Apuntes de un periodista[115]
Publicado en diciembre de 1930
Los caballeros de la cruzada antitrotskista
Pravda acusa a Riutin[116] —¡a Riutin!— de trotskista, y el partido no tiene más remedio que escuchar y aguantar. ¡Adónde hemos llegado! Hagamos un poco de memoria. Los iniciadores de la lucha contra el trotskismo fueron Zinoviev y Kamenev. Posteriormente, ellos mismos se pasaron al bando trotskista, después desertaron, pero eso no altera lo anterior. El principal —mejor dicho, el único— teórico del antitrotskismo fue Bujarin, que promovió toda la campaña. El —¡Bujarin, autor del programa de la Comintern!— resultó ser un «liberal burgués» y «un agente de los saboteadores en el seno del partido». Sus repetidas declaraciones de arrepentimiento no alteran este hecho. La organización de Moscú fue confiada a Uglanov[117], con el encargo especial de proseguir la lucha contra el trotskismo. Los servicios prestados en este terreno recibieron más de una vez el reconocimiento oficial; pero no acababa de aplastar al trotskismo en Moscú, cuando ya lo desenmascaraban como representante del kulak y del nepman. El presidente de la Comisión Central de Control de Moscú, que expulsaba a los trotskistas, era un personaje no del todo desconocido, Moroz. Finalizada la obra de expulsión, una sesión conjunta del Comité de Moscú y de la Comisión de Control, presidida por Stalin, resolvió que Moroz, encarnación de la «conciencia del partido» a escala moscovita, en realidad carecía de conciencia (¡sic!). A la cabeza del distrito Krasnopresnensk, el principal distrito proletario de Moscú, estaba Riutin, el pilar, el hombre en quien Uglanov había depositado todas sus esperanzas, el gran teórico del antitrotskismo en la organización de Moscú. Ahora se lo acusa de ex menchevique, renegado, saboteador, y se lo expulsa del partido. No obstante, en el período que media entre su fidelidad al menchevismo en 1917 y sus actividades destructoras en 1930, supo realizar el trabajo más duro de la organización de Moscú en la lucha contra el trotskismo.
Podríamos alargar esta crónica indefinidamente, y más allá de los confines de la URSS. En todas las secciones de la Comintern, la mayoría de los que condujeron la lucha contra el trotskismo resultaron ser derechistas, contrarrevolucionarios y renegados.
¿Acaso no son renegados precisamente porque libraron una guerra de exterminio contra la única fracción marxista, la única fracción leninista del comunismo contemporáneo?
Heckert adoctrina a Liebknecht
Con ocasión del aniversario de la derrota de la revolución alemana de 1918-1919, Fritz Heckert escribe en Pravda: «La Liga Espartaco cometió un gran error al considerarse un mero grupo de propaganda en las filas del Partido Socialdemócrata». Más abajo acusa a Karl Liebknecht, Rosa Luxemburgo y Leo Jogisches de «no haber comprendido el papel del partido revolucionario[118]».
Hay algo de cierto en esta observación, si bien se expresa en forma pedante y fuera de su contexto histórico. Pero no nos referimos a eso en este momento.
Si decimos que fue un error que Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht mantuvieran durante demasiado tiempo a los espartaquistas como fracción revolucionaria del Partido Socialdemócrata, impidiendo así el triunfo de la revolución alemana, ¿qué decir de los caballeros que obligaron al joven Partido Comunista Chino a ingresar en un partido puramente burgués, a observar su disciplina y aun a renunciar a su deber de oponer el marxismo al sunyatsenismo[119]?
Este fue, precisamente, el crimen que cometió la dirección de la Comintern en 1923-1928. Y fue Fritz Heckert quien defendió sin desmayo esta política criminal del bloque de la derecha y el centro contra la Oposición de Izquierda. Heckert debería ser un poco más cuidadoso en sus comentarios sobre Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, ¿no es así?
El reclutamiento stalinista
En casi todos los periódicos aparece la siguiente declaración: «Ante la duplicidad de los oportunistas, nosotros, los obreros sin partido, proclamamos nuestra fidelidad al partido».
Sigue luego una lista de obreros, con una nota al lado de cada nombre: veinte años de experiencia en fábrica, veinticinco, veintinueve, hasta treinta y tres. Es decir, que se trata de obreros de cuarenta o cincuenta años de edad. Todos eran hombres maduros en la época de la Revolución de Octubre y la Guerra Civil. Eso no les impidió permanecer fuera del partido. Sólo la duplicidad de dos presidentes del Consejo de Comisarios del Pueblo, Rikov y Sirtsov, los indujo a ingresar al partido.
