El bloque de la derecha y la izquierda[68]
21 de noviembre de 1930
Pravda llama al bloque, real o ficticio, de Sirtsov con Lominadze[69], bloque de elementos derechistas e «izquierdistas» (?), y dice: «Ya hemos visto muchos de estos bloques sin principios después del Bloque de Agosto»[70]. El Bloque de Agosto, cuyo fin era reconciliar a los bolcheviques con los mencheviques, fue un error, eso es indiscutible; pero ocurrió en 1913 y duró dos o tres meses. Desde entonces, mucha agua ha pasado bajo los puentes.
En marzo de 1917, en vísperas de la llegada de Lenin [a Rusia], Stalin abogó por la fusión del Partido Bolchevique con el partido de Seretelli[71]. Por influencia de Stalin y de otros como él, durante la Revolución de Febrero la mayoría de las organizaciones socialdemócratas tenían un carácter unificado, es decir, reunían a bolcheviques y mencheviques. En centros proletarios como Ekaterinburg, Perm, Tula, Nishni Novgorod, Sermovo, Kolima, Iuzovka, los bolcheviques sólo se separaron de los mencheviques a fines de mayo de 1917. En Odesa, Nikolaev, Elisavetgrad, Poltava y otras ciudades de Ucrania, los bolcheviques todavía no tenían organizaciones independientes a mediados de junio de 1917. En Baku, Zlatoust, Beshitsa, Kostroma, los bolcheviques se separaron definitivamente de los mencheviques a fines de junio. ¿Es oportuno mencionar aquí el Bloque de Agosto de 1913?
Pero no es necesario volver sobre la posición de Stalin en 1917. Se acusa a los izquierdistas ficticios (Lominadze, Shatskin, etcétera), que en realidad son centristas desesperados, de integrar un bloque con Bujarin, Rikov y Tomski. La acusación principal contra Bujarin se centra, con justicia, en su teoría de defensa del kulak: el avance del kulak hacia el socialismo. Pero, la Oposición fue expulsada del partido precisamente porque combatió esta teoría y esta política. Y fue Stalin el que formó un bloque con Bujarin y Rikov contra la Oposición de Izquierda —no durante dos o tres meses sino durante ocho años—, precisamente en la época en que Bujarin desarrollaba su teoría del avance del kulak hacia el socialismo y Rikov confiaba en la aldea atrasada y se oponía a la industrialización. ¿Quién, pues, formaba el bloque con la derecha? Se acusa a Lominadze, Shatskin, Sten y otros de pertenecer a la izquierda, de ser «trotskistas» y «semitrotskistas». Pero todos ellos, cuando integraban el bloque con Stalin, escribieron en la historia de la lucha contra el trotskismo una página no muy gloriosa pero notablemente lúcida. ¿Es verdad que integran un bloque con la derecha? ¿En qué se manifiesta? ¿Cuál es su programa? El partido no sabe nada de todo esto. El descaro de las falsificaciones partidarias de Pravda no tiene precedentes y proviene de la época de Bujarin. Pravda viste a algunos con el ropaje de la izquierda, con el de la derecha a otros, y mete a todos en la misma bolsa. Tiene mano libre (¡ay, analfabeta!) para todo. Pero el partido no puede comprobar nada de nada.
La tentativa de basar en consideraciones ideológicas el mito de un bloque de las oposiciones de Izquierda y Derecha, y no sólo en las nuevas revelaciones de la GPU es triste y lamentable.
En primer término, dice la prensa stalinista, tanto la derecha como los «trotskistas» están descontentos del régimen y lo acusan de burocrático. Como si hubiera alguien en el mundo que estuviera contento con un régimen de plebiscitos espurios y la inevitable duplicidad que crece con el mismo ritmo arrollador que el aislamiento de la cumbre stalinista respecto del partido y la clase obrera.
Para nosotros, los bolcheviques leninistas, la democracia partidaria jamás fue una puerta franca para el ingreso al partido de posiciones y tendencias termidorianas; al contrario, el desarrollo de éstas pisoteó la democracia partidaria.
Para nosotros, reinstauración de la democracia partidaria significa que el verdadero núcleo proletario revolucionario del partido conquiste el derecho de poner coto a la burocracia, de efectuar una verdadera purga de termidorianos en el partido, tanto de los que lo son por principio como de sus secuaces, arribistas sin principios que votan de acuerdo con las órdenes emanadas de la cúpula, de las tendencias seguidistas e igualmente de las numerosas fracciones de aduladores cuyo nombre no debe derivarse del griego ni del latín sino del verdadero término ruso «adulador», en su acepción contemporánea, burocrática, stalinista. ¡Para eso necesitamos democracia!
La derecha invoca repentinamente la democracia para poder practicar una política consecuentemente oportunista, que exaspera a todas las clases y desorganiza al partido. Pero una política derechista consecuente es, por encima de las intenciones de Bujarin, Rikov y Tomski, la política del termidor. ¿Dónde, pues, están las bases para un bloque, siquiera para un remedo de bloque?
Pero —dice la prensa stalinista—, la Oposición de Izquierda está «en contra» del plan quinquenal en cuatro años y «en contra» de la colectivización total.
