo y, aparentemente, no tienen nada. Pero, después de algunos días, ¡les crecen cosas! Varios brazos, como la mujer que se parece a la diosa del viejo libro, o bien un montón de piernas, o bien ojos por todas partes, o dos cabezas, o toda una serie de bocas en el cuello y en el pecho. ¡Es horrible!
Los viejos que oí en el visiocine hablaban precisamente de las burbujas y de los «Otros». El visiocine había permanecido completamente negro durante cantidad de días, y he aquí que de pronto la pantalla se había encendido. Había un viejo en una gran sala totalmente blanca, apoyado en una mesa. Tenía el aire muy fatigado. La sala estaba llena de servidores, pero mucho más complicados que aquellos de casa, con montones de botones y de luces de todos los colores en ellos. Lo escuché con agrado, tenía una voz que daba confianza. Padre habría podido hablar así. Me sentía menos sola. Decía: «Oh, vosotros, hermanos de la raza humana, no perdáis el valor. Os suplico que no cedáis a la tentación de arrojaros hacia afuera, hacia la muerte. Esperad. Yo lucho, todos nosotros luchamos. Y tendremos éxito... Si yo muero, si aquellos que me ayudan en mi tarea mueren, vendrán otros a continuar la batalla en el mismo instante en que nosotros la habremos dejado. Tened paciencia, hermanos, la raza humana no debe desaparecer. Permaneced en vuestras casas, al abrigo, y, os lo juro, veréis a las burbujas aniquiladas, volveréis a ver los viejos días. Valor, hermanos: venceremos.»
Después habló largamente. Lo escuché hasta el final, pero no comprendí todo lo que quería decir. Tenía un aspecto decidido aquel viejo, pero tan cansado. Y sin embargo, cuando hablaba de esperanza, su voz era muy cálida y joven. Dijo que sería largo, porque nadie sabía de dónde venían las burbujas ni de qué estaban hechas. No se podía comprender el fenómeno que transformaba a los humanos en «Otros» o los mataba. Se había intentado todo contra las burbujas, todo lo conocido, pero nada podía alcanzarlas. Muchos habían dado su vida por la raza humana en aquélla lucha, y muchos otros la darían aún. Parecía que incluso algunos «Otros» habían venido a ofrecer su ayuda, porque preferían la muerte a seguir siendo aquello en que se habían convertido. Se servían de ellos, que podían salir con toda impunidad, para experimentar nuevas armas. Era preciso darles las gracias, a ellos que eran, pese a todo, nuestros hermanos, y que luchaban codo con codo al lado nuestro.
El viejo dijo aún que algunos creían que las burbujas se habían ido formando durante mucho tiempo, tal vez siglos, para aparecer en nuestra época. Que estábamos quizá papando las faltas de nuestros antepasados, que habían realizado tantas experiencias atómicas, que habían jugado a diestro y siniestro con aquella fuerza que tan mal conocían. Que tal vez éramos las víctimas de su estupidez, porque ellos habían querido utilizar únicamente para matar aquel átomo que había de dar a las edades futuras la dulzura de vivir. Habían arrojado demasiada radiactividad sobre el mundo en aquella época, y algunos creían que las burbujas habían nacido lentamente de ello. Él no lo sabía, pero podía ser cierto. En todo caso la lucha no cesaba, y como se habían utilizado sin resultado todos los conocimientos actuales, se iba ahora a volver a tomar las viejas ciencias para intentar hallar un medio.
Después dijo: «No os hablaré a menudo, hermanos, no tengo tiempo. Intentaré solamente teneros al corriente de lo que hacemos. Pero, os lo repito, no perdáis el valor. Adiós». Y la pantalla se volvió de nuevo negra.
Pienso a menudo en este viejo, no he vuelto a oírlo más en el visiocine, ni a nadie más tampoco. Me pregunto si tenía razón y si el mundo de antes volverá alguna vez. Me gustaría.
5 de septiembre.
