A la Oposición de Izquierda china[134]
8 de enero de 1931
Estimados camaradas:
En los últimos meses he recibido gran cantidad de documentos y cartas en inglés, francés y ruso, además de muchas publicaciones de la Oposición en idioma chino. Tareas urgentes, y posteriormente una enfermedad, me impidieron contestarles antes. Durante estos últimos días estudié cuidadosamente los documentos que recibí —salvo, desgraciadamente, los que están escritos en chino— para poder contestar las preguntas que ustedes formulan.
Para empezar, diré que después de estudiar los documentos nuevos llegué a la conclusión de que no existe la menor diferencia principista entre los diversos grupos que han emprendido la senda de la unificación. Hay matices tácticos que en el futuro, según se desarrollen los acontecimientos, podrían llegar a constituir diferencias. Sin embargo, no existe razón para suponer que dichas diferencias de opinión coincidirán necesariamente con alineaciones anteriores. Más abajo trataré de analizar las cuestiones en debate o parcialmente en debate, tal como las visualizo desde aquí.
1. El ingreso del Partido Comunista al Kuomintang fue un error desde el comienzo. Creo que hay que decirlo abiertamente —en tal o cual documento—, sobre todo porque, en este caso, a la Oposición rusa le cabe gran parte de la culpa. Desde el principio nuestro grupo (la Oposición de 1923), salvo Radek y algunos de sus amigos más cercanos, se opuso a la entrada del Partido Comunista en el Kuomintang y estuvo en contra de permitir el ingreso del Kuomintang a la Comintern. Los zinovievistas tenían la posición contraria. El voto de Radek les dio la mayoría en la dirección de la Oposición. Preobrashenski y Piatakov[135] pensaban que no debíamos romper el bloque con los zinovievistas a causa de esta cuestión. Resultado de ello fue que la Oposición Unificada tuvo una posición ambigua al respecto, la que se reflejó en una serie de documentos e incluso en la plataforma de la Oposición. Vale la pena subrayar que todos los militantes de la Oposición rusa que apoyaron la posición de los zinovievistas o tuvieron una posición conciliadora capitularon más adelante, por otra parte, todos los camaradas que hoy están en la cárcel o en el exilio se opusieron desde el comienzo al ingreso del Partido Comunista en el Kuomintang. ¡Eso demuestra la fuerza de una posición principista!
2. La consigna de dictadura del proletariado y los pobres no contradice, antes bien complementa, la de dictadura del proletariado, haciéndola más accesible al pueblo. En China el proletariado es una pequeña minoría. Sólo puede convertirse en una potencia agrupando en torno suyo a la mayoría, es decir, los pobres de la ciudad y la aldea. Este es, en efecto, el contenido de la consigna dictadura del proletariado y los pobres. Naturalmente, la plataforma y los artículos programáticos deben señalar clara e inequívocamente que la dirección estará en manos del proletariado, guía, maestro y defensor de los pobres. Sin embargo, en la agitación es perfectamente lícito emplear el termino dictadura del proletariado y los pobres como consigna breve. No tiene nada que ver con «dictadura democrática del proletariado y el campesinado».
En un extenso documento (15 de diciembre de 1929), firmado por Chen Tu-hsiu[136] y otros, el problema está formulado de la siguiente manera:
Las tareas de la revolución democrático-burguesa china (independencia nacional, unidad estatal y revolución agraria) sólo pueden realizarse con la condición de que el proletariado chino, en alianza con los pobres de la ciudad y la aldea, y a la cabeza de esa alianza tome el poder político. En otras palabras, la revolución democrática burguesa china sólo puede llegar a su término y triunfo por la vía rusa, esto es, por vía de un Octubre chino.
Creo que esta formulación es enteramente correcta y excluye cualquier posibilidad de malentendidos.
