INTRODUCCIÓN

En 1967, el escritor francés Gérard Klein se lamentaba, en un artículo aparecido en la revista Fiction (número 166: «¿Por qué hay una crisis en la ciencia ficción francesa?») de la precaria situación por la que atraviesa este género en el país galo. Escaso interés de los editores, reducido número de autores, poco apasionamiento del público... El articulo levantó una cierta polémica en los medios franceses: algunos lo defendieron, otros lo criticaron, pero nadie pudo rebatirlo en ninguno de sus puntos fundamentales. Porque la ciencia ficción francesa está ciertamente atravesando una crisis... la atraviesa desde el mismo momento en que nació.

Si por mi parte me pidieran una «mise á point» de la ciencia ficción francesa en la actualidad, una clasificación dentro del contexto de la ciencia ficción mundial, diría sencillamente que es europea, con todas las virtudes y defectos que encierra esta palabra. Porque la ciencia ficción europea se presenta toda ella, con unas variaciones nacionales de escasa importancia, con las mismas características con relación a la anglosajona. Todos los lectores europeos que se han iniciado en el género bebiendo en las fuentes de la literatura norteamericana de los años cincuenta (que somos la mayoría) sentimos, al oír hablar de ciencia ficción europea, la sensación de que se nos habla de algo aparte, completamente alejada de los moldes anglosajones. Aquellos que están acostumbrados a leer a los autores estadounidenses les chocará sin duda al principio el leer los relatos europeos: los hallarán distintos, fundamentalmente apartados de los cánones hasta entonces conocidos. Pero creo que es precisamente esta diferencia lo que le confiera su especial personalidad: el hecho de que se trata de algo que quiere ser distinto y no una mera copia de unos estándares forjados al otro lado del Atlántico.

La ciencia ficción francesa, como por otro lado toda la ciencia ficción europea (excepto la rusa, que constituye algo completamente aparte) es una ciencia ficción aún naciente... una ciencia ficción que lleva más de quince años naciendo. Apareció en realidad a principios de la década de los años 50, cuando en los Estados Unidos se producía el gran boom del género, las revistas surgían allá como setas, y se creaba la fama de una serie de autores que luego se harían «clásicos»: Asimov, Bradbury, Clarke (aunque éste sea inglés, puede encuadrarse muy bien con el grupo, como todos los autores ingleses de ciencia ficción de su época), Heinlein, etc. Las primeras revistas llegaron a Europa, y no tardaron en surgir las primeras traducciones. En Francia fueron dos revistas: Galaxie (traducción de su hermana americana Galaxy), y Satellite, que quiso tener personalidad propia y no se anexionó a ninguna «hermana mayor» yanki, y en donde hicieron sus primeras armas los primeros autores franceses que, pasmados aún ante el recién descubierto género, tomaban ejemplo y patrón (a veces demasiado) de sus maestros americanos.

Los libros se vieron representados igualmente por dos colecciones: Présence du futur, aparecida casi al mismo tiempo que la española Nebulae, y cuyo equivalente en lo que a calidad y autores se refiere se halla en un término medio entre Nebulae y Minotauro, con una primera época en la que se hallaba más cerca de Minotauro y una segunda en la que se halló (y se halla aún) al nivel estricto de Nebulae y a veces aún más abajo. Le rayón fantastique, por su lado, con menos pretensiones literarias y una presentación más pobre, buscó sin embargo una cierta internacionalidad (que contrastrastaba con el primitivo exclusivismo de la primera hacia los «padres» americanos), al tiempo que era la primera en abrir, en el campo de la novela, una puerta a los autores franceses (camino que después seguiría otra colección, la Serie 2.000 de Editions Metal, de efímera vida, dedicada exclusivamente a autores franceses), convirtiéndose en el banco de ensayo de la naciente «escuela francesa» de ciencia ficción y dando una oportunidad a una serie de autores que luego se harían famosos: Francis Carsac, Charles y Nathalie Henneberg, Gérard Klein, etc. Otra colección abriría también por otro lado las puertas a los autores franceses de ciencia ficción: Anticipation, de Fleuve Noir... pero éste es un caso aparte que puede marginarse perfectamente de esta breve enumeración.

