7
Si Ller no hubiera sido el Maestro Cantor de Fiimma, el hecho habría pasado inadvertido. Y si Fiimma hubiera sido una cantante peor, Ller no se habría molestado en informar sobre el tema. Pero estaba claro que Fiimma iba a ser un Pájaro Cantor. Y los cambios en sus canciones, que podrían haber sido misteriosos para otro Maestro Cantor, fueron fácilmente interpretados por Ller. Pues sabía que Ansset estaba en la Casa del Canto. Y reconoció su música en las extrañas nuevas canciones de Fiimma.
Al principio pensó que era sólo un lapsus momentáneo: que Fiimma había oído a Ansset de alguna manera e incorporado a sus canciones lo que había oído. Pero los temas se hicieron persistentes. Fiimma cantaba canciones que requerían experiencias que nunca había tenido. Siempre cantó sobre la muerte, pero ahora cantaba sobre matar; cantaba sobre pasiones que nunca podría haber sentido; sus melodías hablaban del dolor de sufrimientos que no podía haber experimentado con su corta edad.
—Fiimma —dijo Ller—, lo sé.
Ella tenía Control. No se mostró sorprendida ni temerosa como era de esperar.
—¿Te dijo que hizo un voto de silencio?
Ella asintió.
—Ven conmigo.
Ller la condujo a la Sala Alta, donde Rruk los dejó entrar. Rruk había escuchado cantar antes a Fiimma: la niña había sido prometedora desde el principio.
—Quiero que oigas cantar a Fiimma —dijo Ller.
Pero Fiimma no quiso cantar.
—Entonces tendré que decírtelo —continuó Ller—. Sé que Ansset está aquí. Pensaba que era el único cantor que lo sabía. Pero Fiimma le ha oído cantar. Ha distorsionado su voz.
—Ha hecho mi voz más hermosa —dijo Fiimma.
—Canta cosas que no debería conocer.
Rruk miró a la niña, pero se dirigió a Ller.
—Ller, amigo mío, Ansset solía cantar cosas que no conocía. Lo tomaba de las voces de la gente que le hablaban, como no ha podido hacer ningún otro cantante.
—Pero Fiimma no ha mostrado nunca esa habilidad. No hay ninguna duda, Rruk. Ansset no sólo ha estado cantando en la Casa del Canto, sino que ha estado enseñando a Fiimma. No sé qué condiciones le impusiste, pero pensé que deberías saberlo. Su voz ha sido contaminada.
Fue entonces cuando Fiimma cantó a Rruk, aclarando toda duda sobre la influencia de Ansset. La muchacha tuvo que haber escondido las cosas que había aprendido de Ansset cuando cantó anteriormente para Ller, porque ahora su voz brotaba completa, y no era la que había tenido tan sólo unos meses atrás.
La canción era más potente de lo que tenía derecho a ser. Había aprendido emociones que no podía haber sentido. Y conocía trucos, cosas sutiles y distorsionadas que hacía con la voz y eran irresistiblemente sorprendentes, que no podían ser resistidas con facilidad, cosas que Rruk y Ller apenas pudieron soportar sin quebrar el Control. La canción era hermosa, y también terrible, algo que no debería brotar de la boca de una niña.
—¿Qué te ha hecho? —preguntó Rruk cuando la canción terminó.
—Me ha enseñado mi voz más hermosa —dijo Fiimma—. ¿No la oíste? ¿No fue hermosa?
Rruk no contestó. Sólo convocó al encargado de mantenimiento e hizo llamar a Ansset.