Las guardias blancas preparan un acto terrorista contra el camarada Trotsky[293]

Declaración de los bolcheviques leninistas (Oposición de Izquierda)

Diciembre de 1931

El 31 de octubre de 1931 el periódico comunista alemán Die Rote Fahne (Bandera Roja) publicó unas revelaciones sobre los planes terroristas de los guardias blancos rusos que están en el extranjero. El centro de la organización es el general zarista Turkul, que cuenta con grupos y contactos en distintos países, particularmente en Bulgaria y Yugoslavia. Turkul se planteó el objetivo de llevar a cabo un atentado terrorista contra L. D. Trotsky, basando sus proyectos en el hecho de que Trotsky, según Die Rote Fahne, está «mal custodiado por las autoridades turcas». Con el asesinato de Trotsky, Turkul resolvería un problema doble: no sólo eliminaría a un enemigo odiado, sino también «descargaría la responsabilidad del asesinato sobre el gobierno soviético». ¡Así formula el periódico central del Partido Comunista Alemán los propósitos de Turkul!

Aunque el periódico no indica la fuente de su información, de todos modos está clara; sólo un aparato estatal podría conseguir una información tan estrictamente confidencial, que incluye nombres, ciudades, planes, etcétera. Por supuesto, la información proviene de la GPU. Su excepcional importancia es evidente por sí misma; un periódico stalinista se ve obligado a publicar que los guardias blancos pretenden matar a Trotsky aprovechando el hecho de que está mal custodiado —y no puede estar bien custodiado— en Turquía, el país en el que Stalin lo exilió.

Todo comunista, todo obrero que piensa, debe decirse: entonces, al enviar a Trotsky a Constantinopla, Stalin lo puso a merced de los guardias blancos; el reconocimiento de esta realidad subyace tras todo el informe de Die Rote Fahne. Además, al prepararse para llevar a cabo su acto terrorista, el general zarista parte de la convicción de que el asesinato de Trotsky favorece totalmente los intereses de Stalin, y en consecuencia no le será difícil atribuirle a éste la organización real del acto terrorista. Esta sorprendente «colaboración» esta expresada con toda precisión en el informe de Die Rote Fahne, que proviene del mismo Stalin y sin duda fue cuidadosamente revisado por él.

¿Qué objetivo persigue entonces Stalin con esta publicación? ¿Denunciar los planes de los guardias blancos? Esa explicación no cabe, ya que Stalin se estaría denunciando a sí mismo; todo el plan de las Guardias Blancas, según lo admite el propio Stalin, depende de las condiciones excepcionalmente favorables que él les proporcionó a los terroristas zaristas.

Si fuera un caso de simple denuncia política, Stalin naturalmente hubiera comenzado con la prensa soviética. ¡Pero no! No encontramos una sola palabra sobre el asunto en los periódicos rusos. Stalin no se atreverá a decirles a los comunistas, a los obreros, a los soldados rojos y a los campesinos rusos que él les facilitó a los guardias blancos la oportunidad de librarse del camarada Trotsky, y que a través de la GPU él se enteró de antemano de estas consecuencias y de cómo podrían ocurrir las cosas. Stalin oculta cuidadosamente a la población de la URSS su colaboración de hecho con las Guardias Blancas, su frente único con ellas en contra de Trotsky.

Sin embargo, ¿por qué publicó Stalin, aunque sea sólo en la prensa comunista alemana, una noticia que lo coloca en una posición difícil? La respuesta es clara: para no caer en una posición más difícil todavía. Frente a la eventualidad de una catástrofe, Stalin quiere —con el mayor ruido y la menor dificultad posibles— proporcionarse lo que en los tribunales se llama una coartada, una prueba de que no tiene la menor vinculación real, material, directa, con el asesinato de Trotsky. Si los planes del general Turkul, del capitán de las Guardias Blancas, Fors y de los demás miembros de la organización se hubieran visto coronados por el éxito, y si en la escena del crimen hubieran aparecido evidencias documentadas de la culpabilidad del gobierno soviético, Stalin podría haber dicho: «Yo desenmascaré hace tiempo los planes de Turkul, Fors y Cía.; indudablemente el atentado terrorista fue obra suya». Además, Stalin hubiera presentado otros papeles para demostrar que él les había «pedido» a las autoridades turcas que reforzaran sus precauciones actuales, que por su parte la GPU había tomado medidas, etcétera. No es difícil adivinar que estos papeles deben estar ya fabricados y que se los guardó numerados y firmados, de modo de poder publicarlos en caso de necesidad; estos documentos «secretos», junto con las revelaciones públicas de Die Rote Fahne, podrían proporcionarle a Stalin una coartada, una prueba de que no tuvo ninguna vinculación con el atentado terrorista.

En otras palabras, a Stalin no le interesa impedir que los guardias blancos cumplan sus planes; sólo le preocupa evitar que carguen la responsabilidad sobre él y sus agentes.