La «Otra» de la ventana ha vuelto. Es curioso, con el tiempo me produce menos horror. Por otro lado no es totalmente fea, pese a todos sus brazos. No es como aquellos que tienen varios ojos, o montones de bocas, o narices por todos lados. Hoy me ha causado más bien piedad, tenía tanto aspecto de querer decirme algo. Llevaba un pequeño bebé en su brazo doblado y me lo mostraba todo el tiempo. Se agitaba mucho, sus largos cabellos negros volaban en todos sentidos. Finalmente, ha tendido el bebé hacia mí. Habría dicho que quería que se lo tomara. Era extraño, no me parecía en absoluto transformado. Era muy lindo, exactamente como mis bebés de juguete. De golpe, lo ha desnudado y me lo ha mostrado de nuevo. He podido ver bien que no tenía ninguna transformación, era completamente normal. Rollizo, con pliegues en las carnes, y agitando sus pequeñas piernecitas. Tenía la boca abierta y el rostro todo fruncido. Debía gritar. Con seguridad no debía estar en absoluto contento, habiéndolo desnudado así. No he querido cerrar los postigos, le he hecho signos de que se fuera, pero ella ha permanecido allá. Lloraba, veía sus lágrimas deslizarse por su rostro, y durante todo el tiempo me tendía el bebé. Habría dicho que quería realmente que se lo tomara. ¡Estaba loca! Como si yo fuera a abrir, para que entraran las burbujas. Y sin embargo, no había en absoluto burbujas en la calle en aquel momento. Le he hecho nuevamente signos de que se fuera, y como no se movía me he apartado de la ventana.
Después, no he dejado de pensar en ello. Esta «Otra» me daba pena, tenía el aire tan alocado. No podía realmente tomar ese bebé y criar un pequeño «Otro». Por otro lado, no sabría criar un bebé. Solamente he conocido mis bebés de juguete. Y padre me había dicho que los bebés no comen como nosotros. ¿Tal vez la nodriza lo sabrá? Pero estoy loca, padre se pondría furioso si pudiera saberlo. ¡Abrir! ¡A una «Otra»! ¡Y para tomar un pequeño «Otro»! No debo pensar más en ello.
Sin embargo, es curioso que este bebé no tenga ninguna transformación. ¿Tal vez porque es demasiado pequeño? Pero, habitualmente, la transformación no ocupa demasiado tiempo cuando uno está afuera y no muere. Apenas algunos días. ¿Quizá no tiene más que algunos días? Pero se parecía tanto a mis bebés de juguete, y padre me dijo que eran como un pequeño humano a la edad de dos años. Me pregunto por qué esta «Otra» quiere tanto que se lo tome. ¿Quizá lo ha protegido de las burbujas y quiere salvarlo antes de que se convierta en un «Otro»? Pero uno no puede protegerse de las burbujas. Nadie puede.
7 de septiembre.
He tenido miedo, he tenido mucho, mucho miedo. Me dolía el vientre y he creído que iba a morir como padre. He gritado y la nodriza ha acudido a toda velocidad. Me ha palpado el vientre, luego me ha zurrado y me ha dicho que no tengo absolutamente nada, que como demasiadas manzanas. Es verdad, pero adoro las manzanas. Me ha dado una pastilla y mi mal ha pasado casi en seguida. La nodriza puede curarme de casi todo.
Padre también sabía siempre lo que debía tomarse cuando uno no se encontraba bien. Pero no para lo que tenía madre. No podía hacer nada por lo que tenía madre, y la nodriza tampoco. Es por eso por lo que salió, para buscar un médico. Decía que no serviría de nada el visiofonear, puesto que nadie querría salir. Pero tomó su lanzallamas y dijo que traería un médico costase lo que costase. Era una locura a causa de las burbujas, pero salió a pesar de todo. No podía soportar más el oír a madre gritar sujetándose el vientre. La quería tanto. Creo que esto lo volvió loco, porque sabía bien que no serviría de nada el salir. Le dio una inyección a madre, y otra también a mí para que me durmiera, y salió. Sé bien que no debería pensar en esto, pero hubiera sido mejor que la hubiera dejado morir, porque nunca regresó, y ella murió igualmente. Fue la nodriza quien me lo dijo cuando me desperté. Los servidores habían retirado ya su cuerpo, y padre ya no estaba aquí.
Sentí tanta pena que no podía parar de llorar, y la nodriza debía obligarme a comer. Hubiera debido dejarla morir, sí. No hubiera debido salir. Veamos, ¿dónde hubiera encontrado un médico? E incluso, si lo hubiera encontrado, estoy segura de que el médico hubiera preferido ser carbonizado antes que afrontar las burbujas.