¿Qué clase de obreros son éstos, que pudieron retener sus puestos en la fábrica, muchas veces en la misma fábrica, durante los quince o veinte años que precedieron a la revolución? Son los más mansos, los más sumisos, con frecuencia elementos serviles, los que participan en procesiones religiosas y le llevan regalos de cumpleaños al patrón. En los primeros años de la revolución ni siquiera osaron pensar en entrar al partido. Pero cuando los patronos, las autoridades, dan la voz de orden, no se pueden negar. Estos son los elementos de la clase obrera en los que se apoya cada vez más el centrismo, a la vez que amordaza a los obreros de vanguardia.
El crimen mayor
Pravda acaba de tipificar un nuevo crimen: «los métodos trotskistas de desacreditar al mejor discípulo de Lenin, al líder reconocido del partido, el camarada Stalin». Desgraciadamente, el origen de este método trotskista se halla en el testamento de Lenin[120], que acusa a su «mejor discípulo» de rudeza, deslealtad y tendencia al abuso de poder, e insta al partido a destituirlo de su puesto.
«Todos recuerdan»
El periódico Za Industrializatsia [Por la Industrialización], cuya redacción, digamos de paso, es muy descuidada, dice:
Todos recuerdan la idea, planteada en cierta época por los saboteadores de la industria metalúrgica del sur, de que la hidroeléctrica Dnieprostroi sólo debería construirse cuando hubiera demanda de energía eléctrica. En otras palabras, la construcción de la usina no tenía que iniciarse si las fábricas no necesitaban energía eléctrica. Era un ataque contra Dnieprostroi (3 de noviembre).
¡«Todos recuerdan»! Pero también algunos recuerdan que ésos eran los argumentos fundamentales que esgrimía el Buró Político en 1926-1927. Stalin, Molotov, Voroshilov, Kalinin, Rikov, todos se oponían al proyecto de Dnieprostroi. La excepción eran los ucranianos, que querían la Dnieprostroi por razones propias. Stalin sostenía que construir la usina de Dnieprostroi era actuar como un campesino que adquiría un fonógrafo en vez de una vaca. Voroshilov clamaba que era ridículo construir una usina para alimentar fábricas todavía inexistentes.
Todo esto consta en las actas taquigráficas de las reuniones del Comité Central.
El pasado de la Oposición
Un extenso artículo de Pravda (21 de noviembre) critica los errores de A. P. Smirnov, ex comisario de agricultura, y de su sucesor Teodorovich, y revela su fidelidad a los Kondratievs[121]. Este artículo es fundamentalmente una paráfrasis del documento escrito que la Oposición presentó al Comité Central en 1926-1927, y que Stalin, Molotov y demás rechazaron con indignación. Y así el pobre Pravda repite el pasado de la Oposición.
El misterio del arrepentimiento
Sovetskaia Sibir (Siberia Soviética) nos informa que en Kalachinsk «la actividad y preocupación principal de los comunistas ha sido últimamente reconocer sus errores y autoflagelarse, cosa que hacen con todo placer y frivolidad».
¿Solamente en Kalachinsk?
Ahora se arrepienten con la misma facilidad con que se suenan las narices. El conocido Bogushevski, al que durante algunos meses se lo vinculó a la extrema derecha (en realidad, no era derechista; sucede que no recibió la señal a tiempo y siguió entonando el viejo estribillo), ahora no sólo es editor de Za Industrializatsia sino que entabló una furibunda campaña contra la derecha. ¿Qué se le exigió para ocupar este elevado cargo? Nada en especial: córtate el pelo, báñate y arrepiéntete. Y el hombre queda otra vez como nuevo… hasta que viene un nuevo zigzag.
Cuando terminábamos de escribir estas líneas, los periódicos de Moscú nos trajeron las últimas noticias: Bogushevski debió sufrir una reprimenda por calificar de fraudulento el arrepentimiento de Bujarin. Otra vez no recibió la señal a tiempo y se excedió en sus funciones. ¡Qué se le va a hacer: son gajes del oficio!
La calva Juventud Comunista
¿Por qué callas, Nikolai Ivanovich?
Hemos de dedicar un par de líneas para ti y para Rikov.
Este es un fragmento de un poema de Bezimenski[122], el acusador de indefensos. Considera a Nusinov, recientemente expulsado del partido, «un canalla de lo más abominable[123]». ¡Eso es lo que se llama un poeta osado y perspicaz! Más abajo habla de la «canallesca carroña de todas las oposiciones», aunque el eminente Bezimenski haya pertenecido él mismo a alguna oposición. Y todo esto está escrito en el estilo de los jóvenes comunistas calvos.