Para aclarar totalmente el asunto, es necesario volver a algunos hechos relacionados con el exilio de L. D. Trotsky a Turquía. En ese momento el problema de seguridad le fue planteado al Politburó por los agentes de la GPU —Bulanov, Volinski, Fokin y demás—. Todos partían del hecho de que sólo se le podía dar una protección real —en la medida en que es posible proteger verdaderamente en Turquía a un revolucionario ruso— con la condición de que los encargados de la custodia estuvieran directa e íntimamente interesados en hacerlo, y de que supieran muy bien cómo hacerlo. Cuando Trotsky todavía estaba en territorio soviético, el Politburó se comprometió categóricamente, por intermedio del representante de la GPU Bulanov, a enviar a Turquía a dos viejos colegas de Trotsky, los bolcheviques leninistas Sermuks y Poznanski[294]. Hasta su regreso del destierro, Trotsky podría permanecer en el consulado soviético de Constantinopla. Sin embargo, después de que Trotsky llegó a Turquía fue evidente que no se cumpliría el compromiso. En nombre del gobierno (es decir de Stalin), Fokin declaró que Poznanski y Sermuks no irían a Turquía. Trotsky y su familia, que en señal de protesta se negaban a salir del edificio del consulado, fueron sacados de él por docenas de funcionarios del consulado armados. Trotsky fue literalmente echado a la calle en el mismo centro de una Constantinopla plagada de guardias blancos, sin un lugar donde ir a vivir y sin la menor protección. Como declaró Mirski, una persona muy responsable, se actuó de esta manera obedeciendo órdenes recibidas directamente desde Moscú, es decir de Stalin.

Tal fue la primera manifestación franca de ese proyecto de Stalin al que nos hemos referido como su frente único con Turkul en contra del camarada Trotsky. Durante los tres años que transcurrieron desde entonces, Stalin no movió un dedo para mejorar mínimamente las condiciones de seguridad, pese a que en este lapso hubo amplios motivos para preocuparse; basta con mencionar el incendio, después del cual el camarada Trotsky y su familia vivieron durante meses en una choza de madera abierta por los cuatro costados.

No obstante, después de la publicación en Die Rote Fahne de la noticia, cuya fuente es Stalin, de los planes del general Turkul, los compañeros y amigos más cercanos a Trotsky hicieron un intento más de recordarle a Stalin su responsabilidad personal por la vida del camarada Trotsky. En nombre de los camaradas dirigentes de la Oposición de Izquierda alemana, el diputado al Landtag prusiano, camarada Seipold[295], fue a la embajada soviética en Berlín y le planteó a la persona responsable que se cumpliera el compromiso de enviar a los antiguos colegas del camarada Trotsky o que se tomaran otras medidas de seguridad más o menos realistas. Al camarada Seipold se le prometió darle una respuesta después de consultar con Moscú. No hubo respuesta.

Los camaradas franceses de Trotsky hicieron un intento similar. Algunos de ellos se apersonaron en la embajada soviética de París y plantearon la misma exigencia que el camarada Seipold. El resultado fue el mismo.

Sólo después de esta negativa de Stalin a concertar con los amigos del camarada Trotsky un acuerdo práctico para proteger la vida de éste del peligro de caer en manos de los asesinos contrarrevolucionarios, nos consideramos con derecho a formular clara y precisamente nuestra acusación: Stalin está en un verdadero frente único con el general Turkul, quien está organizando un atentado terrorista contra Trotsky.

Ninguna «coartada» a través de las revelaciones publicadas en un diario alemán, pero ocultas al pueblo de la URSS, ningún documento secreto de algún archivo stalinista preparado de antemano para publicarlo en el momento necesario, refutarán o debilitarán nuestra acusación; por el contrario, no harán más que reforzarla.

Declaramos:

1. El sólo hecho del exilio del camarada Trotsky lo convirtió en un blanco propicio para el enemigo de clase.

2. Turquía, el lugar que se eligió para el exilio, no ofrece ninguna posibilidad de que se tomen medidas para que las fuerzas comunistas locales protejan al camarada Trotsky.

3. Stalin rompió el compromiso que concertó en el momento del exilio para la protección del camarada Trotsky (la cuestión de los camaradas Poznanski y Sermuks).

4. Los agentes de Stalin, siguiendo sus órdenes directas, echaron a la calle al camarada Trotsky en Constantinopla sin la menor protección.

5. Hace varios meses que Stalin está enterado de los planes de los guardias blancos de eliminar a Trotsky, y es tan consciente de su complicidad en el asunto que toma medidas por adelantado para proporcionarse una coartada.

6. Stalin le oculta al pueblo de la URSS lo que sabe de la actividad de Turkul y Cía. porque comprende que hasta un partido estrangulado, aterrorizado, desgarrado, preguntaría qué se hizo, no sólo para proporcionarse una coartada, sino para encarar una acción real, práctica, contra el complot terrorista de la banda de oficiales zaristas.

7. Al negarse a participar con nosotros, los bolcheviques leninistas, en la actividad de tomar las medidas más necesarias para proteger la vida del camarada Trotsky, Stalin asumió definitiva y absolutamente la responsabilidad de su frente único con el general Turkul.

En esta declaración no planteamos ningún problema político. No exigimos el regreso de L. D. Trotsky a la URSS. Entendemos que para Stalin esto es un imposible, ya que continúa con su política de represión implacable, a menudo sangrienta, contra los bolcheviques leninistas. La lucha del marxismo revolucionario contra el centrismo burocrático es histórica, se librará hasta el final y no tenemos dudas de cuál será el resultado. Planteamos aquí un problema limitado sobre el cual es posible concertar un acuerdo práctico, sin que afecte a la lucha política y teórica general. Al hacerlo, dejamos sentada con precisión y concretamente la responsabilidad de Stalin en lo que respecta a la vida del camarada Trotsky.

Para no dejar lugar al menor malentendido, declaramos formalmente que estamos en todo momento dispuestos a elaborar, junto con los representantes del gobierno soviético, las medidas necesarias de defensa, y ofrecemos nuestra colaboración personal para concretarlas. Precisamente por esta razón nos abstenemos en este momento de publicar esta declaración.

Escritos , Tomo II
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