A veces me pregunto si padre fue disuelto o... Me pregunto si puede estar allí afuera, con montones de brazos o de piernas, o si todos sus cabellos habrán caído y sobre su cráneo habrán nacido cantidades de ojos, o si... Pero no quiero pensar en esto, no quiero. Prefiero creer que padre está muerto. Y sin embargo, ¿y si él regresara un día, a la ventana, como la diosa Kali? ¿Qué es lo que haría? ¡Oh, padre!, ¿qué es lo que haría?
10 de septiembre.
El visiofono ha sonado todo el día, pero no he respondido. Cuando padre estaba aún aquí respondía siempre al visiofono, o bien llamaba él mismo. Decía que no era bueno vivir sin contactos humanos, y entonces buscaba supervivientes. Sólo que había tanta gente que había muerto en los comienzos del tiempo de las burbujas que apenas se podían encontrar algunos. Había montones de casas donde los «Otros» se habían introducido y, por otro lado, familias enteras habían sido transformadas, lo que hacía que fueran siempre «Otros» los que se agitaban en la pantalla del visiofono. Y eran malvados, padre debía cortar siempre el contacto. Recuerdo que el viejo del visiocine había dicho que algunos «Otros» lo ayudaban contra las burbujas. Esto me sorprende, porque padre decía que los «Otros» odiaban a los humanos. Padre creía que era porque estaban tan separados de nosotros, y que nos detestaban porque nosotros éramos normales.
Durante los primeros tiempos después de la partida de padre, respondía aún al visiofono, pero eran siempre «Otros» los que aparecían en la pantalla, con sus brazos o sus ojos múltiples. Y me insultaban, o me invitaban a salir y a reunirme con ellos. Me daban miedo.
Y después, una vez, hubo un humano en la pantalla, una mujer. En aquella época ya no respondía casi al visiofono, pero la insistencia había sido tanta que había querido saber.
Era vieja, y tenía unos ojos completamente locos. Tenía unos cabellos de un deslustrado y sucio color gris, que le colgaban sobre el rostro. Sus manos se retorcían en todos sentidos. Desde el momento en que me vio, se puso a hablar con una voz precipitada:
—Te lo suplico, pequeña; ¿sabes dónde hay un médico? Te lo suplico, es preciso absolutamente que encuentre a un médico. Llamo a todas partes, sin descanso. Ayúdame, pequeña, es preciso que alguien me ayude. Mi marido está muy enfermo, va a morir. Va a morir y voy a quedarme sola.
Lloraba. Después, se apartó de la pantalla y, en el fondo de la habitación, vi una cama con un hombre acostado en ella. Tenía el rostro muy hinchado y azul, y en el silencio de la habitación se oía su jadeo ronco, penoso, como si no pudiera respirar.
La mujer volvió a la pantalla:
—¿Lo has visto? Se está muriendo, se está muriendo, se está muriendo.
Su voz se elevaba. No podía soportarla más, cerré el contacto. Y me eché a llorar. No podía ayudarla, no podía hacer nada. Pensaba sin descanso en padre, que, también él, quería desesperadamente un médico. No respondí más al visiofono.
18 de septiembre.
¡Ha ocurrido algo! ¡Ha ocurrido algo! Me siento tan excitada que corro sin descanso del visiocine a la ventana y de la ventana al visiocine. No puedo estarme quieta. La nodriza gruñe que debería quedarme tranquila y que no es bueno agitarse tanto, pero creo que me gruñe solamente por mantener las formas. Me parece que está contenta. Quizás ella también comprenda.
Desde hace algunos días veía muchas menos burbujas allá afuera, y casi ningún «Otro» tampoco. La diosa Kali y su bebé no habían vuelto. ¡Pero nunca hubiera imaginado que fuera eso! Me pongo a bailar de lo contenta que estoy. ¡Va a volver el mundo de antes! ¡Va a volver el mundo de antes! ¡Padre tenía razón, el viejo tenía razón, hemos ganado!