La aparición de la revista Fiction, en 1953, marcó por su parte toda una etapa en la ciencia ficción francesa. Surgida originalmente como edición francesa del célebre Magazine of Fantasy and Science Fiction americano, entonces en sus mejores momentos, contenía sin embargo en cada uno de sus números de un 10 a un 20% de material nacional, cuya calidad, por supuesto, era muy variable, pero donde la media era francamente aceptable, y en cuyas páginas han aparecido casi todos los autores franceses del género que poseen actualmente un cierto nombre. Esta revista es la única en su género que ha mantenido una vida ininterrumpida hasta hoy, y aunque haya sufrido algunas fluctuaciones importantes en su política editorial, dando mayor importancia en algunos momentos a determinados aspectos, temáticas o variantes del género, según sus diversas épocas, su conjunto posee una unidad que muy pocas otras revistas tienen.

Actualmente, excepto Fiction, solamente se edita otra revista, Galaxie, nueva versión de la antigua «Galaxie primera época», cuya edición se mantuvo en suspenso durante bastante tiempo. El hecho de que esta segunda sea editada por la misma casa editora y siguiendo unas directrices paralelas a Fiction dentro de otro nivel de lectores la convierten, en realidad, en su hermana menor en lo que a ambiciones literarias se refiere.

En colecciones de libros, solamente se mantiene hoy Présence du futur, en una etapa decididamente internacionalista pero totalmente falta de directrices, lo que se traduce en la aparición de numerosas obras medias e incluso mediocres entre las cuales se asoman muy pocos autores franceses. Le rayón fantastique, por su parte, que pese a su poco cuidada presentación externa era la colección más honesta y válida de entre todas las existentes, (según palabras de sus propios editores) hace ya tiempo, tras multitud de avalares, y es difícil que vuelva a despertarse.

Y, por supuesto, hay que señalar otras colecciones menores o efímeras, que constituyen en realidad «anécdotas» dentro del contexto global, así como algunos ensayos muy recientes, como el estimable del editor Robert Laffont con su colección Ailleurs et Demain (dirigida a un público de elevado nivel cultural), y que pese a su anunciado proyecto de incluir ciencia ficción de todas las nacionalidades de momento solamente ha programado algunos premios Hugo y Nébula americanos, o la Science-Fiction de Albín Michel, también alimentada por autores yankis, y de muy inseguros primeros pasos.

Con este panorama editorial rodeándola, la queja de Gérard Klein es en cierto modo justificada: el autor francés de ciencia ficción tiene hoy muy pocas posibilidades de publicar una novela de ciencia ficción, y un solo editor al que dirigirse (el del tándem Fiction-Galaxie) si quiere publicar relatos. Pero esta situación no es únicamente aplicable a Francia. En realidad, toda Europa se halla más o menos en las mismas circunstancias a este respecto, y la situación no es fruto de una falta de calidad, sino más bien de oportunidad. Quisiera señalar esto, ahora y aquí, porque creo que es importante para intentar comprender toda la ciencia ficción europea y sus diferencias principales para con la anglosajona.

Porque, generalmente, el escritor anglosajón vive de su pluma: escribe, y lo que cobra por lo que escribe le permite vivir, y muchas veces vivir bien. Esto ocurre muy raramente en los países europeos, y mucho menos en el más restringido campo de la ciencia ficción: y hablo aquí tanto por observación personal como por experiencia propia. No quiero dar a nadie la culpa de todo ello, ni tampoco romper una lanza en favor de los derechos oprimidos, y mucho menos acusar a los editores de pagar poco: todo ello es, simplemente, una cuestión de mercados. Tan sólo quiero constatar este hecho por lo que condiciona y prefigura toda una producción literaria.