Sí, la Oposición de Izquierda no fue presa de la embriaguez[72] que la burocracia centrista no pudo evitar tras su viraje de ciento ochenta grados. Cuando en la primavera de este año la prensa partidaria proclamó, al son de los tambores, la colectivización del sesenta por ciento del campesinado, nosotros desenmascaramos el absurdo, el autoengaño y la mentira… hasta que el propio director responsable del viraje reconoció haber caído en la embriaguez. Stalin no tardó en hacer un descuento del veinte por ciento y expresar la esperanza de que el cuarenta por ciento del campesinado permaneciera en las granjas colectivas. Pravda escribió hace poco que las granjas individuales abarcan a las tres cuartas partes del campesinado, de modo que a las granjas colectivas y soviéticas les corresponde el veinticinco por ciento. Vemos así lo dignas de confianza que son estas cifras y cómo basta un plumazo para arrojar a decenas de millones de campesinos del campo del socialismo al de la producción mercantil pequeñoburguesa, que nutre al capitalismo.
Si se retrocede de la línea general en un ciento cuarenta por ciento (¡ese veinticinco por ciento de los que deberían estar en las granjas colectivas son todo lo que queda del sesenta por ciento expulsado de las mismas!), es evidente que en ese ciento cuarenta por ciento tienen cabida tanto la izquierda como la derecha, y ni qué hablar del propio Stalin, quien, consumado el hecho, se volvió contra la política principal de su propia fracción.
Pero aunque el veinte, el veinticinco o el treinta por ciento del campesinado esté hoy en día en las granjas colectivas, para nosotros este sector en su conjunto no es «socialista», dado que, al faltar la base industrial necesaria, el kulak inevitablemente volverá a surgir. Presentar la colectivización total sobre las bases actuales con los colores del socialismo es dar nueva vida a la teoría bujarinista del avance del kulak hacia el socialismo, sólo que bajo una forma administrativa oculta y, por consiguiente, todavía más peligrosa.
Estamos a favor de la industrialización y la colectivización. Estamos en contra de la charlatanería burocrática, de las utopías reaccionarias, tanto en su forma abiertamente termidoriana como en su forma centrista oculta. ¿Dónde, pues, están las bases para un bloque con la derecha?
Pero también estamos en contra de los métodos arbitrarios, sin principios, distorsionados, burocráticos, con que el stalinismo toma represalias contra la derecha, porque en general estamos a favor de una diferenciación en todo el espectro partidario, no de las maniobras del aparato, ni del exilio, ni de la soga del verdugo. Es precisamente para eso, más que para cualquier otra cosa, que necesitamos la democracia. ¿Dónde, pues, están las bases para un bloque con la derecha?
Si se diera —y no es así— una coincidencia táctica o un acercamiento circunstancial de dos líneas estratégicas irreconciliables, hostiles, ¿significaría eso que las dos líneas se están aproximando? Cuando en el congreso de 1907 Lenin votó junto con los mencheviques —contra todos los bolcheviques, incluido, desde luego, Stalin— a favor de la participación en la Tercera Duma[73], ¿hubo un acercamiento entre Lenin y los mencheviques?
Por último, ¿los únicos problemas en debate se refieren al ritmo de industrialización y colectivización del año próximo? ¡Qué despreciable es la estrechez nacional burocrática! Los marxistas, a diferencia de Stalin y Bujarin, no tenemos un programa para la construcción del socialismo en un sólo país. Nuestra fundamentación es el socialismo internacional. ¿Dónde están las bases que compartimos con la derecha?
El grupo norteamericano del ala derecha (Lovestone y Cía.) afirmó en una reciente declaración de principios que sus diferencias con la Comintern, es decir con Stalin y Molotov, son tácticas, mientras que sus diferencias con la Oposición de Izquierda son, además de tácticas, programáticas. Es totalmente correcto. En Alemania los brandleristas, que frente a nuestra posición defienden la política económica de Stalin-Bujarin por considerarla la única viable, tienen la misma posición. ¿Acaso el Partido Obrero y Campesino (POC[74]) francés, que votó a favor de la resolución del Sexto Congreso, está más cerca de nuestro programa que de la posición oficial de la Comintern, a la que hasta ayer apoyaba en contra de nosotros? La Oposición de Derecha de Checoslovaquia dejó sentado su acuerdo con los brandleristas respecto de todos los problemas fundamentales y tachó a la Oposición de Izquierda de «caricatura de la Comintern», es decir, de ser una versión inferior a ésta.
Todas estas organizaciones derechistas se aferran al programa de la Comintern elaborado por Stalin y Bujarin, o sea, por el centro y el ala derecha. Nosotros repudiamos este programa porque en lo esencial constituye una traición al marxismo y al bolchevismo. Es un programa de socialismo nacional, no de internacionalismo marxista, cuyo núcleo científico y práctico fue destruido por la teoría del socialismo en un solo país. En lo que se refiere al papel de la burguesía de los países coloniales, el programa reproduce la política traidora aplicada en China, incluida la alianza con Chiang Kai-shek, por el bloque de Stalin y Bujarin. Con la consigna traicionera de «dictadura democrática» en oposición a la de dictadura del proletariado, el programa de la Comintern le prepara nuevas derrotas al joven proletariado de las colonias. El responsable de este programa es el bloque del centro y la derecha. No se puede considerar a éste un «Bloque de Agosto» porque, a diferencia del de 1913, que duró uno o dos meses, subsistió durante ocho años (1923-1930), además, a pesar de su ruptura parcial, subsiste aún en el documento más importante: en el programa de la Comintern. ¡Y estas personas, que han renunciado a los principios fundamentales del marxismo en aras de sus maniobras sin principios, tienen el descaro de hablar de un bloque nuestro con la derecha!