Había puesto el visiocine en marcha e iba precisamente a apagarlo porque la pantalla estaba completamente negra, como de costumbre, y he aquí que de pronto se iluminó. Reconocí la gran sala donde había visto al viejo, pero esta vez era un hombre joven quien estaba en su lugar, y la sala estaba llena de gente. El hombre joven no tenía el aire fatigado como el viejo, sino que parecía más bien triunfante. Tenía los cabellos negros, pero solamente detrás, porque delante había una inmensa frente completamente lisa. Unos ojos muy negros, grandes y muy hundidos en la cabeza. Una amplia boca, con dientes brillantes, y un mentón muy cuadrado que avanzaba. Su voz sonó como el estallido de una trompeta:
—¡Hemos ganado! Cada día repito lo mismo, porque muchos de entre vosotros no habéis oído la llamada, y cada día lo digo con la misma profunda alegría. Querría gritar, porque me parece que así lo oiríais mejor, todos vosotros, los que estáis aún encerrados en vuestras casas. ¡Hemos ganado, las burbujas han sido vencidas!
Allí se detuvo un instante. Tenía los ojos muy brillantes, y me pareció que las gentes en la sala lloraban. Y he aquí que me di cuenta de que yo lloraba también. ¿Es que las lágrimas brotan también cuando se está tan contento que se siente la impresión de que el corazón va a estallar? Sin duda, porque tenía el rostro totalmente inundado. No llegaba a creer que aquello fuera cierto. ¡Oh, papá!, ¿por qué no estás tú aquí conmigo para oír esto?
Entonces el hombre continuó:
—Es preciso que conozcáis todos a aquel que nos ha salvado, a aquel que ha encontrado el arma que aniquila a las burbujas. Acérquese, profesor... (y aquí un nombre extraño que no comprendí bien, algo así como Chulienne).
Y vi un hombre curioso, extraño, muy pequeño, con la piel no blanca como la mía sino toda amarilla. Tenía una figura arrugada, apergaminada, como las manzanas que dejo olvidadas demasiado tiempo, y unos ojillos negros estrechos que remontaban en ángulo. Habló con una voz frágil, con un tono curioso:
—La amenaza ha terminado. Todo va a volver a ser como antes. Podremos volver a comenzar. Va a ser duro, porque no somos demasiado numerosos, pero lo conseguiremos. Y lo que no tengamos tiempo de hacer lo harán nuestros hijos. Porque vamos a tener miles y miles de años ante nosotros. No pueden saber ustedes lo feliz que me siento de haberlo hallado al fin. No por mí, sino por todos.
Después, fue el joven quien habló de nuevo. Dijo cantidad de cosas: cómo el arma mataba a las burbujas, y que había también trajes protectores para salir. Explicó que, a la hora actual, equipos de voluntarios limpiaban la ciudad. Y que, sobre todo, nadie debía salir por el momento. Había aún grandes cantidades de burbujas afuera y era preciso esperar, era preciso un poco de paciencia, después de haber esperado tanto tiempo uno podía refrenarse aún un poco más, ¿no? Vendrían a buscarnos, equipos que nos traerían trajes protectores y armas. Sería muy pronto.
Después dijo que iba a mostrarnos un equipo en pleno trabajo. Todo el mundo en la sala se apartó, y se encendió una enorme pantalla de visiocine que ocupaba toda la pared. Entonces vi: una calle como la mía, con una docena de hombres que andaban. Iban vestidos con una especie de saco negro y rígido, que les recubría incluso la cabeza, con una placa vítrea para los ojos. Llevaban gruesos guantes espesos del mismo color negro, y sujetaban todos un tubo que se parecía mucho al lanzallamas de padre, pero más grueso y más largo. En este momento llegaban tres o cuatro burbujas, que flotaban muy rápidas en su dirección. Apuntaron sus tubos. De ellos salió algo azul y muy brillante que causaba daño a los ojos, y las burbujas se rompieron contra el suelo, no contra ellos. Era maravilloso ver morir a aquellas horribles burbujas. Hubiera querido gritarles dándoles ánimos.
La nodriza vino a buscarme para que comiera. La eché fuera de la habitación. ¿Es que uno puede tener hambre cuando ve acontecimientos tan enormes, y cuando va a conocer muy pronto el mundo de antes?
21 de septiembre.
