Nuevamente Stalin testimonia en contra de Stalin[596]
Otoño de 1932
La revisión de los principios del bolchevismo condujo irreversiblemente a la revisión de la historia del bolchevismo. En particular, lo que ahora se llama historia de la Revolución de Octubre es una elaboración totalmente artificial y contradictoria que se centra en los problemas privados y personales de las figuras destacadas del mundo político actual y no en la reconstrucción y explicación de los hechos del pasado.
En 1922 se le encargó a Iakovlev[597] —que estaba entonces en el comisariado del pueblo de agricultura— la tarea de compilar una «historia de la Revolución de Octubre». El hecho de que el Comité Central haya encargado previamente a Trotsky la edición del trabajo de Iakovlev demuestra hasta qué punto le era ajeno a ese organismo la idea de dirigir la Historia de la Revolución de Octubre contra Trotsky. Recién en 1924 cambió la orientación en este asunto. Es cierto que Iakovlev no escribió ninguna historia de la Revolución de Octubre. Pero escribió los prefacios de unas cuantas colecciones de documentos históricos que alcanzó a publicar. A grandes rasgos, podemos dejar sentada la siguiente ley: la corrección de los prefacios de Iakovlev está en relación inversa al cuadrado del tiempo que transcurrió antes de la publicación de cada colección. Simplemente, cuanto más tiempo pasaba, más temerariamente mentía Iakovlev. En 1928, en su prefacio a las actas del Segundo Congreso de los Soviets, Iakovlev ya tenía la audacia suficiente como para afirmar:
los bolcheviques no se aferraban a ‘ilusiones constitucionales’, y luego de rechazar la propuesta del camarada Trotsky de postergar irremediablemente [?] la insurrección hasta el Segundo Congreso de los Soviets, tomaron el poder antes de la apertura de dicho congreso (Segundo Congreso de los soviets de todo Rusia, Ediciones del estado, 1928, p. 38).
De la cita se desprende que, en el problema del momento y los métodos de la insurrección, el Comité Central dirigido por Lenin aplicó una política opuesta a la de Trotsky. La falsedad de esta idea, que no le pertenece a Iakovlev sino a sus inspiradores, sobre todo a Stalin, queda plenamente demostrada con los hechos y documentos que aparecen en el último tomo de la Historia de Trotsky; pero entre las evidencias que se ofrecen en ella no figura la que quizás tenga mas colorido.
El 23 de abril de 1920 la organización de Moscú celebró el quincuagésimo cumpleaños de Lenin. El «héroe» involuntario del festejo no participó en la celebración y apareció recién al final para expresar su esperanza de que el partido terminara de una vez con la deprimente costumbre de celebrar los cumpleaños. Pero se equivocó. Posteriormente esos festejos asumieron un carácter compulsivo, pero éste es un problema aparte. Kamenev fue el principal orador del acto. Hablaron además Gorki, Olminski y Stalin. Sin prever el desarrollo posterior de los acontecimientos, Stalin, en un discurso muy breve y confuso, se propuso «señalar un rasgo [de Lenin] sobre el que nadie había hablado todavía, su modestia y su capacidad para admitir sus propios errores». El orador citó dos ejemplos: el primero referente al boicot a la Duma del Estado (1905) y el segundo al momento y métodos de la Insurrección de Octubre. Citemos literalmente la referencia de Stalin a este segundo «error» de Lenin:
En julio de 1917, bajo el gobierno de Kerenski, cuando ya se había convocado a la Conferencia Democrática[598] y los mencheviques y los social-revolucionarios se preparaban a instaurar una nueva institución —el Preparlamento, que supuestamente sentaría las bases de un gobierno constitucional—, en el Comité Central decidimos seguir fortaleciendo los soviets, llamar al Congreso de los Soviets, comenzar la insurrección y proclamar a dicho congreso el órgano del poder estatal. Ilich [Lenin], entonces en la clandestinidad, no estuvo de acuerdo y escribió que era necesario dispersar y arrestar a esa canalla [la Conferencia Democrática]. Nosotros comprendíamos que el asunto no era tan simple, ya que la mitad o por lo menos un tercio de los delegados venían del frente; arrestándolos y dispersándolos podíamos arruinar todo y empeorar nuestras relaciones con el frente. Nos resultaban más evidentes todas las dificultades que nos esperaban. Pero Lenin es grande y no teme [?] las dificultades ni los abismos que se abren en su camino, no teme las amenazas y dice: «Sean decididos y sigan adelante». Sin embargo, la fracción veía que esta vez no convenía actuar de esa manera, que había que evitar estos obstáculos dando un rodeo para poder tomar el toro por los cuernos. Pese a las exigencias de Ilich seguimos adelante con el fortalecimiento y presentamos [?] el proyecto [?] del 25 de octubre como fecha de la insurrección. Ilich, sonriente, nos miró con astucia y dijo: «Si, tenían razón». Esto nos asombró. A veces el camarada Lenin confesaba sus errores, aun tratándose de problemas de gran importancia [?] (El quincuagésimo aniversario del nacimiento de V. I. Ulianov-Lenin, 1920, pp. 27-28).
