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No hubo recriminaciones. El Chambelán no se atrevió a decir que lo había advertido, y Mikal, aunque ocultó su pena, estaba demasiado afligido y preocupado para molestarse echándole la culpa a nadie que no fuera él mismo.

—Encontradle —dijo. Y eso fue todo. Lo dijo al Capitán de la guardia, al Chambelán y al hombre llamado Ferret—. Encontradle.

Y buscaron. La noticia se esparció con rapidez, naturalmente. El Pájaro Cantor de Mikal había sido secuestrado y la gente que leía y se preocupaba por todo lo referente a la corte también sintió miedo de que el hermoso Pájaro Cantor hubiera sido víctima del mutilador, que aún estaba en libertad en Philadelphia, Manam e Hisper. Sin embargo, diariamente se encontraban víctimas del mutilador con los cuerpos reducidos a pedazos, y ninguno de los cadáveres era el de Ansset.

Todos los puertos fueron cerrados, y la flota circundó la Tierra con órdenes expresas de abordar cualquier nave que intentara salir del planeta y detener a cualquier otra que intentara aterrizar. El trayecto entre los barrios y distritos fue prohibido y miles de voladores, burbujas y deslizadores fueron detenidos y registrados. Pero no había ni rastro de Ansset. Y aunque Mikal se ocupó de sus asuntos, no había nada que ocultara las bolsas bajo sus ojos ni la forma en que se arqueaba ligeramente mientras caminaba ni el hecho de que la primavera hubiera desaparecido de su paso. Algunos pensaron que Ansset había sido secuestrado para pedir luego un rescate, o que había sido raptado por el mutilador y simplemente no habían hallado el cuerpo. Pero aquellos que se percataron de lo que el secuestro obró en Mikal supieron que si alguien hubiera querido debilitar a Mikal y herirle tan profundamente como fuera posible, no hubiera encontrado mejor medio que apoderarse del Pájaro Cantor.