¡Ya ha ocurrido! He visto a seres humanos, y he hablado con ellos. No podía refrenar más mi impaciencia. Permanecía todo el día en la ventana, y era siempre la misma calle vacía, salvo que apenas había burbujas y en absoluto ningún «Otro». Había oído varias veces al hombre del otro día en el visiocine, pero repetía siempre lo mismo: «Paciencia, vendremos a buscaros». Esto terminaba por irritarme. Estaba harta de esperar. Hacía correr a la nodriza todo el día. Y ella gruñía.
Pero ha sido ella quien me ha llamado, mientras yo estaba mirando nuevamente el visiocine:
—Ven a ver, Mónica.
He corrido a la ventana. Había unos hombres con sus feos sacos negros en mi calle. He gritado, olvidando que ellos no podían oírme. Pero gesticulaba de tal modo en la ventana que han terminado por verme. Han venido hacia la casa haciéndome signos de alegría. Desde hace tres días había puesto el desenclavador en marcha, tanto era lo que esperaba esto. Me he precipitado hacia la puerta, la he abierto de par en par, ¡y ellos han entrado! Han cerrado rápidamente tras ellos y se han quitado sus feos sacos negros. Son dos. Uno alto y el otro pequeño. El alto es bien parecido, con cabellos negros y ojos marrones chispeantes de alegría. Cuando sonríe su figura se ilumina de golpe. El pequeño es más bien gordezuelo, con los cabellos muy, muy rizados, y unos minúsculos ojos azules. El alto ha dicho:
—Vaya, vaya: la Lorelei de largos cabellos, la Ondina de los ojos verdes y el vestido dorado.
Y el pequeño ha dicho:
—Cállate, vas a darle miedo a esta pequeña con tus boberías que nadie comprende.
Es cierto que yo no comprendía, pero no sentía miedo. Me han dicho sus nombres. El alto es Frank y el pequeño Eric. Yo les he dicho: Mónica. Entonces nos hemos estrechado las manos y han querido saber si pensaba poder besarles. El alto ha dicho:
—Después de todo, hoy es un día más bien excepcional.
Entonces yo lo he hecho y he sentido una impresión curiosa, ya que jamás había besado a nadie excepto a padre.
Frank ha preguntado:
—¿Dónde están tus padres, Mónica? ¿Estás completamente sola?
He respondido muy aprisa:
—Madre está muerta, y padre... salió.
Se han mirado con aire triste, y Frank ha puesto su mano sobre mi hombro.
—¿Hace mucho tiempo, Mónica?
—Tres años.
Frank ha suspirado y después ha dicho:
—Es preciso no pensar más en ello, la vida va a comenzar de nuevo para ti. ¿Qué edad tienes, Mónica?
—Dieciséis años.
Se han mirado aún otra vez, y ha habido un silencio. En seguida, Frank ha continuado:
—¿Solamente dieciséis años? Sí, hubiera debido pensarlo, tienes un aire tan joven...
—Dieciséis años, ¿desde cuándo? —ha dicho el otro, Eric.
He respondido:
—Desde el mes pasado.
Súbitamente no han hablado más, ni el uno ni el otro. Tenían un aire embarazado. He pensado que era de ver que yo solamente tenía dieciséis años, cuando ellos debían de haberme tomado por una persona mayor. Debían decirse que yo era solamente una chiquilla. Era como si lo lamentaran.
Me he acercado a ellos. Hubiera querido besarlos aún, estaba tan contenta. Pero ellos no me lo han pedido y yo no me he atrevido. Simplemente, Frank me ha acariciado la mejilla y Eric ha vuelto los ojos como para no vernos.
22 de septiembre.
Espero a Frank, va a venir a buscarme. Parece que voy a ir a vivir a su casa.
¡Pensar en que voy a salir por primera vez! Le pregunté a Frank:
—¿Y me mostrarás el mundo de antes?
Me miró con un aire desconcertado, después respondió:
—Por supuesto, pequeña, por supuesto que te mostraré el mundo de antes.
Pero tenía un aire triste mientras decía esto. ¿Por qué?
¿Es que el mundo de antes no es hermoso? ¿O bien es que no volverá a ser jamás como antes?
Pero esto no tiene importancia, voy a salir, Frank va a llevarme.
