Observaciones críticas sobre la resolución de Prometeo acerca de las consignas democráticas[141]

(…) Y ahora dos palabras sobre nuestros amigos bordiguistas[142]. Si dejamos de lado el tercer parágrafo de su resolución, intercalado de manera totalmente mecánica y sin relación alguna con el resto del texto, vemos que para ellos el problema se plantea así: la democracia es un principio de los explotadores; hasta el momento los partidos revolucionarios no lo han comprendido; en 1917, los rusos vacilaron entre la democracia y la dictadura; los bordiguistas fueron los primeros en descubrir el verdadero principio de la dictadura. Ahora que se ha descubierto este principio, toda utilización de las consignas democráticas es reaccionaria; en otras palabras, la dialéctica del desarrollo de la sociedad es desplazada por la metafísica del desarrollo de un grupo sectario. El hilo del pensamiento de los bordiguistas coincide plenamente con el espíritu del iluminismo racionalista del siglo XVIII: antes prevalecían los errores y prejuicios, pero ahora hemos descubierto el verdadero principio de la sociedad, y ésta debe existir sobre estas bases; dado que ahora nosotros, los iluministas, lo hemos descubierto, sólo queda un pequeño detalle: reconstruir la sociedad. Lo más curioso es que los iluministas descubrieron precisamente el principio de la democracia como algo absoluto contraponiéndolo a todo el desarrollo histórico anterior. Los bordiguistas no descubrieron nada, simplemente tomaron de la Revolución Rusa el principio de la dictadura del proletariado para oponerlo, ajeno a la realidad histórica, como una verdad absoluta, al error absoluto de la democracia. Con ello demuestran que no han comprendido la teoría y la práctica de la Revolución Rusa, ni el marxismo. No se molestan en explicar qué significa exactamente para ellos el término democracia; según parece significa simplemente parlamentarismo. Pero ¿qué sucede con un detalle como, por ejemplo, la independencia de la India respecto de Gran Bretaña? Esa es una consigna puramente democrática. Se refiere a la liberación de una nación de la opresión de otra. (Desde luego, los bordiguistas nos responderán inmediatamente que existen naciones-clase, que nosotros, pobres pecadores, ni siquiera imaginamos; pero la esencia de la cuestión es, precisamente, que se trata de una nación de tipo colonial burgués-feudal que quiere liberarse de otra de tipo burgués imperialista). ¿Qué sucede, pues, con la consigna democrática de independencia nacional? Nuestros sabios críticos pasan por alto ese problema.

¿Deben los comunistas combatir la violencia y las provocaciones de la policía, dirigidas contra las libertades de prensa y reunión y el derecho de huelga? Y si eso no es luchar por la democracia, ¿qué es?

¿Qué sucede en la misma India, en Hungría o en tantos otros países coloniales con la cuestión agraria? Sabemos que el hambre de tierra puede llevar a los campesinos a apoyar la dictadura del proletariado, incluso en un país tan atrasado como la India. Pero para que esa posibilidad se materialice tienen que existir una serie de condiciones históricas concretas, incluida una comprensión correcta del problema agrario democrático. Los campesinos indios no conocen la dictadura del proletariado, ni la conocerán hasta que se materialice con su apoyo semiconsciente. Digo semiconsciente porque el campesino indio, pese a su falta de claridad política, desea muy conscientemente tomar la tierra en sus manos, y la forma en que expresa este deseo es que la tierra no debe pertenecer a los terratenientes sino al pueblo. Este programa no es un programa revolucionario puro que entrañe la liquidación de todos los vestigios y formas feudales. ¿Qué les dirán los bordiguistas a los campesinos? Vuestro programa es democrático, por consiguiente, reaccionario; nosotros les proponemos un programa de dictadura proletaria y socialismo. Indudablemente, el campesino responderá en indio con algunos términos fuertes. Pero ¿qué le decimos al campesino? El programa agrario democrático es un gran avance histórico para el desarrollo de la sociedad. Los comunistas luchamos por un objetivo histórico más avanzado, pero damos nuestro pleno apoyo a vuestra tarea democrática y, por el momento, la hacemos nuestra. Esa es la única manera de llevar al campesinado a apoyar la dictadura del proletariado en el curso de su propia lucha.

Lo más curioso es que lo que los bordiguistas presentan como descubrimiento propio es la misma patraña que los stalinistas y zinovievistas me imputaban bajo el rótulo de revolución permanente (saltear la democracia, el campesinado, etcétera).

Ya dijimos mas arriba que los bordiguistas hacen gala de un cretinismo parlamentario a la inversa al reducir, aparentemente, todo el problema de la democracia a la cuestión de la asamblea nacional y el parlamento en general. Pero aun limitándonos al marco de referencia parlamentario, vemos que están totalmente equivocados. Su metafísica antidemocrática entraña inevitablemente la táctica del boicot al parlamento que el camarada Bordiga defendió en la época del Segundo Congreso, aunque luego la abandonó. (En general, creo que en esta polémica conviene trazar una separación estricta entre Bordiga y los bordiguistas. No conocemos sus posiciones, ya que las condiciones en que vive le impiden expresarse; pero creemos que Bordiga difícilmente asumiría la responsabilidad por las posiciones falsas de sus discípulos). No estaría de más preguntar directamente a los bordiguistas si defienden el boicot o la participación parlamentaria. En caso de que se viole la inmunidad de un diputado comunista y se lo arreste, ¿llamarán a los obreros a protestar por esta violación de nuestros derechos democráticos?

Estos doctrinarios se niegan a comprender que realizamos la mitad, las tres cuartas partes, e inclusive, en algunas épocas, el noventa y nueve por ciento del trabajo de preparación de la dictadura sobre la base de la democracia, y así defendemos hasta el último centímetro de terreno democrático que haya bajo nuestros pies. Pero si es lícito defender las posiciones democráticas de la clase obrera, ¿no será lícito combatir por ellas allí donde no existen?

La democracia es un arma del capitalismo, nos dicen nuestros críticos; sí, pero es un arma contradictoria, así como el capitalismo en su conjunto es contradictorio. La democracia sirve a la burguesía, pero dentro de ciertos límites también sirve al proletariado contra la burguesía. Lo grave es que los bordiguistas no conciben la democracia y la dictadura del proletariado como instituciones históricas que se pueden remplazar entre sí dialécticamente sino como dos principios puros, uno de los cuales es la encarnación del bien, y el otro la del mal.

Por último, quiero referirme al parágrafo 5, que trata sobre Rusia, tan curioso que resulta inverosímil. Allí se dice que los bolcheviques levantaron la consigna de asamblea nacional «durante un periodo bastante breve, desde la caída del zarismo hasta el intento de restauración del régimen capitalista (…)». En realidad, la socialdemocracia levantó la consigna de asamblea nacional desde el primer día de su existencia, es decir, desde 1883. Esta consigna desempeñó un papel colosal en la educación del proletariado y del partido desde los primeros años de este siglo y con ella se desarrolló la revolución de 1905. Los bolcheviques realizaron todo su trabajo entre las dos revoluciones levantando las siguientes consignas: 1) república democrática; 2) la tierra para los campesinos (reforma agraria democrática); 3) jornada laboral de ocho horas (democracia obrera).

Los bordiguistas dirán seguramente que fue un error total, propio del oscuro período en que todavía no se había descubierto la verdad de la dictadura proletaria.

Escritos , Tomo II
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