3. En cuanto al problema del carácter de la revolución china, la dirección de la Comintern se metió en un callejón sin salida. La experiencia de los acontecimientos y las críticas de la Oposición de Izquierda han destruido totalmente la concepción de la «dictadura democrática». Sin embargo, si se descarta esta fórmula no queda otro recurso que el de adoptar la teoría de la revolución permanente. Los infelices ‘teóricos’ de la Comintern se ubican entre ambas teorías, en la poco envidiable posición del asno de Buridán. El artículo conmemorativo (Pravda, 7 de noviembre de 1930) de Manuilski contiene las últimas revelaciones. Es imposible imaginar una mescolanza más despreciable de ignorancia, cretinismo y vileza. En el último número del Biulleten Opozitsi (17-18) se analiza la posición buridanesca de los burócratas stalinistas[137]. En todo caso, en lo que hace a esta posición fundamental, los documentos demuestran que no existe la menor diferencia entre ustedes y nosotros.
4. En algunas cartas se crítica a ciertos grupos y camaradas que tienen una posición errónea respecto del «ejército rojo» chino, al considerar a sus destacamentos como bandas de forajidos. Si es cierto, hay que acabar con eso. Desde luego, algunos elementos lumpen-proletarios y bandidos profesionales se unen a los destacamentos revolucionarios de los campesinos. Sin embargo, el movimiento en su conjunto tiene su origen profundo en las condiciones imperantes en la aldea china, y son las mismas fuentes de las que deberá nutrirse la dictadura del proletariado más adelante. La política de los stalinistas hacia los destacamentos es un despliegue criminal de aventurerismo burocrático. Debemos denunciarla implacablemente. No compartimos ni alentamos las ilusiones de los dirigentes y combatientes de los destacamentos guerrilleros. Tenemos que explicarles que sin revolución proletaria y sin la toma del poder por los obreros los destacamentos guerrilleros campesinos no pueden conducirnos a la victoria. Sin embargo, hemos de realizar esta obra de esclarecimiento como amigos, no como espectadores al margen ni —sobretodo— como enemigos. Sin abandonar nuestros métodos y tareas, debemos defender tozuda y valientemente a los destacamentos frente a la represión del Kuomintang y las calumnias y persecuciones de la burguesía. Tenemos que explicar la enorme importancia sintomática que poseen estos destacamentos. Naturalmente, no podemos empeñar nuestras fuerzas en la lucha guerrillera: en la actualidad estamos en otra esfera de actividades y se nos presentan otras tareas. Sería muy positivo, no obstante, que algunos de nuestros militantes Oposicionistas militen en el «ejército rojo», por lo menos en sus divisiones más grandes, para compartir la suerte de los destacamentos, estudiar atentamente sus relaciones con el campesinado y mantener informada a la Oposición de Izquierda.
Si se posterga la revolución, se produce un reanimamiento económico y se desarrollan las tendencias parlamentaristas (todos estos fenómenos están ligados), los destacamentos degenerarán inexorablemente, provocando la enemistad del campesinado pobre. Tanto más necesario, pues, que los observemos, para modificar nuestra posición cuando sea necesario hacerlo.
5. En varias cartas se vuelve a plantear la cuestión de la asamblea nacional. El problema de nuestras tareas políticas queda enterrado bajo una montaña de especulaciones acerca de si se creará una asamblea nacional, qué forma tendrá, qué relaciones podría haber entre la asamblea nacional y los soviets, etcétera. Detrás de todas estas especulaciones subyace una fuerte tendencia a caer en el escolasticismo político. Por ejemplo, una de las notas dice así:
Creemos que lo más probable es que no se materialice la asamblea nacional. Y aunque llegara a concretarse, no podría transformarse en un ‘gobierno provisional’, dado que todos los recursos materiales están en manos de los militaristas del Kuomintang. En cuanto al gobierno que se instaurará después de la insurrección, será indudablemente un gobierno de dictadura proletaria, en cuyo caso no se convocará a la asamblea nacional.