No pudiendo vivir de su pluma, el escritor europeo de ciencia ficción debe trabajar en otro oficio que le permita vivir, y escribir en sus ratos libres. No es, pues, un autor profesional, sino un aficionado. Klein, con certeras palabras, lo califica como «escritor de domingo». Este hecho, naturalmente, condiciona toda una producción, y condiciona también una actitud clásica de los editores. Si un autor no se considera suficientemente remunerado, sólo puede hacer dos cosas: o cuidar poco lo que escribe, supliendo la calidad con la cantidad para alcanzar un cierto nivel de beneficios, con lo que el descenso de la calidad es apreciable, o preferir esta última a costa de la cantidad, escribiendo poco y cuidándolo mucho, es decir, escribiendo por hobby. Hay dos clases de escritores, y naturalmente, abundan más los primeros, no porque sean intrínsecamente más sino porque su producción es mucho más abundante. Y esto explica claramente el porqué críticos, lectores e incluso editores se quejen de que la producción nacional sea siempre en su conjunto inferior a la americana (prescindiendo con ello del hecho de que en los Estados Unidos también abunda esta otra ciencia ficción de segunda calidad, aunque no sea traducida y por ello no nos llegue).

Hay, sin embargo, otros factores que también intervienen en el asunto. Por un lado, la ciencia ficción europea lleva en general un considerable retraso con relación a la americana, lo que hace que los autores europeos, a menos que lean inglés (mejor dicho, que lean ciencia ficción en inglés), descubren los temas «clásicos» anglosajones mucho tiempo después de que hayan sido exhaustivamente explotados allá, lo que se traduce en una evidente falta de originalidad en la elección de temas y tratamientos, con insistencia tras insistencia en temas ya trillados, casi tópicos (la guerra atómica, por ejemplo); existe también el hecho, éste universal, de que muy pocas veces un buen escritor tiene los necesarios conocimientos científicos y viceversa, aunque esto sea un tema en muchos aspectos ya superado...

De hecho, todos los autores europeos de ciencia ficción pueden ser encuadrados en una de las dos clases primeramente citadas. Los autores de Fleuve Noir, por ejemplo, son todos ellos de la primera categoría: escriben mucho, y en general mediocremente. Pero la colección Anticipation de Fleuve Noir tiene unas características orientadas hacia un público concreto que quiere acción, aventura, originalidad en el tema (muchas veces por encima de la plausibilidad), antes que todo posible asomo de calidad literaria.

Los otros autores, los que escriben en cierto modo por hobby, pertenecen a la segunda, más selecta y menos numerosa categoría. No preocupándoles la cantidad, prefieren buscar antes la calidad. Ciertamente, tal vez sus originales no tengan tampoco la categoría de los anglosajones en cuanto a originalidad y tratamiento de los temas, pero en una gran parte de las ocasiones les ganan en calidad literaria.

Porque, a mi modo de ver, la gran diferencia entre la ciencia ficción anglosajona y la francesa en este caso, ya que estamos hablando de Francia, estriba precisamente en los porcentajes, por un lado de literatura y por otro de ciencia ficción, que en esas obras intervienen. La ciencia ficción americana, en general, da una mayor importancia al elemento ciencia ficción que al literatura, mientras que en la francesa se produce precisamente lo contrarío: el elemento ciencia ficción suele estar por debajo del elemento literario. Y así, mientras la mayor parte de las historias americanas del género son simples gadgets más o menos elaborados, historias en las que todo el impacto se halla en su final, generalmente sorpresivo y apto para producir el adecuado shock en el lector, la ciencia ficción francesa posee una progresión más suave, hallándose su contenido no concentrado en el último y a veces brutal golpe de la frase final, sino diluido a lo largo de todo el argumento, lo cual ocasiona que algunos lectores se quejen a veces, y evidentemente no sin cierto fundamento, de que «allí no pase nada». ¿Cuál de los dos es mejor tratamiento para una historia? Sinceramente, por mi parte prefiero mucho más la última, que si bien no es tan espectacular ni muchas veces tan escapista, posee en cambio una mayor hondura temática y una calidad literaria superior. Aunque cada cual pueda juzgar, por supuesto, según sus gustos personales.