El discurso de Stalin no aparece publicado en ninguna de las versiones de sus Obras. No obstante, es muy interesante. En primer lugar, no deja nada en pie de la leyenda recientemente elaborada por Iakovlev, la más «científica», de que el Comité Central dirigido por Lenin abatió las ilusiones constitucionales de Trotsky respecto al momento y el método de la insurrección. Según Stalin —es decir, el Stalin de 1920—, resulta, por el contrario, que en esta cuestión el Comité Central apoyó a Trotsky en contra de Lenin.
En sus recuerdos de 1924[599] Trotsky relata que Lenin apareció en el Smolni el 25 [de octubre] a la noche y le dijo: «Muy bien, también se puede proceder de esta manera, siempre que tomemos el poder». En 1930, el «historiador» Iaroslavski negó indignado la autenticidad de ese relato; después de todo el golpe lo llevó a cabo el Comité Central de acuerdo con Lenin y en contra de Trotsky; ¿cómo podría Lenin haber dicho «también se puede proceder de esta manera»? Sin embargo, Stalin nos dice que el Comité Central, pese a las exigencias de Ilich, mantuvo su posición respecto al Congreso de los Soviets y «presento el proyecto del 25 de octubre como fecha de la insurrección»; Lenin declaró cuando llegó al Smolni: «Si, tenían razón». ¿Se puede corroborar de manera más convincente (aunque involuntaria) el relato de Trotsky, y refutar de manera más aplastante todas las falsificaciones posteriores?
El discurso de Stalin es instructivo en todos sus aspectos y detalles. ¡Qué devastador primitivismo en la descripción de las personas y de las circunstancias! Incluso describe incorrectamente el plan del Comité Central: «[…] seguir fortaleciendo los soviets, llamar al Congreso de los Soviets, comenzar la insurrección y proclamar a dicho congreso el órgano del poder estatal». Es precisamente ese esquematismo mecánico lo que Lenin, no sin justificación, estigmatizaba como ilusiones constitucionalistas: convocar de antemano el Congreso de los Soviets para anunciar recién entonces la insurrección hubiera significado darle al enemigo la oportunidad de golpear al congreso antes de la insurrección. Surge un interrogante: ¿no era el temor de Lenin consecuencia de una de sus entrevistas con Stalin? En verdad, el plan que realmente se aplicó consistió en movilizar a las masas con la consigna de Congreso de los Soviets como órgano supremo del poder en el país, y bajo la cobertura de esta campaña legal preparar la insurrección y golpear en el momento adecuado, muy cerca a la realización del congreso, pero decididamente no después.
Stalin comete un grosero error sobre el punto central de la estrategia de Octubre porque no reflexionó sobre los problemas de la insurrección en el momento de los acontecimientos, ni tampoco posteriormente. ¡Por eso le fue tan fácil después bendecir a Iakovlev por atribuirle a Trotsky sus ideas estratégicas stalinistas, no elaboradas hasta sus últimas conclusiones, y por unir a Stalin con Lenin en la lucha contra las «ilusiones constitucionalistas»! Este solo episodio destaca la deleznable pobreza del nivel teórico de los epígonos.
El librito con los discursos de 1920, que por casualidad llegó a nuestras manos, no es nada excepcional. Tanto los archivos del partido y de las instituciones soviéticas como las publicaciones oficiales de antes de 1924 demuestran que la superestructura de la ideología de los epígonos se asienta sobre un cartucho de dinamita. Cada uno de los ladrillos del edificio amenaza con venirse abajo. Tanto en los grandes como en los pequeños problemas la tradición bolchevique le otorga plenamente la razón a la Oposición de Izquierda.