Esta hipótesis es en extremo incompleta, unilateral y, por consiguiente, da lugar a muchos malentendidos y errores.
a) En primer lugar, no debemos descartar la posibilidad de que las propias clases burguesas se vean obligadas a convocar alga que se parezca a una asamblea nacional. Si los informes de los diarios europeos son veraces, Chiang Kai-shek alimenta la idea de cambiar su control sobre el Kuomintang, que le impone límites a su accionar, por el control sobre algún remedo de parlamento. Ciertos sectores de la burguesía grande y mediana, que han entrado en conflicto con lo que para ellos constituye una exasperante dictadura partidista, podrían contemplar semejante proyecto con buenos ojos. Al mismo tiempo, un «parlamento» disimularía mejor la dictadura militar ante la opinión pública norteamericana. Según los diarios, Chiang Kai-shek abrazó el cristianismo a la americana con la esperanza, no del todo infundada, de que ello mejorará su imagen entre los banqueros judíos de Wall Street; cristianismo a la americana, prestamistas judíos norteamericanos y un seudoparlamento chino: todos estos elementos armonizan entre sí espléndidamente.
Si se genera una variante parlamentaria, la pequeña burguesía urbana, los intelectuales, los estudiantes, el «tercer partido» se pondrán en movimiento. Los problemas de constitución, sufragio, parlamentarismo, estarán a la orden del día. Sería absurdo pretender que las masas populares chinas ya han superado esta etapa. Hasta el momento sólo pasaron por la escuela Stalin-Chiang Kai-shek, la más vil de las escuelas. Inexorablemente, los problemas de la democracia acapararán la atención de los campesinos, y también de los obreros. Este proceso debe desarrollarse bajo nuestra dirección.
¿Chiang Kai-shek convocará su propio parlamento? Es muy posible. Pero también es posible que el movimiento democrático-constitucional supere los límites previstos por Chiang Kai-shek y esto lo obligue a avanzar más de lo que quiere. Incluso puede suceder que el movimiento barra con Chiang Kai-shek y todos sus planes. Sean cuales fueren las variantes constitucional-parlamentarias, no permaneceremos al margen, participaremos en la lucha con nuestras propias consignas, sobre todo con las de la democracia revolucionaria y consecuente (la democracia al «cien por ciento»). Si la ola revolucionaria no barre inmediatamente a Chiang Kai-shek y su parlamento, nos veremos obligados a participar en él, desenmascarando las mentiras del parlamentarismo comprador y desarrollando nuestras propias tareas.
b) ¿Podemos suponer que el movimiento democrático revolucionario alcanzará una envergadura tal que el aparato militar escape al control de Chiang Kai-shek, al mismo tiempo que los comunistas todavía no estén en situación de tomar el poder? Es muy factible que sobrevenga un período de transición como el antedicho. Daría surgimiento a alguna variante china del poder dual, un nuevo gobierno provisional, un bloque del Kuomintang con algún tercer partido, etcétera. Semejante régimen sería muy inestable. Sólo significaría un paso hacia la dictadura del proletariado; pero ese paso es factible.
c) «Después de la victoria de la insurrección —dice el documento que venimos citando— se podría instituir una dictadura proletaria, y en tal caso no se convocaría a la asamblea nacional». También aquí se cae en un planteamiento demasiado simplista. ¿En qué momento, con qué consignas, tendrá lugar la insurrección? Si el proletariado nuclea al campesinado pobre bajo las consignas de la democracia (tierra, asamblea nacional, etcétera) y, golpeando como un solo puño, derroca a la dictadura militar de la burguesía, entonces, al asumir el poder, el proletariado deberá convocar una asamblea nacional para no suscitar la desconfianza del campesinado y no dar lugar a la demagogia burguesa. Después de la Insurrección de Octubre los bolcheviques tuvieron que convocar la Asamblea Constituyente. ¿Por qué debemos suponer que esta variante es imposible en China? El campesinado no se desarrolla con el mismo ritmo que el proletariado. Este puede prever muchas cosas, pero el campesinado sólo aprende de los hechos consumados. Quizá el campesinado chino tenga que realizar la experiencia viva de la asamblea nacional.
Dado que la burguesía rusa demoró mucho tiempo la convocatoria de la Asamblea Constituyente, y que los bolcheviques la denunciaron por ello, al llegar al poder se vieron obligados a llamarla rápidamente, en base a los viejos resultados electorales que los dejaban en minoría. La Asamblea Constituyente entró en conflicto con los soviets ante los ojos de todo el pueblo y fue disuelta.