La ciencia ficción francesa, como la mayor parte de la ciencia ficción europea, apenas ha traspasado las fronteras de su país, limitándose tan sólo a breves excursiones por otros países europeos: Italia, Portugal, Alemania... Los editores europeos, en general, son reacios a los nombres europeos: «¿Para qué -piensan— publicar nombres de autores europeos apenas conocidos, si por un precio similar podemos conseguir autores anglosajones cuyos nombres pesan ya en el mercado, aunque sus obras no estén muchas veces al nivel de sus nombres?» Por ello no es de extrañar tampoco que la ciencia ficción francesa apenas haya llegado tampoco a los Estados Unidos (donde existe entre los editores el curioso prurito de que todo lo que no llegue escrito en inglés no es digno de ser leído, aunque la excusa pública sea generalmente de que «no hay lectores para lenguas extranjeras»), excepto algunos pocos cuentos publicados por F & SF (tomados en plan de intercambio de su hermana francesa Fiction), algunas escasísimas novelas traducidas, gracias a los buenos oficios de Damon Knight, que se ha erigido en introductor, seleccionador y traductor de toda la ciencia ficción francesa que llega a los Estados Unidos, y que es también compilador de la única antología que yo conozca de relatos de ciencia ficción franceses publicada en USA: Thirteen french science fiction stories (Trece historias francesas de ciencia ficción), publicada por Bantam Books.

Y sin embargo, existen en Francia autores realmente importantes de ciencia ficción. Autores como Jacques Sternberg, a quien su éxito como guionista del film Je t'aime, je t'aime (Te amo, te amo) le ha dado renombre universal, junto con su labor como secretario de redacción de la discutida revista Plexus, nacida dentro del clan Planéte; Charles Henneberg y más tarde su esposa Nathalie, cuyo épico y barroco estilo los sitúan dentro del heroic fantasy americano, lo que explica tal vez su éxito en el país del dólar; el propio Gérard Klein, que ha sido considerado como el Bradbury francés, etc., hasta formar una relación que sería demasiado larga y en cierto modo innecesaria, ya que la mayor parte de ellos se encuentran recogidos en esta recopilación.

Recopilación que no pretende ser una antología, sino tan sólo un primer acercamiento a esta ciencia ficción francesa que, como explica Damon Knight en el prólogo de su antología, tiene un evidente «toque original», algo que yo me atrevería a calificar como «sprit franjáis». Y una recopilación que tampoco es no ya exhaustiva, sino tampoco completa, aunque sí sea bastante representativa, ya que faltan en ella algunos autores que no dudo en calificar como importantes, como son el propio Gérard Klein, o como el «pánico» Roland Topor, entre algunos otros, cuya ausencia sólo puede imputarse a la imposibilidad de conseguir los derechos de traducción y reproducción dentro del marco y condiciones de una recopilación como la presente.

Recopilación que ha intentado evitar también, dentro de lo posible, ese acendrado sentimiento de nacionalismo que poseen todos los franceses, y que hace que no solamente se autotitulen como los «inventores» de la ciencia ficción, citando rápidamente a su Verne (con el que empiezan inevitablemente todos los artículos dedicados al tema), sino que, por citar otro ejemplo, Hubert Juin, en su selección «Les 20 meilleurs récits de science-fictiony» (Los veinte mejores relatos de ciencia ficción), cometa el típico e inclasificable chauvinismo de incluir en un buen número a los correspondientes autores franceses dentro del marco de una selección que pretende recoger los mejores relatos de todo el mundo... siendo todos los demás relatos exclusivamente americanos.

Ésta ha sido en su base la intención que ha motivado la confección de este volumen: no intentar supravalorar la ciencia ficción francesa, pero tampoco infravalorarla. Creo que la ciencia ficción francesa tiene su lugar en Europa y en el mundo, y que este lugar tiene su debida importancia. Me gustarla que esta recopilación sirviera en cierto modo para hallar cuál es este lugar. Espero haberlo conseguido.