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»—¿Qué es un memorial en círculo? —pregunté.

»—Un hechizo circular —me dijo— para que cada cual obtenga lo que su corazón desea.

»—No sé escribir —dije.

»—Eso no importa —replicó—. Puedes trazar tu rúbrica al menos.

»De modo que él firmó por mí y yo garrapateé mi rúbrica debajo para obtener lo que mi corazón deseaba.

»Entonces, Federico dijo:

»—Ahora que has firmado, muchacho, debes tener tu arma pronta. Y si se produce una contienda entre el coronel y los parientes del general, ponte del lado del coronel como un buen soldado. Pero no has de disparar sin que se te dé la orden.

»—¿Cuándo hice yo nunca eso? —pregunté. Entonces alguien me preguntó si no me hervía la sangre en las venas al ver que la señora del general llevaba dinero bastante en los dedos y en torno al cuello como para mantenernos contentos y ociosos durante dos años. Le dije que jamás lo había pensado.

»—Pues entonces debes hacerlo —dijo—. Esa mujer fue creada para hacer el mal. Pero nuestros planes maduran de prisa. Si alguien quiere quedarse aquí, que lo haga. ¡Nosotros vamos al Perú, al encuentro con la libertad!

»—¿Qué dice el coronel a todo esto? —pregunté.

»—No te preocupes por el coronel —me dijo—. Ya se te dirá qué hacer en el momento oportuno. ¿Estás con nosotros, camarada?

»—Si mi oficial me ordena embarcar y el piloto principal nos lleva —dije—, no seré yo quien me quede atrás.

»—Al diablo con el piloto principal —me respondió—. No confiamos en ese portugués hipócrita. El general lo tiene guardado en su bolsillo. Nuestro hombre es Martín Groc, el piloto de la galeota. Nos llevará a algún lugar de la costa de Chile desde donde marcharemos tierra adentro hasta el Potosí y haremos allí nuestra fortuna. No, no nos arriesgaremos a tocar un puerto peruano.

»—¿Entonces volveré a ver a mi prometida? —pregunté.

»—¡Oh, la peste se lleve a tu prometida! —gritó—. Has firmado el memorial en círculo: ya tienes bastante para un día.

Todo el asunto resultó muy confuso. El coronel no sabía nada todavía del memorial que, aunque no pedía sino el abandono de la colonia terminada a medias, se lo interpretaba en un sentido mucho más amplio. Los signatarios esperaban que don Álvaro lo tomara como una afrenta personal y se dirigiera a tierra para reprochar al coronel que lo hubiera tolerado. Después de un airado intercambio de palabras y recriminaciones, los Barreto intentarían hacer arrestar al coronel; lo cual sería la señal para que se les diera muerte. El general y su señora, al clamar venganza, sufrirían la misma suerte; luego de lo cual el coronel, sin autoridad para fundar una colonia, se vería forzado a renunciar a la expedición para volver atrás.

Pero todos estos cálculos estaban errados, como se verá.