En China podemos concebir otra variante. Al llegar al poder, y dadas ciertas condiciones, el proletariado podría postergar durante varios meses la convocatoria de la asamblea nacional, lapso que aprovecharía para desarrollar una amplia campaña de agitación en el campo y garantizar una mayoría comunista en la asamblea. La ventaja sería que la asamblea nacional sancionaría formalmente el sistema soviético y así le quitaría a la burguesía una consigna popular para la guerra civil.
6. Desde luego, las variantes que analizamos más arriba no son sino hipótesis históricas. No hay manera de predecir el verdadero curso de los acontecimientos. La tendencia general, que conduce a la dictadura del proletariado, resulta clara de antemano. No debemos dedicarnos a especular sobre las posibles variantes, etapas y combinaciones, sino participar como factor revolucionario en los procesos reales y desarrollar una amplia agitación alrededor de las consignas democráticas. Si tomamos la iniciativa en este terreno, la burocracia stalinista será desplazada y los bolcheviques leninistas pronto nos convertiremos en una poderosa fuerza política.
7. Determinar cuáles son las posibilidades que tendrá el capitalismo chino en un futuro cercano no es una cuestión de principios sino de hechos. Resolver de antemano que el capitalismo chino ya no puede avanzar un solo paso sería el más puro doctrinarismo. No hay que descartar la posibilidad de que haya un flujo importante de capitales hacia China. Debido a la crisis mundial, se acumulan capitales ociosos que necesitan un campo de inversiones. Es cierto que por el momento el capital norteamericano, el más poderoso de todos, se encuentra paralizado, perplejo, lleno de miedo y privado de iniciativa, ya que hace muy poco que cayó de la cumbre de la prosperidad al abismo de la depresión. Pero ya comienza a buscar una cabeza de puente internacional que le sirva de trampolín para detonar la reactivación de la economía. No cabe duda de que, en estas condiciones, China ofrece serias posibilidades. ¿Hasta qué punto se materializarán? No es fácil predecirlo. Aquí no se trata de hacer especulaciones apriorísticas sino de observar los procesos económicos y políticos reales. Al mismo tiempo, no es de descartar que, mientras la mayor parte del mundo capitalista sigue debatiéndose en las garras de la crisis, el ingreso de capitales provoque una reactivación económica en China. También debemos estar preparados para esta variante, dirigiendo oportunamente nuestra atención a los sindicatos y garantizándoles una correcta dirección.
Naturalmente, un ascenso económico postergaría momentáneamente las perspectivas revolucionarias inmediatas, pero crearía nuevas posibilidades, nuevas fuerzas y nuevas fuentes de energía para la victoria. En todo caso, el futuro nos pertenece.
8. Algunas cartas de Shanghai plantean el siguiente interrogante: ¿Debemos realizar una unificación total en las diferentes localidades, unificar la prensa de los distintos grupos y reunir una conferencia en base a una unificación ya consumada, o debemos permitir la existencia de distintos grupos en el seno de la Oposición unificada hasta que se resuelvan todos los problemas tácticos? Tratándose de problemas organizativos, es difícil dar consejos desde lejos. Y hasta es posible que los consejos lleguen demasiado tarde. Así y todo, no puedo dejar de decirles esto: ¡Queridos amigos, unifiquen sus organizaciones y su prensa hoy mismo! No debemos postergar por mucho tiempo los preparativos de la unificación porque de esa manera, sin quererlo, podemos generar diferencias artificiales.
No quiero con esto que todas las cuestiones ya están zanjadas y que ustedes ya tienen (mejor dicho, nosotros ya tenemos) la certeza de que no surgirán diferencias en el futuro. No, no cabe duda de que pasado mañana y al día siguiente se plantearán nuevas tareas y, con ellas, nuevas diferencias. Si así no fuera, el partido revolucionario no podría desarrollarse. Pero las nuevas diferencias generarán nuevas alineaciones en el marco de la organización unificada. No debemos demorarnos demasiado en cosas pasadas. No debemos perder el tiempo. Tenemos que avanzar hacia el futuro.
