Acerca del termidor y el bonapartismo[90]
Noviembre de 1930
Me referiré muy brevemente al problema del termidor y el bonapartismo. Ya dije muchas veces que es necesario desarrollar este tema en un artículo, ya que, como cualquier otra cuestión histórica, entraña el peligro de hacer analogías demasiado formales, por importantes y fructíferas que sean, y tender a reducir a abstracciones el proceso concreto. El termidor fue una forma transitoria entre el jacobinismo[91] y el bonapartismo. Lo que realmente caracterizaba al termidor era que, formalmente, el gobierno estaba en manos de miembros del mismo partido. Un sector de los jacobinos, o cuasi-jacobinos, destruyó al otro sector, el de los jacobinos auténticos, mediante el llamado a la guerra civil abierta. Bonapartismo significa la victoria del poder centralista burocrático-militar sobre los diversos matices del jacobinismo. En términos de la lucha de clases, esto implica la transición gradual del poder de manos de los sans-culottes a manos de la clase acomodada.
Si consideramos la posibilidad teórica de una victoria de la contrarrevolución en la Unión Soviética, no es indispensable que ésta asuma la forma del termidor francés. Puede saltar esta etapa en el camino hacia el bonapartismo, o combinar las dos, así como la Revolución de Octubre combinó el final de la revolución democrática con el comienzo de la revolución socialista. Semejante mezcla de etapas históricas corresponde perfectamente al desarrollo social de Rusia y a toda su historia.
Lo que debemos tener en cuenta por encima de todo lo demás es el papel colosal que le cabe al partido ruso o, mejor dicho —en la actualidad— a su aparato; el partido está muy adelantado respecto del aparato estatal. Por ejemplo, Rikov, desde el punto de vista del partido, está liquidado, pero sigue siendo el jefe del estado. En el partido se han materializado elementos termidorianos: los oportunistas desplazaron a los «jacobinos» auténticos. Pero también se han desarrollado elementos de bonapartismo, principalmente en el aparato que obedece las órdenes de un único comandante (Stalin). Ablandar el carácter y la espina dorsal es una tarea preparatoria muy importante para el bonapartismo.
La contrarrevolución aun no ha triunfado, el problema no se ha resuelto todavía y por eso proseguimos nuestra lucha implacable contra los korschistas[92] y demás aulladores. Un médico dice: este hombre está enfermo, hay esperanzas de curarlo; es mi deber hacer todo lo que está a mi alcance para volver a ponerlo en pie. Otro dice: no, va a morir; y le vuelve la espalda al paciente. ¿Qué tienen que ver el uno con el otro?
Pero la contrarrevolución, cuando llegue, ¿será bonapartista, termidoriana, o una combinación de ambas? Es imposible preverlo, pero tenemos el deber de observar atentamente los elementos existentes de las variantes contrarrevolucionarias posibles y su desarrollo dialéctico.
El camarada Landau[93] me escribe que, según algunos camaradas, el proletariado es la clase más débil en Rusia. Este problema no se puede resolver, ni siquiera se lo puede plantear correctamente, con un enfoque estático. Debemos encararlo en su dinámica. Teóricamente no es imposible que una contrarrevolución triunfante demuestre que la clase obrera se ha debilitado hasta el grado de ser incapaz de retener el poder en sus manos. Pero eso sólo se puede lograr con una guerra civil. Debemos impedirla fortaleciendo los puntos de apoyo políticos y económicos del proletariado. No existe una escala que nos permita evaluar diariamente la relación de fuerzas y así llegar a una decisión y «punto y aparte». El hecho más importante es que la burguesía aún está muy lejos del triunfo, pero en este régimen se están desarrollando los gérmenes de algunos elementos muy importantes para ella.
Por ahora, nada más al respecto.