Y yo sería completamente dichosa si no hubiera algo... Porque he comprendido ahora por qué la «Otra» quería tanto que yo tomara su bebé. ¡Oh!, hubiera debido tomárselo, porque oí lo que decían Frank y Eric ayer, y esta mañana, en el visiocine, he visto.
Había dejado a Frank y a Eric un momento, ayer. No sabía exactamente por qué, pero quería ponerme bonita, y había ido a buscar uno de los vestidos de madre. Se habían instalado en la vivoteca y la nodriza les había servido aquella bebida que daba siempre a padre y que no ha querido hacer jamás para mí. Volví suavemente, para sorprenderles, y es entonces cuando lo oí.
Frank decía:
—No deberíamos hacer esto, es inhumano. Después de todo, tienen tanto derecho a vivir como nosotros, no es culpa suya. Me parece que se hubiera podido hacer otra cosa, no sé, instalarlos en reservas por ejemplo.
Y Eric respondió:
—Sabes bien que no puede hacerse otra cosa. No hay modo de curarles. Tal vez sean contagiosos. Es necesario.
Entonces Frank habló con un tono encolerizado:
—Esto puede gustarte tal vez a ti, pero no a mí. No puedo disparar contra ellos, no puedo absolutamente. Es monstruoso lo que estamos haciendo, siento vergüenza.
Entonces Eric se puso a hablar con una voz aguda. Era extraño, hubiera dicho que se defendía. Exactamente como yo cuando la nodriza me riñe, y sé que tiene razón, pero no quiero admitirlo. Decía:
—Es la ley, no podemos hacer otra cosa. No podemos dejarnos contaminar.
—Ni siquiera sabemos si son peligrosos o no —respondió Frank—. Y esos niños, todos esos niños...
—No podemos correr riesgos. Teniendo en cuenta que los niños de los «Otros» no presentan transformaciones, ¿cómo saber cuales son normales? No podemos hacer discriminaciones.
—Puede que estén inmunizados. Se hubiera podido intentar saberlo... Y en este aspecto, lo sabes bien, la cuestión no se ha planteado.
—Es el Consejo quien decide. Las burbujas están aquí desde hace dieciséis años y dos meses. Las cifras son las cifras.
Después, Eric añadió:
—Y ahora cállate, por si viene ella.
Entonces entré, y pude observar que me encontraban bonita, pero esto no me hizo sentir el placer que debiera, porque me parecía que empezaba a comprender. Y esta mañana he estado completamente segura.
Miraba el visiocine. Mostraba la misma escena que el otro día, cuando los equipos limpiaban la ciudad. Solamente que, esta vez, se ha visto otra cosa. Había un «Otro» que corría. Tenía varias piernas y no podía desenvolverse bien, tropezaba continuamente. Era horrible ver los esfuerzos que hacía por salvarse. Entonces uno de los hombres apuntó un lanzallamas, y el «Otro» cayó al suelo y se encogió en una pequeña masa negra.
Han cambiado la escena inmediatamente, se hubiera dicho que no hubieran querido mostrarnos esto. Pero después de haber oído a Frank y Eric, he comprendido. Matan a todos los «Otros». ¡Oh!, Frank tiene razón, me parece que no está bien. De acuerdo, los «Otros» me dan miedo, pero de todos modos... Por eso la diosa Kali quería tanto que yo tomara su bebé, quizá sabía. Me pregunto si ellos han carbonizado a Kali y a su pequeño bebé. Yo no hubiera podido matar a la diosa, absolutamente. ¡Y su bebé! Parecía completamente normal. Me parece que es malvado lo que hacen. A padre no le hubiera gustado.
Pero no debo pensar más en ello. No debo estar triste. Frank va a venir. Estoy en la ventana. Vigilo. Va a venir. Voy a poder salir.
¡Aquí está Frank! Le veo que viene. Va solo... No, es Eric. Tal vez Frank no habrá podido venir. Es Eric, anda muy lentamente, y parece que no ve los signos que le hago desde la ventana.
Lleva un lanzallamas en la mano. Seguramente es para defenderme. ¿Pero por qué se toma tanto tiempo en llegar?
Se acerca. Aquí está.
Por fin voy a ver el mundo de antes...