9. La aparición de nuevas diferencias es inevitable: la experiencia de todas las secciones de la Oposición de Izquierda así lo demuestra. Por ejemplo, la Liga francesa es producto de la unificación de varios grupos. Gracias a su periódico semanal, la Liga realizó un trabajo muy importante y valioso, tanto a nivel nacional como internacional, demostrando que la unificación de los distintos grupos fue un paso positivo; pero en los últimos meses surgieron diferencias importantes, especialmente en torno a la cuestión sindical. Se ha estructurado un ala derecha con posiciones totalmente erróneas. El problema es tan importante y profundo que hasta puede desembocar en una ruptura. Naturalmente, habrá que hacer todo lo posible para evitarlo; pero si resultan vanos los esfuerzos, eso no significará que la unificación de ayer fue un error. No hacemos un fetiche de la unidad ni de las rupturas. Todo depende de las circunstancias del momento, la amplitud de las diferencias, el carácter de los problemas.
10. En España las condiciones son claramente diferentes de las de otros países. Atraviesa un período de alza revolucionaria claro y definido. La caldeada atmósfera política facilitará enormemente la tarea de los bolcheviques leninistas, el ala revolucionaria más audaz y consecuente. La Comintern dispersó las filas del comunismo español, debilitó y dejó inerte el partido oficial. Como en todos los otros casos importantes, la dirección de la Internacional Comunista dejó pasar una situación revolucionaria. Los obreros españoles fueron abandonados a su propia suerte en el momento crucial. Casi sin dirección, están desarrollando por medio de huelgas revolucionarias una lucha de notable amplitud. En esas condiciones, los bolcheviques leninistas españoles están lanzando la consigna de soviets. De acuerdo con la teoría de los stalinistas y con la práctica de la insurrección de Cantón parecería como si los soviets debieran crearse sólo en la víspera de la insurrección. ¡Teoría y práctica desastrosas! Los soviets deben crearse cuando la auténtica y viva movilización de las masas muestra la necesidad de este tipo de organización. Al principio los soviets se forman como amplios comités de huelga. Este es precisamente el caso de España. Es indudable que en tales condiciones la iniciativa de los bolcheviques leninistas (la Oposición) encontrará un eco favorable en la vanguardia proletaria. En un futuro cercano puede abrirse una amplia perspectiva para la Oposición Española. Deseamos a nuestros amigos españoles un éxito total[138].
11. Para terminar, vuelvo al problema de la unidad y señalo las tristísimas experiencias de Austria en este aspecto.
Durante un año y medio tres grupos austríacos se dedicaron a «unificarse» y cada uno, por turno, creó las condiciones para que la unificación resultara imposible. Este juego criminal refleja el lamentable estado de la Oposición austríaca, afectada por la decadencia del Partido Comunista oficial. Este año cada uno de los grupos austríacos ha demostrado que está dispuesto a abandonar las ideas y principios de la Oposición Internacional, pero de ninguna manera sus propias pretensiones sectarias. Cuanto más estéril es la base ideológica de estos grupos, más venenosas son sus riñas internas. Se complacen en arrastrar por el fango la bandera de la Oposición Internacional y exigen que ésta utilice su autoridad para encubrir su obra indigna.
Es obvio que la Oposición Internacional no va a hacer tal cosa. Traer grupos sin principios a la Oposición Internacional sería envenenar el organismo propio. Esto exige de nosotros una selección estricta. Espero que la conferencia de la Oposición Internacional apruebe las «veintiún condiciones» para la admisión de organizaciones en sus filas y que éstas sean lo suficientemente estrictas[139].
A diferencia de la Oposición austríaca, la Oposición china no surgió en medio de mezquinas intrigas de trastienda sino de la experiencia de una gran revolución que se perdió por culpa de una dirección oportunista. La gran misión histórica de la Oposición china coloca sobre sus hombros responsabilidades de excepcional magnitud. Todos esperamos que se libre del espíritu de secta e, irguiéndose en su verdadera estatura, se ponga a la altura de las tareas planteadas[140].
Atentamente,
L. Trotsky